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Medir la mentira

El virus nos ha proporcionado una inesperada oportunidad para objetivizar las mentiras y hacer matemáticas con el engaño.

23 de junio de 2022 Por: Vicky Perea García

La mentira es uno de los recursos más valiosos para quien progresa en política. Las democracias que promueven la libertad de prensa y libre expresión, son las mejor capacitadas para pillar a los mentirosos y mantener el relato más parecido a la verdad.

Si se agrega el concepto de la relatividad de la verdad, que “todo es según el color del cristal con que se mira”, y que los hechos pasan por el filtro de prejuicios, los intereses y la ideología, no resulta simple resolver lo que es digerible como verdad y lo que termina en el cesto de las chapuzas. Por eso, es muy raro ver oportunidades en las que se puedan medir las mentiras y reducirlas a números sujetos a sencillas cálculos matemáticos.

La pandemia logró desacomodar al mundo pero nos ha proporcionado una oportunidad única para detectar la capacidad de fraude de los gobiernos, cuando publican sus cifras.

Frank Benford descubrió hace 80 años que toda serie numérica sigue un patrón que determina la frecuencia del primer número siendo decreciente con el aumento del dígito. El 1 es el más alto y el 9 el más bajo y la distribución sigue una curva y fórmula predecibles.

Lo interesante es que encontró que la distribución se daba siempre y cuando la serie fuese espontánea. La Ley de Benford o de los números anormales se ha usado extensamente para detectar fraudes fiscales, electorales, contables y científicos y se considera un herramienta válida en el análisis de cualquier serie de números. Si sigue la Ley de Benford, los números corresponden a la realidad. Si se aleja, son manipulados.

Todos los gobiernos han reportado las cifras de infectados, recuperados y muertos. Si a esas cifras se les aplica la ley, es posible definir la capacidad del país para generar datos creíbles, no sólo en pandemia sino en todas las estadísticas oficiales. Este ‘numero de la verdad’ permite cuantificar los mentirosos. Entre más se acerque al 0, más verdad. Entre más grande, más mentiroso. Las democracias occidentales de Europa y América se mueven entre 0,6 (USA) y 1,6 (Francia), con un promedio de 1,1. Las autocracias disfrazadas como Rusia, Turquía e Irán entre 1,75 y 2,42 con un promedio de 2. Y los impulsores del socialismo de la fallida América Latina se mueven entre 2,42 (Cuba) y 3,9 (Venezuela), para un promedio de 3.2.

El populismo, tan silvestre en nuestra región, consiste en armar un tinglado de mentiras, que crean la ilusión en incautos votantes de un futuro florido y lleno de dicha. Para que no despierten muy rápido y todos a la vez del fantasioso sueño cuando se va convirtiendo en pesadilla, es necesario seguir usando, ya con el poder del Estado, la capacidad para engatusar con cifras embusteras.

El virus nos ha proporcionado una inesperada oportunidad para objetivizar las mentiras y hacer matemáticas con el engaño. ¿Cuál ha sido el número de Colombia? 1,3, ubicándola muy cerca de las democracias occidentales confiables. Quienes han construido su realidad guiados por los paladines de la patraña, tendrán oportunidad de comparar si el nuevo reino de la falsedad les mejora las noticias o la vida. Está por verse cuánto se demoran en medir la diferencia.

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