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Locos locuaces

Quien pretenda estar bien informado no le puede dedicar mucho tiempo a escuchar basura.

20 de enero de 2022 Por: Alberto Castro Zawadsky

Los locos y charlatanes han recorrido el globo tramando a una humanidad necesitada de explicaciones mágicas y soluciones rápidas. Su efecto siempre fue local y transitorio. Cuando la comunidad hacía conciencia del engaño, ya el estafador, quien posaba de médico curalotodo, estaba esquilmando aldeas distantes con sus patrañas.

En esta aldea global creada por internet, loquitos de todas las especies y calibres han logrado invadir un buen bloque de la información que con tanta facilidad, circula. Se combinan con logias, también globales, que buscan una explicación simple para sus grises vidas: tiene que haber unos malignos poderosos que nos mantienen pisados y dominados.

Secuestran, para justificar sus rebeldes teorías, hechos reales de la historia. Es verdad que las observaciones de Semmelweis en Austria hace 170 años, sobre la importancia del lavado de manos y la antisepsia, fueron ignoradas por el establecimiento médico y el lúcido Ignaz murió en un manicomio. Y que muchos otros inteligentes observadores y creativos innovadores se han estrellado con el muro del conocimiento establecido. Pero ya hay que retroceder muchos años para citar los demás ejemplos. Porque el conocimiento médico, igual que las mentiras, se beneficia con la globalización de la información.

Ya es casi imposible que una buena idea sea frenada por un poderoso profesor y todo el conocimiento se somete a continuas y permanentes revisiones y rectificaciones que generan en el lego la sensación de una verdad inestable. Cuando mucha gente, acosada por la angustia, busca una explicación sencilla y estable, se encuentra con la cambiante ciencia que está permanentemente afinando el conocimiento.

El saber serio, exige muchas horas de estudio solo para entender y estar al día de los avances.

En cambio los charlatanes son capaces de armar un discurso manipulando el lenguaje para que le suene a ciencia al incauto. Si además lo impregnan con alguna conspiración esotérica, lo riegan como caramelos con veneno, logrando matricular a muchos. Es deplorable cuando los voceros son médicos porque completan la triada de abusos, al usufructuar la credibilidad de un gremio regido por la ética desde hace más de 2400 años.

Quien pretenda estar bien informado no le puede dedicar mucho tiempo a escuchar basura. Circula un video de un Dr. Malone que ilustra muy bien el fenómeno. Bastan un par de indagantes clicks para descubrir la poca confiabilidad de su cuento y sus resentidas motivaciones. Si todos hiciesen ese sencillo ejercicio de responsabilidad antes de reenviar, la mentira no tendría tanta penetración.

Habrá quien piense que el calificativo de loco para personajes tan perniciosos es muy benigno, pero después de oír el rosario de dislates que produce una mente supuestamente educada, hay que concluir que está perturbada.

La historia nos ha enseñado a preferir la libertad sobre la censura. El largo y ojalá delgado colmillo que Ómicron le ha sacado al serrucho de la pandemia, afilado por el irresponsable libertinaje verbal de algunos médicos, nos hace añorar el poder de las asociaciones médicas que no controlan a quienes olvidaron el ‘primero no dañar’, y contribuyen a la congestión de las UCI y las necrópolis.​

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