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Grandes cultivos de marihuana se pueden observar en el norte del Cauca. Para acelerar los ciclos de los cultivos de esta especie, muchas personas siembran la cannabis bajo techo y les acondicionan sistemas de riego permanente. | Foto: Archivo de El País

FARC

El 'boom' marimbero que enciende alertas en el norte del Cauca

En municipios del norte del Cauca, como Caloto, Toribío y Corinto, los pobladores sienten miedo por el enfrentamiento entre ‘Pelusos’ y disidentes.

6 de enero de 2019 Por: Colprensa

Disidencias del Sexto Frente de las antiguas Farc y ‘Los Pelusos’ siembran zozobra en su lucha territorial en el norte del Cauca para acceder a las ganancias económicas del narcotráfico. Comunidades indígenas y autoridades, por su parte, pelean para contener los estragos que deja esta nueva guerra por la marihuana en esta zona del país.

Municipios del norte del Cauca, como Caloto, Toribío y Corinto, quedaron cercados de nuevo en un espacio de guerra, donde los homicidios van en aumento, así como el miedo entre la población campesina e indígena.

La pregunta que surge es qué está pasando en estas localidades, donde sus poblaciones vivieron en completa calma luego de que las Farc salieran del escenario de la confrontación armada tras la firma del Acuerdo de Paz.

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La respuesta se empieza a construir con los relatos de las personas que habitan estos poblados, cuyas economías en parte se basan en la siembra, a gran escala, de marihuana, especialmente aquella genéticamente acondicionada, como es la ‘creepy’, cuyo valor en el mercado ilegal es mucho mayor y por eso de ahí el afán de los narcotraficantes de obtener el mayor número de cosechas durante el año. También hay cultivos de coca.

“Acá en esta zona del Norte usted encuentra gente del Valle, de Nariño, de Tolima, de Caquetá, de Meta, de Antioquia, entonces entre las conversaciones con ellos uno les pregunta qué están haciendo por acá y la respuesta es sencilla, que vienen a invertir. A pesar de que no dicen más, uno ya sabe que vienen a sembrar marihuana o incentivar a la comunidad para que lo haga. Entonces ahora lo que se vive es un ‘boom’ de esta actividad, y detrás de esto están los grupos armados”, comenta un líder social de Caloto, quien pide reserva de identidad.

Por eso, y para tener un control en estas áreas, los grupos armados ejercen violencia, ya sea ejecutando homicidios de líderes comunitarios o de personas que consideran peligrosas para sus propósitos, añade la fuente consultada.

La razón es sencilla, quien domine estos municipios tiene acceso a las ganancias económicas de los cultivos de uso ilícito, así como de las rutas por donde sale el alucinógeno hacia capitales del Valle del Cauca, Tolima e incluso, el Huila, en su tránsito hacia el exterior.

A raíz de la salida del Sexto Frente, facción de las Farc que dominó los municipios del norte y oriente del Cauca, a la zona llegaron, o se reacomodaron en algunos casos, organizaciones armadas que protagonizan ahora esa disputa por ese ‘boom marimbero’, responsable en buena parte de esa ola de violencia.

Estos son las disidencias de la antigua guerrilla de las Farc, al mando de alias Barbas y bautizadas ahora como ‘Columna Dagoberto Ramos’. Paso seguido están ‘Los Pelusos’, una facción armada del Ejército Popular de Liberación, EPL, que no se acogió al proceso de paz en los años 90 y que llegaron, a mediados del 2017, a esta zona del Cauca desde Norte de Santander.

Para evitar que este fenómeno afecte la convivencia en esta zona, donde están asentados gran parte de resguardos y cabildos indígenas, los gobernadores nativos, a través de la guardia, adelantan un ejercicio de autoridad en estos espacios, así como una lucha constante para que el narcotráfico no modifique sus costumbres, lo que ellos llaman “la no desarmonización del territorio”.

“En Toribío, la guardia ejerce un control estricto para decirles a los grupos armados, cualquiera que sea, salgan del territorio, labor que se ejecuta solamente con la autoridad que la comunidad da a esta organización y con las únicas armas que se tienen que son la palabra y el bastón de mando”, manifiesta un líder nativo, al tiempo que recalca que las autoridades indígenas nunca suplen al Estado ni asumen sus tareas de enfrentar el tema de los cultivos de uso ilícito.

Algo similar sucede en la zona rural de Caldono, como lo expone la capitana del resguardo La Aguada, Omaira Cunda, en relación con la audiencia comunitaria que adelantaron, a principios de diciembre, contra siete personas tras ser sorprendidas transportando alrededor de dos toneladas de marihuana por esta zona del departamento. Luego el cargamento fue destruido por los propios comuneros.

Tres de las personas eran de Nariño y una del Ecuador. Todos los retenidos en ese momento recibieron entre 5 y 10 fuetazos, según la gravedad de lo hecho en esa comunidad.

“Estamos en la zona”: Policía

Para el comandante de la Policía en el Cauca, coronel Fabio Rojas, el narcotráfico está generando una pugna entre organizaciones delictivas, las cuales pretenden copar veredas y corregimientos de estos municipios en su afán de obtener provecho económico de esta actividad, disparando la cifra de homicidios, como en el caso de Corinto, que hasta mediados de diciembre llevaba 52 asesinatos.

“En esta zona, tenemos dos fenómenos delictivos claros: uno relacionado con el confort criminal y la otra la llegada de un grupo delictivo a la región que se autodenomina como ‘Los Pelusos’, comando por alias W. En relación con los primeros, tenemos que son los antiguos guerrilleros del Sexto Frente, que no se acogieron al proceso de paz, los que entraron a formar lo que llaman ‘Columna móvil Dagoberto Ramos’, comandada por alias Barbas”, manifiesta el coronel Fabio Rojas.

Para el oficial, ‘Los Pelusos’ están delinquiendo en los municipios de Miranda y Corinto, mientras que las disidencias están en Jambaló, Toribío, Caloto, Silvia, Inzá. Ambos, ahora, están en guerra, quieren dominar esta zona, amenazan a todos aquellos que se opongan a esta confrontación. Quieren quedarse con el negocio de la marihuana.

Una racha violenta

Los hechos violentos, como los asesinatos del gobernador del Resguardo de Huellas, Edwin Gregorio Dagua Ipia, y del líder campesino Gilberto Antonio Zuluaga, situaciones acaecidas a principios de diciembre en Caloto y Corinto, generaron miedo entre los pobladores.

Hay más. A estos dos homicidios hay que sumarles los casos de la presidenta de la Junta de Acción Comunal de la vereda Laguna de Toribío, Gladis Rivera Chapeños, y de la trabajadora informal Soledad Ramírez, asesinadas con armas de largo alcance.

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