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Desde febrero pasado, cinco mil soldados hacen operativos con el Comando contra el Narcotráfico. Esta unidad está compuesta por personal de élite y uno de sus fuertes es la capacidad de asalto aéreo. | Foto: Foto: Álvaro Tavera -Colprensa

COLOMBIA

Así se está moviendo el negocio de la coca en el país

Recorrido por el Pacífico nariñense y el Catatumbo, donde los cultivos son el inicio de una cadena que alimenta el conflicto.

10 de mayo de 2021 Por: Fernanda Torres Tovar - Colprensa

La comida aún caliente, las camas sin tender y un baño improvisado fue lo que dejaron más de 15 personas que huyeron de un laboratorio de cocaína, en Tibú, Norte de Santander, cuando 50 soldados del Ejército llegaron a eliminar el complejo que producía más de tonelada y media de esa sustancia a la semana.

La estructura era propiedad del ELN, grupo al margen de la ley que por años memorables ha hecho presencia en la región del Catatumbo. En el lugar, la vivienda era lo único que tenían improvisado, pues el laboratorio, en medio de la espesa selva, tenía cinco plantas y estaba bien dotado para su cometido ilícito.

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El ingreso hasta el primer módulo fue complejo. Desde una base militar en Cúcuta, más de 100 militares se embarcaron en tres helicópteros Black Hawk que los llevaría, inicialmente, a una zona destapada, para luego empezar a descender con fusil y equipo al hombro, con el fin de hallar lo que sería uno de los laboratorios más grandes de la zona.

Tras más de 20 minutos caminando encontraron la primera parte de la estructura. Una cocina, utensilios de la misma, entre ollas, platos y cubiertos. El lugar tenía un olor particular, eran los químicos con los que procesaban la sustancia que pretendían comercializar en países de Centro y Norteamérica.

En la segunda planta habían más de cinco hornos microondas, al menos seis páneles de tela, sobre los que reposaba el polvo blanco que les deja a los narcotraficantes, o en este caso, al ELN, por una tonelada alrededor de $4700 millones en Colombia o $115.000 millones en Estados Unidos.
En la tercer planta estaban los insumos químicos, entre ellos, la acetona, la cal y el ácido sulfúrico, así como los tanques o baldes en los que eran revueltos para procesar el alcaloide.

En la cuarta planta se encontraba el ‘marciano’, un fondo metálico grande en el que, una vez procesaban los químicos con la Pasta Base de Coca (PBC), cocinaban la sustancia para conseguir el grado del alta pureza.
En el quinto y último espacio del laboratorio estaban las habitaciones de las personas que procesaban el alcaloide. En el lugar no hubo detenidos, y por lo general, son pocas las ocasiones en las que el Ejército realiza detenciones en medio de un proceso de incautación y posterior destrucción de laboratorio.

Las autoridades son las encargadas de enfrentar el delito de narcotráfico, ese mismo que tiene en su cadena ilícita pequeños eslabones que le hacen la tarea fácil a los narcotraficantes o grupos ilícitos.

La cadena

Por lo general, el laboratorio de cocaína es la última cabeza visible del mundo ilegal que, empieza con la siembra de la hoja de coca. De acuerdo con la Oficina de las Naciones Unidas, Nariño, Norte de Santander así como Guaviare, Antioquia y Meta son los departamentos en los que más persiste la producción.

De ahí que en esas zonas los pobladores tengan rentas de dichas actuaciones que son ilícitas, pero que resultan ser la salida más fácil, debido a la falta de institucionalidad del Estado, las pocas oportunidades de empleo y estudio, entre otras necesidades.

Por lo general, los campesinos, quienes deberían producir cultivos de papa, yuca, maíz, plátano, cacao y café, les sale más rentable producir la coca, debido a que el Gobierno no ha adecuado las vías para que puedan sacar sus productos, situación diferente ocurre con el narcotráfico, que en ese caso sus jefes terminan siendo los narcotraficantes o grupos ilegales.

De una hectárea de cocaína los campesinos siembran alrededor de 10.000 matas de coca, de los cuales sacan 800 kilos de hoja, que terminan convirtiéndose, tras su proceso químico, en la Pasta Base de Coca que es vendida a los narcos o dueños de laboratorio en tres millones de pesos el kilo.

“Los campesinos van juntando los kilos de Pasta Base para ser vendida en muchas ocasiones a los narcotraficantes o líderes de grupos armados ilegales, y estos, a su vez van empezando con la producción del clorhidrato de cocaína”, explicó el Ejército.

Para las autoridades que atacan este flagelo, está claro que los campesinos son el eslabón más vulnerable de la cadena, porque ellos nunca serán ni se convertirán en los dueños de un laboratorio que procesa la cocaína.

Si bien la población que habita esas zonas que han sido vulneradas por el conflicto armado son pieza clave en el engranaje, quienes están en la verdadera cúspide son los grupos al margen de la ley o los narcotraficantes que montan en la espesa llanura laboratorios que solo en infraestructura tiene un costo de $500 millones, pero con los insumos y la cantidad de droga que mueven, pueden llegar hasta los $5000 millones.

No obstante, ese poderío criminal por lo general es derrumbado cuando el Ejército, a través de la inteligencia militar, destruye los laboratorios. Esa afectación si bien deja cuantiosas perdidas para el grupo criminal, a la institución castrense tan solo le cuesta alrededor de $500 millones, entre la movilización de helicópteros y uniformados.

Sin embargo, la labor de los efectivos no solo resulta ser eficaz económicamente, pues deben estar capacitados para los diferentes escenarios a los que se enfrentan, entre ellos, que a la hora de erradicar la hoja de coca, o incluso destruir laboratorios, los pobladores impidan dichas acciones.

En más de una ocasión ha trascendido que los uniformados se ven envueltos en sendas confrontaciones con la población civil, porque estos evitan que erradiquen los cultivos, no obstante, la connotación de protesta entre las partes es provocada por los grupos armados, que ponen como ‘escudo’ a mujeres, niños y ancianos.

En cuanto a los laboratorios, los uniformados también enfrentan riesgo, no solo de confrontación con la población, sino que en estos casos, estas estructuras suelen estar custodiadas por miembros de grupos ilegales, que no escatiman en alzar fuego en contra de la Fuerza Pública.

Con lo anterior, para las autoridades es evidente que la cadena del narcotráfico se encuentra desde el eslabón más pequeño como lo es el campesino que cultiva y convierte la hoja de coca en pasta base, los químicos que se encargan de alcanzar el alto grado de pureza, hasta las personas que contratan para el traslado de la coca hacia rutas marítimas que tienen dirección a Centroamérica.

El Comando contra el Narcotráfico y Amenazas Transnacionales (Conat), son los encargados de asestar golpes al ELN, las disidencias de las Farc, entre otros actores armados que se rehúsan a dejar la criminalidad en el país.

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