“Un pedacito de cielo” donde el descanso florece en paz

En el sur de Cali, donde la ciudad crece entre barrios y parques, el Camposanto Metropolitano inauguró dos salas de velación, ‘Álamos y Almendros’, pensadas para acompañar con dignidad el tránsito final de muchas familias. No se trata solo de infraestructura; es una apuesta por un servicio humanizado que integra fe, naturaleza y apoyo emocional en un mismo lugar.

Las nuevas salas cuentan con capacidades y detalles técnicos destinados a facilitar el momento del rito: aire acondicionado, capacidad para 35 personas en el interior, nueve asientos confortables dentro de cada sala y un área independiente donde reposa el cuerpo del fallecido, separada del sitio donde permanecen los acompañantes. Se añadieron canales de agua en la sacristía, mejoras en iluminación para servicios nocturnos y adecuaciones en baños de visitantes; en total 112 colaboradores participaron en la reconstrucción y puesta en marcha de estos espacios.

La fe y la psicología del duelo

La inauguración contó con la presencia de Monseñor Luis Fernando Rodríguez, Arzobispo de Cali, cuya mirada pastoral ayuda a entender el valor simbólico y social de estos recintos. Para el arzobispo, las salas no son meros contenedores: “la imagen del verde, la imagen de los árboles que salen de esta sala, pues es generar confianza y esperanza en quienes vienen a despedir un ser querido”, explicó, subrayando la dimensión trascendente que acompaña la elaboración del duelo.

Además, el Camposanto Metropolitano no solo presta un servicio físico: dispone de Uname, la Unidad de Apoyo Emocional y Espiritual, con psicólogos y capellanes que ofrecen acompañamiento cuando la pérdida es repentina o especialmente dolorosa.

Entre aves y senderos, un pulmón de calma

El predio del sur, situado en el límite entre Cali y Jamundí, no insiste en el silencio como ausencia, sino en la vida que lo rodea. Más de 54 especies de aves visitan el lugar; hay senderos que invitan a la caminata y a respirar. Monseñor Rodríguez hizo énfasis en este aspecto ecológico y social, y describió el Camposanto como “un pedacito de cielo en la tierra”, subrayando su papel como aporte a la paz y reconciliación en una ciudad que, como muchas, sufre las consecuencias de la violencia. Para él, facilitar espacios donde el duelo se procese sanamente es también una forma de cortar ciclos de venganza y restituir la esperanza comunitaria.

En términos organizativos, la empresa reporta 5443 destinos finales en toda la compañía, de los cuales 2700 corresponden a este camposanto; cerca del 30 % de las personas atendidas proviene del sur de la ciudad y zonas aledañas. La proyección social del proyecto incluye trabajo conjunto con la Alcaldía de Santiago de Cali, la Arquidiócesis y Cali, y otras entidades, buscando que el servicio funcione también como un eje de impacto comunitario.

Una despedida con rostro humano

Más allá de la técnica o la estética, el valor de las salas Álamos y Almendros se mide por la tranquilidad que ofrecen en el momento más difícil, a partir de un personal capacitado, capellanes y psicólogos, espacios de oración y la calidez de un entorno natural.

La presencia de estos nuevos salones recuerda que un camposanto puede ser también un lugar de vida, no solo por el canto de las aves ni por el verde que filtra la luz, sino por las historias que allí se recuerdan y por la mano tendida que, en silencio, ayuda a recomponer el corazón de quienes se quedan.