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El maestro Jairo Varela, quien con el Grupo Niche puso a ‘Cali Pachanguero’ en lo más alto del imaginario popular de la ciudad como disco de la Feria. | Foto: Foto: Archivo de El País

FERIA DE CALI

La historia del Disco de la Feria, una tradición clave para cerrar el año en Cali

Esta es la historia de la que fue una de las tradiciones de Cali en el fin de año: elegir el Disco de la Feria.

22 de diciembre de 2019 Por: Luis Guillermo Restrepo - director de Opinión

De todos los elementos que identifican la Feria de Cali y a la ciudad, la música tiene lugar de preferencia. Y dentro de esa característica, escoger cuál es el disco que simboliza una celebración dispuesta para compartir alrededor del baile.

La música y el baile son la magia que une a la urbe, la que hace que la gente se sienta en su casa. Es la alegría que identifica a quienes viven en la Sultana del Valle, forma poética de definir la Capital del departamento.

Cuando suena en cualquiera de las más de 100 emisoras que existen o han existido aquí, usted se siente en Cali, donde a nadie se le niega la posibilidad de discutir sobre qué orquesta suena, acerca de cuál es el intérprete o el pianista o el timbalero o la trompeta o el compositor.

Y a su lado está siempre el baile como expresión de la sensualidad y de fusión cultural. Cuando usted detalla lo que ocurre en una pista, en una caseta, en un concierto, usted ve allí la mezcla de todas las culturas e influencias posibles.

Usted ve al Pacífico, se le aparece el Caribe en todas sus expresiones, encuentra al tango argentino o le llegan las imágenes de los pachucos mexicanos de los años 50.

Sume esos dos elementos y podrá apreciar el imaginario que se ha elaborado en esta ciudad desde los inicios de los años 30.

Fue entonces cuando la apertura del canal de Panamá y la construcción del ferrocarril del Pacífico que llegaba a Cali al Barrio Obrero, frente al cual estaba la estación del tren, conspiraron para convertir a la zona más popular de la ciudad en el laboratorio donde se produjo la amalgama que desde hace sesenta años identifica a la capital de la alegría.

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Después, esa feliz combinación se regó por toda la ciudad y transformó a Juanchito, aquel paraje frente a Puerto Mallarino por donde, antes de la aparición del tren, llegaban todas las influencias foráneas. Entonces, el río Cauca que nos traía los bambucos, las guabinas y uno que otro movimiento de la costa Atlántica, fue testigo de lo que significó el disco de 78 revoluciones por minuto para los bailadores de entonces.

Y convirtió a Cali en emblema de la rumba con un toque diferente. El toque original de una comunidad que disfruta de la música en todas sus expresiones, convirtiéndola en danza eterna que expresa originalidad, independencia, alegría, deseo de conquista y atractivo irresistible.

Es por eso que cuando nace la Feria de Cali, la música y su compañero el baile son los primeros invitados. En menos de dos años empezaron a aparecer las casetas en las cuales se reunían cuatro mil o más personas a bailar hasta que amaneciera. Sitios donde llegaban los artistas, los conjuntos y las orquestas de moda a mostrar lo que tenían y a cautivar a la audiencia en maratones memorables, donde la diversión era la consigna.

Y en Cali se estableció un concurso sin premio y sin jurado pero con ganadores. En ninguna parte del mundo como aquí se eligió el disco de la Feria, y sólo aquí eran los ciudadanos del común los que designaban al ganador. Su voto se establecía a través de la escogencia en el dial de sus radios y en las explosiones de júbilo que se producían cada que el disco triunfador sonaba en las verbenas, en los clubes, en la radio y, cómo no, en las casetas.

Lo curioso es que el disco, aquella pasta negra que tenía carátulas llamativas y hoy está en el recuerdo porque lo reemplazó la tecnología, fue parte fundamental de toda la celebración. Incluso llevó a polémicas y en ocasiones a decisiones que no fueron compartidas por todos los caleños.

La selección del disco de la Feria no obedece a ningún patrón musical. En sus inicios pudieron ser el merengue Palo Bonito de Lita Nelson, el merecumbé Quiero Amanecer de Pacho Galán o el ritmo embrujado de La Pollera Colorá de Wilson Choperena. Y aconteció que los Corraleros del Majagual hicieran de las suyas con La Banda Borracha y los Sabanales, así como Lizandro Meza se convirtió en estrella a partir de sus discos de Feria en Cali y del éxito que consiguieron temas como El Polvorete en 1971 y Las Tapas en 1980, auténticas muestras de la picaresca vallenata.

En 1968, la llegada de Richie Ray y Bobby Cruz marcó la irrupción oficial de la salsa. Pero la música tropical, la que surgió del caribe colombiano, siguió mandando debido entre otras razones al empuje de las casas disqueras que usaban su poder para hacer sonar sus artistas en las emisoras.

Y se escucharon joyas como Mi Cali Bella, de la Billos Caracas Boys, la primera canción dedicada a la ciudad que fue elegida por los bailadores como la más emblemática de la Feria de 1971.

Ya a mediados de los años 70, la Salsa empezó a mandar con Piper Pimienta Díaz y Las Caleñas son como las Flores. Luego, en 1984 irrumpió el mensaje de Jairo Varela y el Grupo Niche con Cali Pachanguero, y en 1986 apareció Juanita E de La Misma Gente. En 1996, Oiga, Mire, Vea, de la Orquesta Guayacán puso la nota de la mano de Alexis Lozano. Sin embargo, entreverados en ese dominio de la salsa que tenía en Cali cinco emisoras 24 horas al día, llegaron la Gota Fría de Carlos Vives en 1993, o La Camisa Negra de Juanes, en el 2012. Capítulo aparte merecen los discos que mostraron en todo su esplendor la música del Pacífico: La Vamo a Tumbá del Grupo Saboreo en el año 2000, Vos me Debés de Son de Cali en el 2010 y muchos otros.

La lista de los discos de Feria consta de 60 composiciones, una por cada año. Aunque, oportuno es reconocerlo, hubo épocas en las cuales algunos declaraban un ganador mientras los bailadores y los radioescuchas reconocían como favorito otro tema, la forma de expresar el espíritu libre de la ciudad.

Es el testimonio del recorrido que ha sido la música bailable en Cali. Puede decirse que en muchas ocasiones las preferencias del público se hicieron sentir en otros temas, demostrando que el matrimonio de la música y el baile ha sido y sigue siendo la esencia de la vida que durante el último siglo se ha ido construyendo en la ciudad.

Es la Capital de la Alegría que respira música, que vive música y que se comunica con la música.

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