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Los hermanos Salazar consideran al profesor Valmore Escandón Garcés, como un padre tanto en su formación musical como personal. | Foto: Raúl Palacios / El Pais

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Hermanos Salazar, los músicos de Potrero Grande que llenan de orgullo a Cali

El Tecnocentro y Batuta formaron a a los hermanos Luis Alexander, Anderson y Luisa María Salazar en música. La buena imagen del barrio.

20 de diciembre de 2018 Por: Alda Livey Mera Cobo / Reportera de El País

Cuando los hermanos Salazar Camacho eran niños, sus juguetes eran los instrumentos de su papá, Luis Oivar Salazar, un percusionista de orquestas reconocidas de Buenaventura, ciudad cuya musicalidad marca a sus habitantes.

El Puerto los impregnó de golpe de currulao y de armonía, de música y de acústica, de esa melodía que está en el acento y en el caminar de los nativos del Pacífico. Ritmo que tuvo un corte abrupto hace nueve años con la separación de sus padres. Su mamá, María Alexandra Camacho, decidió empezar de cero en Cali y con sus pequeños hijos Luis Alexánder, Anderson y Luisa María, solo le alcanzó para llegar a Potrerogrande, el último barrio del Distrito de Aguablanca.

Mientras María Alexandra realizaba su sueño, terminar sus estudios de enfermería, los chicos iban a la escuela Nelson Garcés Vernaza, de Comfandi. Y en las tardes, a unas clases para los niños del sector que daban en una casita vecina. Eran los inicios del Tecnocentro del Pacífico y les enseñaban danza, teatro, pintura y música. Qué bueno, pensaron los niños, tenían juguetes otra vez.

Pero no eran las congas ni los timbales que tocaba su papá en Buenaventura. Eran instrumentos que no habían visto nunca, del programa nacional Batuta, que forma niños en música clásica y en valores. Los tres chicos empezaron cantando en el coro y tocando xilófono, luego el profesor les mostró esos aparatos raros para ellos y les explicó cómo fundir ese cuerpo de madera con el cuerpo del ejecutante para sacarle sus mejores notas.

El maestro analizaba qué instrumento le asignaba a cada uno. A Luis Alexánder, (le dicen Alex) hoy de 21 años, y Anderson, de 19, el contrabajo les pareció enorme, pero les gustó el potente sonido que emitía al tensar sus cuerdas.

El docente llamó al frente a Alex a interactuar con ese monstruo de madera fina y lo apuntó en la lista para contrabajo. Pero Anderson, triste porque a él no lo anotó, aprovechó un descuido del maestro y añadió su nombre. Así empezaron a ensayar sin que el educador se percatara de la travesura, recuerda Anderson, entre risas acolitadas por las de Alex y Luisa.

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Se acoplaron con tanto éxito, que hoy, 9 años después, fueron becados con matrícula, transporte y alimentación, por los que hoy es el Tecnocentro Somos Pacífico para estudiar música en el Conservatorio Antonio María Valencia, del Instituto Departamental Bellas Artes de Cali.

Mientras, a Luisa María, le pasaron un instrumento acorde con su talla de 9 años que tenía entonces: el violín. Le encantó su sonido dulce y agudo. A sus 17 años y recién graduada de bachiller, se prepara para aplicar a Bellas Artes en busca de la tercera beca para los hermanitos Salazar.

María Alexandra no creía que sus hijos iban a ser músicos profesionales, pero tampoco les desbarató su sueño. El toque en los genes y en la crianza que les heredó el padre, salió a relucir cuando ellos se enfrentaron a la música sinfónica, rara para ellos que solo sabían de salsa, currulao, ritmos folclóricos y percutivos del Pacífico.

Pronto se revelaron como virtuosos bajo la batuta del profesor Valmore Escandón Garcés, del Plan Nacional Batuta. Ellos lo definen como un padre, no solo en su formación musical sino en la de valores. Tanto que iba a su casa a traerlos a clase y a llevarlos de vuelta, cuando ellos se refundían por temor a caer en medio de las balas perdidas por los enfrentamientos entre pandillas del barrio. Incluso, un día que otro chico resultó herido, fue hasta la casa del agresor y lo confrontó pidiéndole que los dejara ir a sus clases tranquilos.

Además de ese padre, su madrina ha sido la profesora Yahaira Mina. Ella está pendiente de que no les falte el vestuario, si ya comieron, si llegaron a casa. Otro apoyo significativo es el de su hermana mayor, Jessica Pamela Salazar, quien nunca se pierde un concierto de ellos y orgullosa los acompaña a donde vayan.

La primera obra que interpretaron los Salazar fue ‘Cuerdas al aire’. Se llama así porque se trata solo de pulsar las cuerdas, sin partitura ni más. “Era un temazo”, sonríe Anderson.

La primera presentación fue tal vez en el Tecnocentro, quizás un Día de la Madre. No lo recuerdan, pero sí los nervios que sintieron de actuar ante el público y aún sienten en cada recital. Y si los enfoca una cámara, “temblamos y casi no podemos ni tocar”, confiesa Luisa María.

“Nos enamoramos de la música y eso lo transmitimos en cada presentación”, dice Alex, que en las primeras clases estaba aburrido, pero muy pronto apreció la oportunidad de ir al Tecnocentro.

“Lo mejor de la música es que nos permite conocer otras culturas, personas, ciudades, todo”, dice Anderson. Lo refleja el repertorio con la Orquesta Batuta, donde interpretan música clásica, versiones de salsa, rock, tango, folclórica y hasta pop, como la de Michael Jackson.
Su éxito ‘Billie Jean’, es de los temas que más les gusta interpretar, así como Serenata Nocturna de Mozart, El Cantante de Héctor Lavoe, la Danza Húngara de Johannes Brahms, o Branderburgo No. 3 de Johann Sebastian Bach.

Ver a sus hijos estudiando música becados por el Tecnocentro Somos Pacífico, tiene muy orgullosa a María Alexandra, al saber que ellos crecieron en Potrerogrande, donde se cree que solo hay gente mala, pero que desarrollaron sus talentos y tomaron un buen camino. Allí se unieron la disciplina de ellos y el esfuerzo de ella como enfermera del Hogar Geriátrico Ancianato San Miguel.

Igual su padre, quien ha tocado las congas y los timbales para artistas como Maelo Ruiz y David Pabón, y tiene su propia orquesta. Sus hijos anhelan tener un toque algún día con él.

A su corta edad, su paso por el Tecnocentro les ha permitido vivir experiencias grandiosas, como integrar la primera orquesta juvenil de América Latina, en 2017 en Medellín. Eran 25 jóvenes concertistas de Brasil, 25 de Perú y 50 de Batuta, de Colombia. El ensamble incluyó paseo por Guatapé y El Peñol.

Lo curioso es que los peruanos solo salían de la habitación para los ensayos o conciertos. Dos días después confesaron que les habían advirtieron no juntarse con los colombianos porque eran “una mala influencia”. “Al final se despidieron llorando y pidiendo disculpas”, recuerdan.

O ser invitada al concierto nacional del Plan Batuta, como lo fue Luisa en Bogotá. Allí narraron sus mejores experiencias como músicos en un libro que será la inspiración de quienes vayan llegando al proyecto. O ese impacto del público al escucharlos interpretar toda la Novena Sinfonía, de Beethoven, en Popayán.

Ella y Anderson, criados bajo las órdenes de Alex mientras su mamá trabajaba, lo admiran como artista y que ya pasó a sexto semestre. “Él es el mejor contrabajista de la universidad (Bellas Artes), y no pierde su humildad a pesar de que desde primer semestre tocó un concierto como para graduarse”, dice Anderson, que avanzó a segundo semestre.

El profesor Valmore, quien los considera “fundadores” del Tecnocentro, expresa que para el programa Batuta es muy gratificante que estos chicos hayan llegado tan alto. “Ellos son el modelo a seguir no solo en el Tecnocentro, sino que en Batuta ellos son los pilares de nuestro proceso con los niños de aquí”, declara.

A él le resulta satisfactorio verlos crecer, mas que musical y académicamente, como seres humanos, que es la nuez del trabajo de Batuta: su formación como personas, se ve fortalecida con su formación musical. “Nos hace sentir privilegiados tener estudiantes como ellos. Es una muestra del poder transformador social, artístico y humano de Batuta, pues los Salazar ya eligieron la música como su proyecto de vida”, sentencia el profesor, que se apersona de su rol no solo en lo musical, sino en lo social, les hace visitas domiciliarias y pasea por el barrio.

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En estos nueve años en Potrerogrande los hermanos Salazar han visto caer muertos por la violencia a muchos amigos con los que jugaron de niños. Pero admiten que no tuvieron riesgo de tomar malos caminos allí, porque ya traían bases desde su infancia de ser ordenados y disciplinados. “Pero es difícil ver que muchos de los que crecieron con nosotros, se fueron desviando y eso ha marcado nuestra conciencia”, dice Anderson.

“Sabemos que Potrerogrande tiene problemas, eso no se puede ocultar, pero nosotros tratamos de dejarlo en alto; aquí también hay talentos, pero la gente no lo sabe, por eso hacen falta programas como el Tecnocentro, para darles una mano”, dice Alex. Valmore les aconseja no bajar la guardia y no dejar de pensar en los que vienen atrás. El sueño de los Salazar es fundar un lugar así para que otros jóvenes tengan la oportunidad que tuvieron ellos.

La más orgullosa de todos es María Eugenia Garcés, presidenta de la junta directiva del Tecnocentro Somos Pacífico. “Es un motivo de gran satisfacción, pues justifica todo el esfuerzo que hemos hecho en los últimos ocho años para crear y buscarle la sostenibilidad al Tecnocentro”, dice y añade: “Esos jóvenes no hubieran tenido la oportunidad jamás de realizarse como músicos si no hubiera sido por el programa Batuta, que empezó a funcionar en las instalaciones del Tecnocentro desde su inauguración”, concluye .

Valmore exalta la disciplina de Luis Alexánder, la dedicación de Anderson, pero sobre todo que “son inteligentes con el instrumento, casi que se acoplan a él. De Luisa dice que “es talentosa, tiene muy buen oído, los tres son músicos por genes”, remata el docente.

“Es muy grato que con estas herramientas tan básicas que se les ha dado, puedan llegar a ese trampolín y se puedan catapultar como músicos profesionales; no es una varita mágica, sino su esfuerzo personal, su alto sentido de apropiación de 99.9 %, su capacidad de receptividad, el apoyo familiar, es lo que les da alas para su futuro”, elogia el director de la Orquesta Batuta.

Batuta Tecnocentro

Los hermanos Salazar durante seis años han podido ir a recibir sus clases de música con el Plan Nacional Batuta todas las tardes, o a ensayar en las mañanas libres, puesto que allí tienen disponibles los instrumentos enormes no solo en su tamaño sino en su costo.

Un contrabajo para ensayo puede costar $7 millones, pero para tocar no baja de $20 millones. Con el violín pueden ser $300.000 y $7 millones, respectivamente.

Batuta del Tecnocentro,hay 20 grupos de cámara, 2 quintetos, 23 jóvenes son de la orquesta representativa y del semillero completo son más de 40 estudiantes.

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