Entretenimiento
Experimento extremo: pareja atada un año revela secretos de la convivencia perfecta
Los artistas permanecieron durante un año atados, con reglas bastante estrictas.
Siga a EL PAÍS en Google Discover y no se pierda las últimas noticias


19 de dic de 2025, 05:14 p. m.
Actualizado el 19 de dic de 2025, 05:14 p. m.
Noticias Destacadas
La decisión de Linda Montano y Tehching Hsieh de conectarse físicamente con una cuerda durante todo un año comenzó como un experimento sobre el arte contemporáneo y sus formas más radicales. Lo que no anticiparon fue cómo esa restricción física transformaría completamente su comprensión sobre la convivencia.
Durante 365 días consecutivos, a partir del 4 de julio de 1983, esta pareja de artistas permaneció unida por una cuerda de ocho pies atada a sus cinturas. Cada actividad diaria, desde ducharse hasta trabajar, requería coordinación y comunicación constante. El reto parecía simple en teoría, pero la realidad demostró ser mucho más compleja.
Los días iniciales estuvieron marcados por la frustración. Tareas básicas como ir por un vaso de agua, o usar el baño se convirtieron en negociaciones complicadas. Sin embargo, fue precisamente esa dificultad la que los obligó a desarrollar un nuevo lenguaje de comunicación no verbal.

Dicha hazaña, fue nombrada “Art/Life One Year Performance”, y buscaba evidenciar, lo que sucedía con la mente humana, cuando los propios límites estaban sujetos a otro.
La transformación llegó con los meses
A medida que avanzaron los meses, la propuesta artística comenzó a volverse más radical, esta establecía reglas inflexibles: no podían tocarse, debían compartir siempre el mismo espacio cerrado y se comprometieron a mantener el celibato. Lo que comenzó como un experimento sobre los límites del arte y la vida se transformó en una experiencia que desnudó las tensiones más primitivas de la convivencia forzada.
La vida cotidiana se volvió un ejercicio de coordinación extrema. Dormían en camas separadas a escasa distancia, y cualquier actividad básica requería negociación: si uno se duchaba, el otro esperaba fuera del baño.
Con el paso de los meses, ambos artistas “dejaron de hablar casi por completo” y, según relató Montano, “comenzaron a señalar con sonidos, gemidos y quejidos”. La imposibilidad de actuar de forma independiente generó bloqueos en cada uno, que los dejaban inmóviles durante horas como forma de resistencia mutua.

Según los artistas, durante este tiempo, las discusiones fueron cada vez más frecuentes, haciendo peor la experiencia. Montano estimó que pelearon el 80% del tiempo, y ambos coincidieron en que “se estaban volviendo más animales”, tirando con violencia de la cuerda sin llegar a agredirse físicamente.
Las diferencias conceptuales también afloraron. Montano entendía la obra como un ejercicio de atención plena, mientras Hsieh la abordaba desde una lógica impersonal donde “el gesto absolutista era puro, y el incidente humano era irrelevante para él”. Con el tiempo, perdieron respeto por el trabajo del otro, convirtiendo la colaboración en “dos piezas distintas en proceso”.

Esta dinámica derivó en represalias silenciosas que los sumía en un “odio sombrío”, inmovilizándolos durante horas.
No obstante, hacia el final del proyecto, la relación experimentó una transformación. Hsieh recordó que “80 días antes del final, empezamos a actuar como si fuéramos personas. Era casi como si hubiéramos salido de un submarino”.
*Este artículo fue creado con ayuda de una inteligencia artificial que utiliza machine learning para producir texto similar al humano, y curado por un periodista especializado de El País.

Periodista de cultura, entretenimiento y tendencias, experta en edición digital e impreso. Amante de las historias que inspiran. Aprendiz constante.
6024455000







