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Tras un año de periplos, la obra de Lucy Tejada es acogida por el Museo de Arte de Pereira

La noticia que celebramos es que, un año después de su muerte, la obra de Lucy Tejada parece al fin haber encontrado un destino final: el Museo de Arte de Pereira. La que aún nos duele es que Cali haya desperdiciado la oportunidad de preservar su legado. Historia de una ingratitud.

19 de noviembre de 2012 Por: Lucy Libreros Periodista de GACETA

La noticia que celebramos es que, un año después de su muerte, la obra de Lucy Tejada parece al fin haber encontrado un destino final: el Museo de Arte de Pereira. La que aún nos duele es que Cali haya desperdiciado la oportunidad de preservar su legado. Historia de una ingratitud.

Era el fin. Después de casi una década de buscar sin éxito un destino para la obra de su madre —la artista Lucy Tejada Sáenz— Alejandro Valencia tenía, después de todo, en frente suyo, unas manos dispuestas a recibir, una a una, las 162 piezas que esconden al trasluz medio siglo de vida artística.La escena ocurrió en el Museo de Arte de Pereira, el pasado viernes 2 de noviembre. Justo un año después de que la ‘maestra de la ternura’ se despidiera para siempre del mundo de los vivos, aún con las últimas luces encendidas de una memoria sin fisuras y una contienda estéril con la ceguera, que se propuso alejarla de los pinceles. Era el fin. Y también el principio. El de un sueño que se vio frustrado, una y otra vez, y que la maestra no pudo ver realizado en vida: que su obra, que recorrió impecablemente la gráfica en lámina de metal, los grabados en acrílico, las serigrafías, los dibujos, los óleos sobre lienzo, las acuarelas y “otros inventos” suyos, fueran reunidos en un solo lugar. Es que Lucy, la pequeña (y grande) Lucy Tejada, anhelaba un museo en Cali. Uno que acogiera —sino era mucho pedir— las obras de ella y de su hermano Hernando, porque ambos, nos consta a todos, hicieron de esta ciudad su más grande lienzo. Se lo dijo muchas veces a ese hijo suyo que un día no tuvo más remedio que empacar los cuadros en guacales; siempre a la espera de que alguien dijera sí. Se lo dijo también a María Thereza Negreiros, cómplice de pinceles en Cali; se lo reiteró a Martha Lucía Eastman, gestora cultural y amiga suya en Pereira.Al curador Miguel González, que vio desfilar muchas veces los lentos andares de la vejez de la maestra frente a funcionarios públicos de turno que prometieron mucho y no cumplieron. Se lo confesó a tres alcaldes de esta ciudad y a dos Ministras de Cultura. Lo repitió, con su voz grave, en entrevistas, cada vez que los periodistas la visitaban en su casa, allá en La Catleya, a los pies de Cristo Rey. No hubo caso: la obra de Hernando Tejada pende hoy en las paredes del Museo de Arte Moderno de Medellín porque Cali no supo qué hacer con ella. Con su hermana sucedió algo parecido: Lucy Tejada y Cali acabaron olvidándose con dolor. De eso se acuerda bien Alejandro Valencia esta mañana de viernes, vestido de chaqueta clara, camiseta negra y pantalones deportivos. Alejandro —ya lo dijimos— está en el Museo de Pereira. Son las diez y afuera el sol calienta a placer. Quien se encuentra en frente suyo es Rosa Ángel, una joven artista plástica, escogida hace menos de un mes por la Alcaldía de la capital risaraldense para realizar la curaduría de las obras que finalmente Lucy, ante la indiferencia de los caleños, terminó donándoles a los pereiranos, con notario público a bordo, en 2010. A partir de ese momento, rezaba el documento, Pereira tenía tres años para adecuar un espacio que albergara toda la obra donada. Su labor, explicará luego Rosa, consiste en verificar el estado de cada pieza y ajustar las fichas técnicas del inventario. Pescar grietas, rayones, rasgaduras, oxidaciones, deterioros en los soportes. Buscar hongos caprichosos que llegan con la humedad y bacterias que hacen del papel un festín. Es apenas el comienzo de un trabajo largo que tomará varios meses. Quizás seis. Luego vendrá la misión de diseñar un proyecto para preservar y difundir el material entregado. Tarea de titanes, en todo caso. Juzgue usted: en esos 162 cuadros, Lucy saluda los 13 premios nacionales de arte que obtuvo; la magia del desierto que plasmó en su serie ‘La Guajira’. Los cuadros que inspiró su nieta Mariana. Sus armadillos juguetones. Las mujeres que jamás cesó de pintar. Sus jardines, que abrevaron los colores de una infancia feliz y de escasez en Manizales.Esos autoretratos en los que se esmeró por pintarse menos bella de lo que decían los espejos. Los aguijones y púas de sus ‘Insectos’. Ese óleo inmenso llamado ‘Memoria’, que vio la luz en los 90, dedicado a su madre Ismenia Sáenz. Su favorito. Y sus niños, siempre sus niños, tal vez porque ella misma se consideró hasta sus 91 años una “especie de niña asombrada”. Allí, en esos 162 cuadros, palpitan 50 años en los que Lucy Tejada conquistó las formas expresivas más acabadas, en las que hizo de su arte rebeldía. ¡Allí estaba Lucy pintada! “Es una entrega que mi familia y yo —se le oye decir a Alejandro— venimos esperando desde hace mucho tiempo y que simboliza la vida de Lucy Tejada hacia adelante. Lo otro son las cenizas que se quedaron en la Catedral de Pereira; esa es otra historia. Hoy es como el nacimiento del esperado Museo Lucy Tejada, yo lo siento así”.Por las mejillas del hijo resbalan algunas lágrimas. Esta mañana es de júbilo, pero también de nostalgia. Es que no es fácil despedirse de ese tesoro del que fue albacea tantos años. Es el fin. ****La historia de esa breve primavera que fue el Museo de Lucy Tejada en Cali puede contarse así: en 2008, la prensa local anunció jubilosa la creación de un espacio que albergaría las obras de la artista en la Manzana del Saber. Ese sería el proyecto bandera de la Biblioteca Departamental, dirigida entonces por Patricia Alaeddine.Tras el proyecto había una nómina de lujo: la gestora cultural Amparo Sinisterra de Carvajal; los arquitectos Jaime Sáenz y Manolo Lago; la propia directora de la Biblioteca y, como curador de la obra, Miguel González. De su casa enclavada en los Farallones, la maestra alcanzó a descolgar lienzos y dibujos. 270 en total. Lucy contaba 88 años y a pesar de que la ceguera le vendaba los ojos a toda marcha, quiso hacerle a Cali un regalo más. Guiando las manos de su hijo Alejandro moldeó, en gran tamaño, las ‘Niñas Beatriz’, una de sus obras en escultura más conocidas, hecha en honor de Beatriz Daza, ceramista y amiga, que falleció en un trágico accidente. El boceto quedó en su punto: tres niñitas sobre una flor, al mejor estilo de un cuadro de Gaudí, una juguetona, otra melancólica y una más volando tras una cometa.Lo que siguió a continuación fueron nueve meses de conversaciones a las que la maestra, a pesar de sus quebrantos de salud, asistió puntual. Nueve meses que terminaron en nada. Lucy y su familia lo supieron después: tras una visita a Cali de Paula Marcela Moreno, entonces Ministra de Cultura, se dispuso que el domo de la Manzana del Saber debía albergar obras de varios artistas de la región. La Ministra había escuchado voces que criticaban que semejante espacio se le destinara a la obra de un solo artista. ¿Y la de Pedro Alcántara? ¿Y la de Óscar Muñoz?, le preguntaron. Pero la idea también se quedó en papel, como reconoce hoy Patricia Alaeddine: ese espacio es hoy un inmenso museo ‘en honor’ de la falta de voluntad política. Hasta el proyecto de la escultura de sus niñitas naufragó. Los recursos prometidos nunca llegaron. En Cali, pues, Lucy Tejada tuvo solo un montón de aduladores que le quemaban incienso a su paso. Hubo homenajes, sí: tras su muerte, el 2 de noviembre de 2011, la Gobernación del Valle le rindió honores con un decreto. Y la Alcaldía de Cali publicó una condolencia. Pero, ¿y su obra? Pese a que fue aplaudida por tirios y troyanos, pese a la admiración que despertó su rebeldía contra los libretistas del arte nacional, nadie debatió en público la necesidad de arropar su legado artístico como patrimonio de los caleños.De eso está convencido Miguel González, que habla sin disfrazar el asunto de falsas lisonjas. “No se entendió la trascendencia de que una artista de la grandeza de Lucy Tejada donara su obra para que fuera exhibida permanentemente. Se desconoce el valor conceptual y artístico de su legado. Piense no más que uno solo de sus cuadros puede costar hasta $40 millones. Lo que me temo es que el Museo de Lucy no es uno de esos eventos masivos y populares que da votos, y les sirve después a los exsecretarios de cultura cuando buscan alcanzar otros cargos públicos de elección popular”. Para González, las artes plásticas no dejan de ser la Cenicienta. “Gran parte del presupuesto se destina a festivales de música y de danza y se ignora que tenemos otras manifestaciones artísticas. Vivimos a merced de los gustos de los secretarios de cultura de turno. No valoramos nuestro patrimonio, fíjese lo que sucedió con el mural de Hernando Tejada en Palmira, que fue derribado”. La propia Lucy se había quejado en vida de “la ingratitud con que Cali había tratado a los hermanos Tejada”. Lo recuerda hoy la también artista María Thereza Negreiros quien, junto a Lucy, hizo parte de esa pléyade inolvidable de ‘El grupo taller’, protagonista de los festivales de arte de Cali en los 60.“Recuerdo haber llorado cuando se llevaron la obra de Hernando Tejada a Medellín. Ahora duele ver que la de Lucy se quedará definitivamente en Pereira porque Cali no la supo querer, pese a que toda su obra la desarrolló aquí, pese a que nunca quiso irse para otro lado y que en sus montañas murió”. Entonces, a pesar de haber dejado una obra tan bella e indestructible como su recuerdo mismo, en Cali Lucy Tejada padeció el exilio del corazón. Y ese es más doloroso que el exilio de las fronteras. ****Dos semanas después de haber recibido de manos de Alejandro Valencia las 162 piezas que componen el grueso de la obra de Lucy Tejada, Rosa Ángel, la curadora escogida en Pereira, entrega buenas noticias: “La obra en papel presenta un deterioro normal, ataques bacteriológicos que suelen llegar con el tiempo; y hay un deterioro normal en la obra gráfica por las condiciones de temperatura en las que permaneció. Pero la mayoría se conserva en buenas condiciones, incluso la obra más antigua, que data de los años 50”. Lo pudo constatar también Margarita Calle, directora de la maestría en estética y creación de la Universidad Tecnológica de Pereira, que también estuvo presente durante la entrega de la obra a la capital de Risaralda.Margarita ha seguido de cerca la lucha de la familia de la ‘maestra de la ternura’ por conseguir que Pereira diera el sí que Cali negó. Es que a pesar de que “Pereira tiene un espacio que lleva su nombre, ella esperaba que el Centro Cultural Lucy Tejada tuviera a Lucy (en el lugar solo hay un par de sus cuadros) y reconociera su valor artístico, más allá de la retórica institucional”. A cambio —agrega la docente— le otorgó unas cuantas condecoraciones, “intrascendentes para una artista de su temple”.Que al fin esa ciudad recibiera la donación de la obra de Lucy Tejada fue un capítulo feliz escrito detrás de varias páginas infortunadas. Alejandro Valencia, después de hacerse oficial el deseo de la maestra de legar su obra a su ciudad natal, tuvo que trasladar él mismo, en junio pasado, los 162 cuadros desde Cali hasta Pereira, con ayuda del Museo Rayo. “Me quedé esperando a que funcionarios de la Alcadía de allá vinieran a Cali a enterarse de qué se trataba”.A paso lento, el Instituto Municipal de Cultura y Fomento al Turismo de la capital de Risaralda tomó algunas medidas. Incluyó, por ejemplo, en el programa de Estímulos 2012 del Ministerio de Cultura una convocatoria para realizar un proyecto de investigación y creación curatorial sobra la obra y vida de Lucy Tejada. La meta —explica Adriana Vallejo, su directora— era no sólo estar preparados para recibir la donación sino para preservarla y difundirla en el tiempo. Sin embargo, tal como lo recuerda Margarita Calle, al momento del cierre de la convocatoria (junio 6), no se había presentado una sola propuesta, lo que obligó a que el plazo se ampliara hasta julio 19. Finalmente, Rosa Ángel (actual curadora del Museo de Arte de Pereira) fue la ganadora de la convocatoria.El episodio puede parecer mera anécdota. Pero, para el historiador Gustavo Lenis, es el reflejo de lo poco que dice el nombre de Lucy Tejada a los pereiranos, “al menos a los de esta generación. No hay un sentido de pertenencia hacia ella, quizá porque toda su obra la desarrolló en Cali y muchos sentimos que Lucy finalmente dejó su obra en Pereira porque en el Valle no le fue recibida”.Es la misma respuesta que, sin querer, regala Carlos Mora, un vendedor de dulces que dice desconocer “quién fue esa señora”, pese a que desde hace más de siete años trabaja en el Parque La Libertad , en pleno centro de Pereira, donde se alza el ‘Mural de los estudiantes’, un regalo de la maestra para su ciudad, realizado en 1958.Adriana Vallejo no cree que Pereira haya sido displicente con la donación. De hecho, “lo que buscamos es la construcción de un museo o parque tecnológico que albergue las obras de Lucy Tejada y se integre al espacio público. Podría ser en el Bulevar Victoria, en la edificación del Club Rialto, donde se encuentra un mural de la artista o en Expofuturo”.“Yo he practicado el olvido casi como un método”, escribió la maestra de la ternura hace muchos años. Eso mismo ha hecho Cali con muchos de sus artistas plásticos. Que Pereira no sea, pues, una nueva desilusión.

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