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La vida del médico nazi Josef Menguele es llevada al cine

‘Wakolda’ narra la historia que el médico nazi Josef Mengele, más conocido como el ‘Ángel de la muerte’ por sus experimentos con mellizos, protagonizó en Argentina, tras huir de Alemania. Basada en un libro escrito por la misma directora (Lucía Puenzo), esta película pretende mostrar un momento histórico en clave de ‘thriller’, pero se queda en el intento, abandonándonos a nuestra suerte en el momento más dramático.

18 de mayo de 2014 Por: Claudia Rojas Arbeláez | Especial para GACETA

‘Wakolda’ narra la historia que el médico nazi Josef Mengele, más conocido como el ‘Ángel de la muerte’ por sus experimentos con mellizos, protagonizó en Argentina, tras huir de Alemania. Basada en un libro escrito por la misma directora (Lucía Puenzo), esta película pretende mostrar un momento histórico en clave de ‘thriller’, pero se queda en el intento, abandonándonos a nuestra suerte en el momento más dramático.

La historia que ocurre en los días posteriores a la Segunda Guerra Mundial tiene por escenario la Patagonia argentina, que en aquel entonces era el uno de los refugios más seguros para los fugitivos perdedores. Allí encontramos a un viajero solitario que busca la compañía de alguien a quien pueda unirse en caravana en su viaje hacia el extremo sur. El hombre misterioso resulta ser un alemán que viaja con un nombre falso, y a quien poco después identificaremos como Josef Mengele, el médico nazi que se ganó su apodo de ‘angel de la muerte’ gracias a los muchos experimentos que realizó en los campos de concentración buscando encontrar aquella perfección racial en personas pequeñas y en mellizos. Ahora Mengele ha huido de Alemania y se ha refugiado en Argentina y busca con quien llegar al sur. Así es el arranque de una película que lleva por nombre ‘Wakolda’ y que está dirigida por Lucía Puenzo, quien también escribió una novela homónima y que, tal vez por eso mismo, expone de manera tan prolongada tantos detalles y subtramas antes de adentrarse en la verdadera acción. Entonces asistimos a la naciente amistad entre este médico y una niña de doce años que se llama Lilith y sí (¡así de obvio!) es pequeña. Ella, por su parte, está dejando de ser niña y se siente atraída, aunque este sentimiento apenas se sugiere, por él. Unas cuantas horas después Mengele ha logrado la confianza de los padres de la niña y viaja con ellos por cientos de kilómetros para después instalarse como su huésped en su hostería.Así quedan expuestos el tablero y las fichas. Que empiece el juego. Sin embargo, la gran promesa se torna insignficante y la película empieza a llenarse de agua a medida que avanza la trama. Porque días después de ubicarse con la familia, el médico se hace a la confianza de la niña y de la madre que está embarazada —¡y aquí Puenzo nos regala otra obviedad!— de mellizos. Sí, el escenario no podría ser más ideal para el médico, ni menos predescible para quienes asistimos a una película en la que no hubiera estado de más un poco de inteligencia.Entonces surge este sentir incómodo, esta sensación de ya haber visto esta película antes y que lo que pretende revelarse como algo novedoso, nos parece un cuento ya concluído y no precisamente de uno que está sucediendo ante nuestros ojos. A medida que avanza la película nos encontramos con situaciones y detalles que son más legado de la literatura que producto de la dramaturgia. La explicación de esta falta de sorpresa recae en el hecho de que Puenzo sea quien adaptó su propia novela. Por esto, tal vez, no logró romper estructuras ni exponer a sus personajes de otra manera. Así que resulta molesto, por no decir ofensivo, que nos cuenten esta historia con plastilina. Acá no hay espacio para la duda sino para la confirmación; la misteriosa fotógrafa resulta ser una espía israelí y los mellizos nacen antes de tiempo, dándole al doctor toda la oportunidad de experimentar. Como estas hay varias situaciones, entre ellas las burlas de las que Litith es objeto en el colegio por su tamaño. Aburrida por la situación, le suplica a su madre que deje que el doctor la ayude; después de todo, él promete hacerla crecer , y la madre, claro, accede.Llegados a este punto, la belleza de la Patagonia empieza a seducirnos más que la tensión que pretende despertar su directora. No basta con mostrar a este médico garabateando un cuaderno en el que consigna todas sus investigaciones, pruebas y expectativas. Como tampoco resultan tensionantes los cuadros de fiebre que sufre la niña por consecuencia del tratamiento al que se expone. No funciona porque todo parece estar contado con la cabeza y no con las intensiones de unos personajes orgánicos. Todo este esfuerzo por contender la historia tiene como propósito crear un ‘thriller’ que nos mantenga al borde de la silla, pero se queda en el intento. Aquí, por supuesto, no faltan los simbolismos: el padre que fabrica muñecas y el médico que quiere también convertirse en socio creando una niña perfecta. Una que se parezca a Lilith, pero que tenga las medidas exactas, proporcionadas. Entonces, solo entonces, recordamos que entre el médico y la niña sugió aquella especie de tensión bizarra y que se quedó en el tintero del planteamiento. Tal vez era solo un distractor, algo de lo que se valió la directora para armar una historia que no logra superar la anécdota. Aquí sobran peripecias orden y cordura, sobran las posturas definidas de personajes que no cambian ni evolucionan. Pero entonces, ante tanto control, ¿cómo justificar el final? Después de traernos hasta este punto, ¿es en serio que no vas a contarnos nada más? ¿Esto era todo?Así ‘Wakolda’ se queda a mitad del camino entre una película que tiene elementos para ser buena, entre ellos la actuación de Álex Brendemühl (‘Rabia’, 2009), una buena disculpa y otra más regular en la que priman la obviedad y la falta de sorpresa.

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