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Federico García Lorca, 80 años después de su fusilamiento, sigue siendo noticia

El 19 de agosto se cumplen 80 años del fusilamiento de Federico García Lorca a manos del régimen franquista. Perfil de un poeta que con su obra, pero también con su vida, sigue influenciando a generaciones de artistas.

14 de agosto de 2016 Por: Santiago Cruz Hoyos | Periodista de GACETA

El 19 de agosto se cumplen 80 años del fusilamiento de Federico García Lorca a manos del régimen franquista. Perfil de un poeta que con su obra, pero también con su vida, sigue influenciando a generaciones de artistas.

Repetimos los versos de Lorca todo el tiempo. “Verde que te quiero verde”, decimos, dicen, sobre todo los hinchas de equipos de fútbol de uniforme verde, sin saber que la frase viene de un poema suyo, de Lorca: ‘Romance sonámbulo’.

Verde que te quiero verde/Verde viento/ Verdes ramas. El barco sobre la mar y el caballo en la montaña… Verde que te quiero verde/ grandes estrellas de escarcha,  vienen con el pez de sombra  que abre el camino del alba…

Sus versos dejaron de ser suyos, para ser, entonces, los versos del pueblo. Y ahí, dice la poetisa venezolana radicada en Cali Betsimar Sepúlveda, está parte de su inmortalidad.

Porque 80 años después de su fusilamiento (19 de agosto de 1936) seguimos recordando a Lorca.

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Federico García Lorca todavía  es noticia. La más reciente se conoció hace apenas días. Según la Asociación Verdad, Justicia y Reparación existe un corral de ganado, un establo, en la zona Peñón del Colorado de Alfacar, en Granada, España, donde  estarían sus restos.

En el comunicado de prensa, la Asociación explica que todo el terreno podría estar repleto de fosas comunes de la Guerra Civil española en las que se podrían encontrar los despojos de unos 2000 desaparecidos, víctimas del franquismo. 

La Asociación Regreso con Honor, que se encarga justamente de buscar esas fosas comunes de la Guerra Civil, anunció que en septiembre próximo iniciará las excavaciones para además de dar con los restos del poeta, encontrar también a quienes, al parecer,  estaban junto a él cuando lo fusilaron: el maestro de escuela Dióscoro Galindo y los banderilleros Joaquín Arcollas Cabezas y Francisco Galadí.

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Lorca murió muy joven, 38 años, y sin embargo, ya era un poeta mundialmente conocido. Nació el 5 de junio de 1898 en Fuente Vaqueros, un municipio de Granada, y a los 17 tocaba el piano y estudiaba Filosofía, Letras y Derecho. En 1928 fundó una revista, Gallo, y en 1931 un grupo de teatro universitario con el que recorrió su  país, La Barraca.  

Y claro, escribía. Su primer libro en prosa fue ‘Impresiones y paisajes’ (1918), y diez años después publicaría ‘Primer romancero gitano’, que tuvo muy buena crítica y sobre todo,  lectores.  Versos con un tono muy local, la cultura gitana, el folclor andaluz. “Poeta costumbrista”, lo empezaron a llamar.  Y a él eso le incomodó.

“Los gitanos son un tema. Y nada más. Yo podía ser lo mismo poeta de agujas de coser o de paisajes hidráulicos”, escribió. “No quiero que me encasillen. Siento que me van echando cadenas”.

Tal vez por eso ‘Poeta en Nueva York’, el poemario que escribió entre 1929 y 1931, contiene a otro Lorca, más moderno, más vanguardista, escribiendo de la manera que nadie más lo había hecho hasta ese momento, dice el escritor José Zuleta.

Aunque Lorca no solo era poeta, no solo era dramaturgo. También fue un gran dibujante, ensayista. Un artista integral, le ‘encasillan’. Entre sus amigos estaban Luis Buñuel,  Salvador Dalí, el poeta Juan Ramón Jiménez y el compositor Manuel de Falla y tantos otros intelectuales de distintas artes que pudieron  influenciarlo.

Cuando Lorca regresó a España en 1934 después de un viaje a Nueva York, Cuba, Argentina y Uruguay, la política se empezaba a caldear.  Él, mientras tanto, utilizaba su obra para sentar una posición, para decir lo que pensaba.  

Durante dos años recorrió España con La Barraca, presentando montajes que representaban, como dice el dramaturgo y director del teatro Esquina Latina de Cali,  Orlando Cajamarca, no a los que hacían las leyes, sino a quienes debían soportarlas. Un mes antes de su muerte Lorca escribió  ‘La casa de Bernarda Alba’ que retrata el machismo de la sociedad española de entonces y de la humanidad entera, por ejemplo, cuando ser homosexual era (¿era?) una ofensa. La militancia que, tal vez,  incomodó a ciertos generales.

El 14 de julio de 1936 Lorca llegó a Huerta de San Vicente, la finca de la familia. Tres días después se produjo la sublevación militar contra La República, el régimen democrático que dirigía  a la  España de entonces. El 20 de julio sucedió la toma de Granada. Al frente de los militares golpistas estaba un hombre llamado Francisco Franco, quien recibiría apoyo de otros dictadores, Hitler y Mussolini. Fue cuando empezó la Guerra Civil Española.  Cuando terminó, en 1939, se inició la dictadura franquista que duró 36 años.

Según su biógrafo, Ian Gibson, a Lorca, entonces, lo  acusaron de espía, secretario del dirigente de izquierda Fernando de los Ríos y homosexual. Esas eran ‘razones’ suficientes para detenerlo. En un pueblo de la provincia de Granada llamado Víznar pasó encarcelado su última noche. El 19 de agosto  lo fusilaron. Su cuerpo fue arrojado a una fosa hasta ahora desconocida.

Según la historia, Juan Luis Trescastro, uno de sus ejecutores y familiar del padre de Lorca, dijo haberle pegado dos tiros en las nalgas “por maricón”.

Gibson, en una entrevista concedida al periodista Alejandro Torrús, del diario Público, agregó sobre la muerte de Lorca:

- Lo mataron por rojo, por homosexual y también por envidia. La envidia mata. Sin televisión, el poeta ya era un hombre famoso y una figura internacional. Había triunfado en Buenos Aires y en Nueva York. El Defensor de Granada, diario progresista, lo pone por las nubes. El Ideal, el periódico de editorial católica, ni menciona a Lorca. Ya hay una Guerra Civil en la prensa. Además, tiene en contra la historia de su familia. Su padre era un terrateniente muy rico gracias a la remolacha de azúcar, pero era un liberal, muy amigo de Fernando de los Ríos, que tenía enemigos mortales dentro de la CEDA (ConfederaciónEspañola de Derechas Autónomas). Obviamente, Franco no mató a Lorca personalmente, pero lo mató el nuevo régimen. Y, ojo, Lorca ayudó a derribar el régimen de Franco. Tras años de censura, el régimen tuvo que publicar las obras de Lorca. Había un clamor para leer a Lorca y Franco tuvo que ceder. Se rindió y dio permiso a Aguilar para publicar las obras completas, que luego no eran completas.

El escritor Juan Gustavo Cobo Borda, quien escribió una semblanza de Lorca que se encuentra en un libro publicado por la Universidad Autónoma de Bucaramanga, ‘Retrato de poetas’, dice que en el caso de la muerte de Federico en realidad tuvo que ver todo: su homosexualidad en la época, pertenecer a una clase española pudiente, ser un señorito que se había formado en la famosa Residencia de Estudiantes en Madrid. Aquello lo hacía sospechoso en la España de entonces, lo ponía en la mira de ciertos militares y de los ‘bien pensantes’. Como una cruz de la que no lo pudieron salvar ni siquiera amigos como el poeta Leopoldo Panero, que era pariente de  Carmen Polo,  la esposa de Franco.

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Si muero, dejad el balcón abierto. /El niño come naranjas. (Desde mi balcón lo veo)./El segador siega el trigo. (Desde mi balcón lo siento). /¡Si muero, dejad el balcón abierto!

‘Despedida’, de Federico García Lorca.

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Cuando la poetisa Betsimar Sepúlveda escuchó la frase que se repite como refrán popular, “verde que te quiero verde”, quiso saber su origen. Un niño es, sobre todo, alguien curioso. Y como en su niñez no había Internet, se fue a los libros. Entonces descubrió a Lorca. Y lo que primero le llamó la atención fue la musicalidad de sus versos. Federico, por cierto, también era músico.

- Quedé atrapada en ese  ritmo. Y luego por supuesto me identifiqué con sus luchas, con su militancia política, de género, y quedé prendida no solamente del Lorca como poeta, sino del Lorca como hombre. Cada autor tiene una especie de escritor totémico. Nos ponemos bajo la luz de un maestro. O de varios. Yo particularmente tengo como un altar propio de varios escritores, en el que está García Lorca. Él es de esos escritores  a los que siempre le voy a rendir culto, porque le debo mucho. 

¿Qué sucede con su poesía? Es consecuente. Es decir: cada poeta debe ser consecuente tanto en la manera como vive, como piensa, como en la manera en que escribe. Y eso es García Lorca. Como vivía, escribía. Aún con ese monstruo que tenía encima haciéndole mella, fue un militante activo con su obra. No en vano murió en su ley. Fue asesinado no solamente por su condición sexual sino también por su condición intelectual,  artística. 

A los totalitarismos no le gusta la gente ‘sentipensante’, como decía Eduardo Galeano. Gente que no separa la razón del corazón, que siente y piensa.  Y eso era García Lorca. Al ser humano lo salva de la muerte, del olvido, el tamaño de la huella que deja. Y Lorca lo hizo en ambos sentidos: dejó huella con su obra, pero también con su militancia. Cuando un autor no es consecuente termina cayendo. Eso no se puede sostener. Como dioses con pies de barro. A Lorca entonces lo sostienen su vida y su obra.

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Como los grandes hombres, sin embargo, no todos lo aman, no todos  admiran sin reparo a Lorca. En el libro ‘El Palabrista’,  textos recogidos por Esteban Peicovich, se lee lo siguiente:

“Jamás me gustó Lorca. Vi ‘Yerma’ y la encontré tan estúpida que me marché del teatro. No podía soportarlo. Lorca no era un pensador, pero creo que tenía un don para las palabras. Su mundo era un mundo prácticamente de palabras. Un mundo de metáforas chocantes. Charlé con él en Buenos Aires. Me pareció un hombre que actuaba, que representaba un papel. Yo he vivido en Andalucía y los andaluces no son nada así. Tal vez pensó que en Buenos Aires debía mantener ese personaje. Bueno, pues cuando yo conocí a Lorca, él era un andaluz profesional. Quería deslumbrarnos. Me dijo que estaba muy preocupado por un personaje muy importante del mundo contemporáneo. Un personaje en el que se podía leer toda la tragedia de  Estados Unidos. Siguió hablando de esa manera hasta que le pregunté cuál era ese personaje. Resultó ser Mickey Mouse. Supongo que intentaba hacerse el vivo”. 

Firma: Jorge Luis Borges.

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El dramaturgo Orlando Cajamarca está del lado de los que admiran incondicionalmente a Lorca. Incluso cada 5 de junio, cuando se celebra el natalicio del poeta, presenta en su teatro, Esquina Latina, una obra en su honor. La muerte, en cambio, no la tiene tan presente.

-  Soy de celebraciones, no de conmemoraciones.

Cajamarca calcula que empezó a leer a Lorca en el bachillerato, y sus versos los utilizó para conquistar sus primeros amores, “mis primeros intentos de seducción”.

Después esos versos, la obra lorquiana en general, influenciaron  su dramaturgia. Tanto que Cajamarca quiso rendirle una especie de tributo, un agradecimiento, con una obra que se llama ‘Elegía… Lorca’, Premio Iberoamericano de Dramaturgia Alejandro Casona, Principado de Asturias, 2004.

Es la historia de un hombre que, como Orlando Cajamarca, busca desesperadamente a Federico, se busca a sí mismo como creador recorriendo el mundo del poeta español.

- Lorca ha sido como un faro en mi vida. Su influencia es integral, tanto con su obra como en la manera de vivir. Sus textos, la potencia de su dramaturgia, al igual que su posición contestataria. En la obra que escribí sobre él, de alguna manera, me reflejo. Es una imagen especular, que parece pero que no es. El personaje que busca a Lorca es metafóricamente la misma búsqueda del arte. Uno siempre está buscando el punto de llegada y nunca lo encuentra. Por fortuna eso hace parte del espíritu artístico.  Nunca se está satisfecho. El arte es un camino de incertidumbre. Y  el espíritu lorquiano es ese.

Pero definitivamente las obras dan cuenta de uno, y en este caso da cuenta de esa ansiedad que tengo  tan tenaz de capturar el espíritu lorquiano.

Lorca, pese a su muerte prematura, además, dejó una vasta obra. Fue prolífico. Típico de los grandes hombres. Uno se siente mal, incluso. Pasa y pasa el tiempo y no ha hecho ni la milésima parte de estos grandes personajes. Por desgracia todos estos personajes maravillosos mueren jóvenes. Es una paradoja de la vida. Y muchas veces la muerte temprana mitifica, porque deja vacíos y esos vacíos los llena el mito. 

Eso sucede con personajes que son dimensionadas en lo que les faltó hacer. Eso se cumple en el escritor caleño Andrés Caicedo, por ejemplo. Es un personaje muy grande, muy importante, pero el mito ha llenado lo que hubiera podido hacer y no hizo. En el caso de Lorca su obra fue muy prolífica para su edad. Y también un elemento muy importante fue que su posición ante el mundo, el tomar partido no por los que hacen las leyes sino por los que las padecen, que es un sentimiento de grandeza, también  lo inmortaliza.

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Federico García Lorca, entonces,  sigue siendo noticia. Otra de las más recientes tienen que ver con su legado: manuscritos, obras de arte, partituras, dibujos que están avaluados en 22 millones de dólares.

Los objetos se encuentran en la Residencia de Estudiantes, en Madrid, a cargo de la Fundación García Lorca dirigida por la sobrina del poeta, Laura. El gobierno español, sin embargo, destinó un centro en Granada que está recién construido -  es a pruebas de terremotos - y que tiene como propósito proteger la memoria de Lorca.

Entre la familia del poeta y el gobierno aún no se han puesto de acuerdo sobre quién  controlará el centro. Y en la misma Fundación hay problemas. El gerente está siendo investigado por un juez debido a una mala gestión de recursos públicos. Fue la misma presidenta de la Fundación García Lorca, Laura,  quien lo denunció.

Un año después de haber sido abierto el centro para la conservación de la memoria de Lorca en Granada, continúa vacío.

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Lorca fue también un conferencista prodigioso  que se enfrentaba a temas enigmáticos: el significado del duende en la poesía,  los secretos del alma gitana, los faraones, dice el poeta Juan Gustavo Cobo Borda.

Lorca tenía eso. Era un ser misterioso, como poseído, y con un espíritu de la amistad muy travieso que se deja ver en las cartas que le escribió al periodista y escritor colombiano Jorge Zalamea, quien aseguraba que Lorca, como buen gitano, tenía cualidades adivinatorias, intuitivas.

En  una ocasión, de hecho, cuando Lorca conoció al presidente Alberto Lleras -  se lo presentó   Zalamea -  no le dirigió la palabra. Zalamea le preguntó qué había pasado, y Lorca le dijo: “no me gustan los animales de sangre fría”. Alberto Lleras resultó ser un político distante, sin carisma.

La relación de Lorca con Zalamea  es de las pocas relaciones directas entre el poeta y Colombia, aunque su obra ha permeado a las obras de autores colombianos. ‘La Casa Grande’, la única novela  de Álvaro Cepeda Samudio, se inspiró  en parte en la ‘La Casa de Bernarda Alba’ de Lorca que,  dice el escritor José Zuleta, fue un ‘contaminador’. Inspiró a otros a arriesgarse, o  a imitarlo. Arriesgarse, porque hacía cosas que nadie hacía, como rimar un apellido.

Juan Gustavo Cobo Borda dice:

- A mí lo que me parece es que tras su muerte, Lorca pasó a representar el símbolo del poeta contra un poder infame. Y como pasa siempre, los políticos demagogos, altisonantes, dictatoriales, la historia los arroja al basurero que se merecen. En cambio, solo siguen subsistiendo los versos.

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No quise. No quise decirte nada. Vi en tus ojos dos arbolitos locos. De brisa, de risa y de oro. Se meneaban. No quise. 

Federico García Lorca.

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