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El violinista Itamar Zorman, se presenta en el Festival de Arte de Cali

Itamar Zorman tiene apenas 26 años, pero exhibe algunos de los más prestigiosos premios musicales del mundo, como el Concurso Internacional Tchaikovsky 2011 en Rusia, que acaba de ganar.

7 de noviembre de 2011 Por: Redacción de El País

Itamar Zorman tiene apenas 26 años, pero exhibe algunos de los más prestigiosos premios musicales del mundo, como el Concurso Internacional Tchaikovsky 2011 en Rusia, que acaba de ganar.

Tal vez no sea aún tan mediático como su compatriota Itzhak Perlman o como la alemana Anne-Sophie Mutter, también violinistas, pero ya es citado por la prensa como un “virtuoso de las emociones”.Ese joven es el mismo que el viernes pasado fue solista invitado en el concierto de gala que la Filarmónica de Cali hizo en la Sala Beethoven, bajo la batuta del venezolano Eduardo Marturet.De la orquesta local aseguró: “Son muy buenos músicos y me sentí conectado con ellos. Tienen buen nivel y son apasionados y entusiastas con la música”. Con su visita a Cali comenzó el ‘descubrimiento’ de América Latina para él: “Yo había tocado en México, pero ésta es la vez que he estado más al sur. En los días pasados en Cali he podido absorber algo de la atmósfera latinoamericana y lo quise transmitir en mi presentación”, dijo.Antes de su llegada, muchos creían que usted es brasileño por el nombre Itamar.Siempre me lo preguntan. Pero también es muy común en Israel; tiene origen bíblico, muy antiguo, me parece que en el Éxodo.Su trayectoria es larga para un joven...Desde los seis años comencé a tocar, pues vengo de familia musical. Es una pasión que ha ido aumentando gradualmente.Israel es tierra de violinistas...Desde muy pequeños nos citan como puntos de referencia a grandes músicos y nos dicen: “Si él lo logró, tú también puedes”, y nos hablan de David Oistrakh, Jascha Heifetz y Yehudi Menuhim.¿Cuáles son sus compositores favoritos?Johannes Brahms y Franz Schubert, por la emoción que transmiten en sus composiciones, que yo trato de transmitir cuando las interpreto.El premio Tchaikovski lo consagró entre los grandes, ¿qué satisfacción le dio?El hecho de estar en esa competición y poder ir a Rusia, un país por el cual siento afecto, porque mi novia es rusa; Israel fue poblado por judíos nacidos en Rusia, muchos de los cuales eran músicos, todo eso hace que ese premio tenga un significado muy especial. Además, el último israelí que lo ganó fue hace 50 años. Ganarlo me permitió retomar todos esos significados.¿Tiene otra relación más con Rusia?Mis abuelos maternos eran rusos.Ah, corre música rusa por sus venas(ríe) Sí, pero lo que me hace amar a Tchaikovski es que su música salía de su corazón para llegar a los corazones de las demás personas. Ahora la competencia es con los violinistas coreanos y los chinos...Sí. En la orquesta de la Escuela Julliard hay como 20 violinistas asiáticos.Dicen que son técnica y cero emociónConozco algunos violinistas asiáticos emotivos, que transmiten el mensaje de la música, pero otros no. A usted lo califican de emotivo...Para mí es un factor muy importante, porque cada nota debe transmitir algo al oyente. No sólo la técnica cuenta. ¿Qué piensa de la orquesta de árabes y judíos de Daniel Barenboim?Me parece excelente. La música es la mejor manera de acercar a las personas y las comunidades. Tengo amigos que hacen parte de esa orquesta y me gustaría algún día tocar con ella. Barenboim es un músico maravilloso y ojalá algún día toque con él.¿Con cuáles directores ha tocado?Acabo de hacerlo con Valery Gergiev en Rusia. ¿Puede llevar la vida normal de un joven?Sí, aunque a veces es agotador. Pero puedo conocer gente y muchos lugares. Yo tuve educación normal, con amigos y jugué fútbol y baloncesto, en fin.¿Y cómo es la relación con su novia?Ella es pianista y también estudia en la Julliard, en Nueva York. Hacemos parte del Trío de Piano Lisandro. Ahora que vino a Cali, ¿dónde hay más tensión en las calles? ¿Aquí o en Israel?Más que comparar tensiones, son similares el clima y la calidez de las personas. Y sobre inseguridad, aquí no la he sentido.

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