Crítica a película 'Carol' dirigida por Todd Haynes
Carol protagonizada por Cate Blanchett se ubica en un momento de la historia donde la atracción y el amor entre dos mujeres era algo impensable.
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28 de feb de 2016, 12:00 a. m.
Actualizado el 20 de abr de 2023, 11:36 p. m.
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Carol protagonizada por Cate Blanchett se ubica en un momento de la historia donde la atracción y el amor entre dos mujeres era algo impensable.
Therese tiene poco más de 20 años y trabaja como cajera de una tienda departamental en Manhattan.
Tiene un novio que quiere recorrer Europa con ella y hasta pedirle que se casen. Ella, sin embargo, no está segura de querer hacerlo. Es más, tampoco sabe a ciencia cierta qué siente, mucho menos ahora que ha conocido a esa elegante mujer que le pide que sean amigas.
Therese no puede evitarlo y una fuerza poderosa que ni ella misma comprende, la lleva a acercarse a esta mujer. Un almuerzo, una visita y unos cuantos regalos le otorgarán el impulso necesario. Poco después, casi como un accidente del destino descubrirá que aquello es amor.
Esta, que podría ser una historia de amor como cualquier, otra tiene un problema: Ocurre en 1950. Este detalle, por supuesto, nos lleva a pensar de nuevo la historia.
En este contexto neoyorkino de los 50, en una época en que apenas si podría entenderse la separación entre los matrimonios, que una mujer se sintiera atraída por otra no era menos que escandaloso.
Pues de esto va un poco la película que lleva por nombre Carol y que está dirigida por Todd Haynes, un director al que le gusta y se le da esto de hacer del cine una bella colección de imágenes en movimiento que parecen pinturas.
De ahí que la producción sea una hermosa apuesta visual donde la sutileza de la mirada, los roces, la admiración y la atracción cobran gran importancia en un contexto donde la prohibición social imperaba hasta en el reino de la mente.
El guión de la película es una adaptación de la novela El precio de la sal / Carol escrita por la gran Patricia Highsmith en 1952 bajo su seudónimo de Claire Morgan y que solo treinta y tantos años después sería reditada bajo el título de Carol y llevando su verdadero nombre en su portada.
Es fácil comprender por qué prefirió permanecer al margen de su obra durante tanto tiempo. No solo por el contenido y la época sino porque en vida la compleja Highsmith cargó en silencio con su homosexualidad; esta novela sería de alguna manera una abierta declaración social.
De ahí que la maestra del suspenso a quien recordamos con novelas como Dos extraños en un tren, El caso del señor Ripley y El temblor de la falsificación, por mencionar algunas, tenga en Carol una novela romántica con un aparente y tenso final feliz.
La película, por supuesto, sabe nutrirse de este argumento y en medio de su conflicto aparecen actores como el prejuicio, la censura y el castigo social en un universo heterosexual donde la tradición daba la última palabra.
Todo contado con un femenino punto de vista que construye la atracción silenciosa y el discreto acercamiento entre dos mujeres de mundos y edades distintas: Therese interpretada por Rooney Mara (Efectos secundarios, Her y La red social) y Carol, que corre a cargo de Cate Blanchett (Blue jazmín, El aviador y La reina Elizabeth).
Así, la película que empieza en una tienda departamental en vísperas de cualquier navidad de los años cincuenta, pronto se traslada a espacios más íntimos como los autos, los apartamentos, las salas y las terrazas que servirán de escenarios propicios en el ingenuo enamoramiento de una joven que apenas despierta al amor y una mujer experimentada que la seduce con libertad, pues ya no está dispuesta a fingir lo que no es.
Este romance que empieza como una tímida atracción y que empieza a surgir con naturalidad, genera en los espectadores la promesa de estar frente a una película que bien podría ser valientemente erótica y arriesgadamente irreverente. Pero no lo es.
Estos elementos que están servidos en la mesa y que podrían convertir la trama en una tensa historia de secretos y descubrimientos con sus terribles consecuencias, empiezan a olvidarse.
Así como se pierde la tensión que seguro se siente en las líneas de Highsmith con el escándalo que podría ser en aquella época ver a un par de mujeres que asumen su romance. La culpa quizá la tenga el tercer acto, que resulta atropellado y poco generoso con el espectador que ha aguardado pacientemente por él.
Igual sucede con las reacciones naturales del exesposo de Carol, con el rechazo social y el duro debate interior del descubrimiento sexual se diluye en una película demorada en su arranque e indiferente en su resolución.
Entonces de la manera más estética posible, la tensión termina brillando por su ausencia y estancada queda la acción en una película que pone al espectador en la incómoda postura del que espera, espera y espera algo que al final llega pero de manera tibia y temerosa. ¿Asunto de época? Puede ser pero también puede haber un poco de desconocimiento del género como tal.
¿Será acaso que Todd Haynes entiende por suspenso la distensión y la ausencia dramática?
Por eso Carol, la novela que el momento de su lanzamiento se convirtió en un libro paradigmático y muy importante para la literatura de temáticas homosexuales, se extravía en una película a la que tal vez le faltó definición y arrojo y que terminó quedándose en la mitad del camino: Entre una historia que pudo haber sido más hermosa, más dramática y más polémica y entre otra más erótica y más radical. Es una película a la que seguro le sobran unos cuarenta minutos.
* Docente Universidad Autónoma de Occidente.
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