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'Chocolate', la historia del primer payaso negro

‘Chocolate’ narra la historia de Rafael Padilla, el primer payaso negro que vivió en la Francia del siglo XIX. La película, exquisita en su dirección artística y actores, supera su condición biográfica para desnudar la vergüenza del racismo.

30 de octubre de 2016 Por: Claudia Rojas Arbeláez* / Especial para Gaceta

‘Chocolate’ narra la historia de Rafael Padilla, el primer payaso negro que vivió en la Francia del siglo XIX. La película, exquisita en su dirección artística y actores, supera su condición biográfica para desnudar la vergüenza del racismo.

Acostumbrado a su diferencia, el joven moreno guarda silencio y solo abre su boca para asustar a los niños que asisten al circo donde trabaja como una atracción terrorífica.

Nadie le ha preguntado cómo se llama, en realidad a nadie parece interesarle. Salvaje, caníbal, eslabón perdido… ¿Qué mas da? A él no le resulta extraño, de hecho está acostumbrado a no ser nadie desde su niñez. El país del que procede y del que solo conserva recuerdos, le habla de esclavitud y servidumbre, de malos tratos y soledad.

Ahora es un adulto y aunque vive a muchos kilómetros de distancia de su lugar de origen, sigue siendo tratado de la misma manera, tan esclavo como entonces.

Corre el siglo XIX y en la Francia que habita, tener su color de piel es motivo suficiente para ser tratado con desprecio y ser observado con morbosa curiosidad. Por eso cuando el payaso Foottit, en busca de la reinvención de su espectáculo, le propone que trabaje como su pareja de escenario, no duda en aceptar. La idea de hacer reír en lugar de provocar miedo, lo seduce, así eso implique dejarse pegar, patear y corretear.

A partir de ese momento su nombre artístico sería Chocolate y este par de hombres darían un giro al espectáculo de los payasos al introducir el dúo Carablanca-Augusto.Entonces nos adentramos en ‘Chocolate’, protagonizada por Omar Sy (‘Amigos intocables’, ‘Samba’ e ‘Infierno’), una película basada en un libro homónimo y, mucho más allá de esto, en la vida real de un hombre cuyo legado estuvo mucho tiempo oculto para muchos. La película, sin embargo, es mucho más que una simple biografía.

Aunque en su planteamiento se precipita en contarnos con lujo de detalles, actos y cotidianidad circense, el ascenso y éxito de este hombre pronto cambia de tono para mostrarnos su verdadera intención. Hay una realidad que subyace debajo del espectáculo de golpes y ridiculización que todos asumen como natural.

Esta información parece llegarle a su protagonista a mitad de la historia, en la cumbre de su éxito, cuando se percata que eso de la igualdad, fraternidad y libertad no es más que una mentira porque triunfar solo está permitido para los blancos.

Entonces la película cambia su tono, dejando de ser la romántica historia del pobre que triunfa a pesar de las adversidades para convertirse en una historia más pausada, más dramática y reflexiva. Tras las cumbres de la fama, el dinero y el exceso, se esconden la soledad, los vicios y la resignación.

Así, en medio de la fortuna, Chocolate es víctima de su condición al ser encarcelado por no tener documentos. Allí conoce a otro hombre igual a él que le abre los ojos y le hace saber el lugar que está ocupando ante la sociedad. Las palabras de aquel mentor calan en lo profundo de su espíritu dejándolo inquieto y haciéndolo tomar una postura sobre lo que hace.

La procesión avanza por dentro y aunque por fuera sigue siendo aquel Augusto que se deja golpear en escena, no puede evitar no recordar a su padre que en su natal Cuba era mayordomo y bufón de unos hacendados españoles. Han pasado los años es verdad, y aunque ya no es aquel esclavo que fue vendido por su padres, aunque ahora se mueva entre los ricos y las mujeres blancas le sonrían, se ha convertido en su padre: es un bufón al servicio de los blancos. 

El cambio también trae consecuencias en el espectador desprevenido que, sin darse cuenta cómo ni cuándo, ahora ha pasado de las risas a la tristeza y a la desolación.

La producción, que tiene una duración aproximada de dos horas, se esfuerza por ser fiel a la realidad, mostrándonos la naturaleza del hombre que en realidad existió. De ahí la complejidad de un personaje bien construido, con inseguridades y bajas pasiones e interpretado maravillosamente por Sy, quien comparte escena con James Thierree.

En escena este par de actores logran trasmitir la chispa que podemos observar en los pocos videos que aún se conservan de la pareja original y exploran los bemoles de una amistad compleja nacida del interés y la dependencia.

Con una exquisita dirección de arte ‘Chocolate’ nos introduce en el mundo del circo. Podemos tomarnos el tiempo de deleitarnos y reír con varios de los actos creados por este par de payasos que no solo revolucionaron el espectáculo sino que llegaron a ser parte de la película de los hermano Lumiere y de las ilustraciones de Lautrec. Momentos a los que también hace referencia la película que, sin duda, pasará a la memoria de los espectadores por mostrarnos más que una biografía.

Ahí está la fortaleza de ‘Chocolate’, en inquietar el alma, en reír pero también en hacernos sentir vergüenza de la humanidad. Esta no es una cinta más sobre un comediante que murió en el anonimato a los cincuenta años. Es, entre otras cosas, una crítica y un señalamiento al racismo y a la desigualdad.

*Docente Universidad Autónoma de Occidente. @kayarojas

Aunque logre moverse entre los ricos de Francia y las mujeres le sonrían, este hombre descubre que se ha convertido en su padre: un bufón al servicio de los blancos.

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