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Los agricultores se quejan de altos costos de insumos durante la actual emergencia. | Foto: Bernardo Peña / El País

VALLE DEL CAUCA

La tenacidad del agro vallecaucano para que no falten alimentos por la crisis

Muchos finqueros del Valle siguen labrando la tierra y sacando sus cosechas a los centros de consumo para que no falten alimentos en los hogares y hacen donaciones.

17 de mayo de 2020 Por: Alfredo García, reportero de El País

Trabajando de sol a sol, y casi siempre a pérdida, muchos agricultores vallecaucanos continúan sacando sus cosechas a los centros de consumo a pesar del Covid-19 para que en los hogares no falten alimentos.

Se trata de un esfuerzo casi titánico con el que los dueños de las fincas buscan proteger el empleo y la salud de sus trabajadores asumiendo altos costos de producción, insumos por las nubes y los impactos del clima. Todo, con escasas ayudas, dado que son muy pocos los afortunados que han logrado créditos o subsidios del Gobierno para financiar su actividad.

Las actuales restricciones en la movilidad han sido otro obstáculo para los agricultores, ya que por tratarse de alimentos perecederos se corre el riesgo de que se deterioren y haya pérdidas durante su transporte.

En lo anterior incide también el mal estado de algunas vías rurales, lo que dificulta la salida de las cosechas a los centros de consumo.

Frente a la tarea sin descanso de los empresarios del campo, Francisco Lourido, expresidente de la Sociedad de Agricultores del Valle, SAG, resalta que más allá de la pandemia, el sector requiere de mayor apoyo gubernamental para fortalecer su productividad.

Y desde esa óptica señala que es hora de pensar en las exportaciones y aprovechar más las zonas de ladera, ya que se trata de una oportunidad de oro para el agro regional.

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Estas son tres de esas historias de empresarios del campo que le ponen el pecho a la crisis en el Valle.

Ejemplo de tenacidad 

Los hermanos Óscar Marino y Edison Castro Vinasco, comenzaron su negocio desde niños vendiendo limones, espinacas y hierbas aromáticas en su pueblo natal, La Unión, Valle.

Hoy, son dos reconocidos agricultores y empresarios, y a pesar de las dificultades propias de su actividad, y ahora durante tiempos del Covid-19, no descansan.

Emplean a 30 personas en la finca Santa Inés, en el corregimiento de Córcega, donde cultivan guayaba pera y papaya. También tienen sembrados en el corregimiento San Marcos en Vijes y allí ocupan a otras 130 personas dedicadas a cultivar papaya, melón y ají.

“Lo importante es mantener los empleos de la gente por encima de todo, ya que son personas cabeza de hogar, cuya única oportunidad es la de trabajar en el campo”, dice Óscar Marino.

Sus cosechas van a los centros de abastos y supermercados de Cali, Medellín y Bogotá en una agotadora cadena que arranca en la comercializadora El Edén, al despuntar el día y hasta entradas horas de la noche.

Aún así, sostiene Óscar Marino, “la rentabilidad del negocio está por el piso, pues por la pandemia el consumo de frutas ha descendido en un 70%, ya que son alimentos de segunda o tercera opción en los hogares que prefieren otros más indispensables”. Además, los bajos precios no les ayudan a compensar su esfuerzo.

En medio de estas vicisitudes, los hermanos Castro Vinasco están donando mercados, frutas y otros alimentos a fundaciones para que sean distribuidos entre las familias que no pueden derivar ingresos debido a la emergencia sanitaria que afecta a las comunidades.

“Hay que ayudar a la gente más pobre de nuestro pueblo y recordar que todos empezamos desde abajo. Es nuestro deber como agricultores”, recalca por su parte Edison, quien es un hombre curtido en largas faenas agrícolas y días de cosechas y siembras.

Hombro a hombro

Humberto Escobar es otro reconocido empresario del campo con 42 años de experiencia, y quien hoy está dedicado a la horticultura orgánica, es decir, a la siembra de verduras y legumbres.

Él, junto a 30 trabajadores no ha descansado a pesar del Covid-19, pues su misión es la de seguir llevando sus productos a las mesas de los vallecaucanos. Igual cuenta con un grupo de mercaderistas que apoyan la tarea de surtido en los almacenes.

“Mis trabajadores han respondido muy bien, atendiendo todas las recomendaciones de las autoridades de salud. Por ejemplo, instalamos lavamanos a la entrada de la finca y hemos exigido el uso del tapabocas de manera permanente”, señala.

Su empresa Bio-Huerto es de una de las pocas en Colombia que está certificada con 45 variedades de hortalizas orgánicas, entre las que figuran repollo, habichuela, papa sidra, acelga, tomate, espinaca y lechuga, cuya producción es libre de insumos y abonos químicos.

“Le seguimos poniendo al hombro al trabajo, pero guardando los protocolos de bioseguridad, pues hay que proteger no solo la salud, sino el empleo de la gente”, dice Humberto, cuya finca está ubicada en el corregimiento Bitaco, municipio de La Cumbre. Desde allí surte a supermercados de Cali y Buga, entre otros de la región. También distribuye arándanos orgánicos de otra empresa certificada.

Al igual que sus colegas está vinculado a donaciones a los bancos de alimentos y a una campaña impulsada por la Sociedad de Agricultores del Valle, SAG, para ayudar a decenas de familias vulnerables del norte del departamento.

“Es el momento de solidarizarnos con las personas que tienen necesidades y pocas oportunidades en este momento de la pandemia”, anota este empresario agrícola.

Cultivando y donando 

Otro ejemplo es el de Alirio Díaz, un agricultor de la vereda Atuncela, municipio de Dagua. En un predio arrendado se dedica al cultivo de limón, aguacate, tomate y papaya donde a sus 43 años labra la tierra con otros trabajadores de esa región.

Nacido en Policarpa, Nariño, relata que toda su vida la ha pasado en el campo. Llegó con su familia al Valle siendo un adolescente.

“Sigo trabajando por estos días a pesar del virus. En Dagua solo permiten la entrada y salida de los vehículos de carga. De otra manera no se puede salir”, señala Alirio.

De hecho, Dagua forma parte de los municipios afortunados con cero casos de Covid-19, aunque se habla de dos personas nativas de la población, pero residentes en Cali por lo que mantiene un estrecho cerco sanitario para evitar que llegue el patógeno.

Alirio vende su producción en la plaza de mercado de Santa Elena en Cali y afirma que “en estos días no ha sido fácil por los bajos precios, los insumos muy caros, ya que en vez de rebajar en esta pandemia subieron, más la incidencia de las plagas y el alza de los fletes de transporte”.

Sin abandonar la pujanza que lo caracteriza, él se unió con otros finqueros de Atuncela y las veredas Vista Hermosa, Los Alpes, Zelandia y El Piñal para regalar parte de sus cosechas de verduras y frutas a las familias más vulnerables bajo el respaldo de una Donatón por Dagua promovida por la alcaldesa Ana María Sanclemente.

“Creamos un centro de acopio donde recolectamos las donaciones de los agricultores y hasta el momento hemos repartido 850 mercados con productos perecederos, pan, huevos y otros alimentos”, dice la mandataria de Dagua.

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