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Para el doctor Jorge Salazar, el apoyo de su esposa e hijos fue fundamental para su recuperación de Covid. El amor por la medicina se le transmitió a sus tres hijos. | Foto: Especial para El País

CORONAVIRUS

La prueba de vida que ha resistido un médico especialista de Cali con Covid-19

El médico intensivista Jorge Salazar Idrobo contrajo el virus mientras laboraba en una clínica de Cali. Para él, la enfermedad fue una lección de vida. Cuenta cómo fue su experiencia y el proceso de recuperación.

17 de mayo de 2020 Por: Leidy T. Oliveros Múnera, reportera de El País

Jorge Salazar Idrobo, médico intensivista con magíster en epidemiología, desde hace un mes está librando una de las batallas más fuertes de su vida: él mismo contra el enemigo invisible del Covid-19. 

Desde hace 35 años y durante este tiempo de pandemia, el doctor Salazar ha batallado por la salud de sus pacientes en Unidades de Cuidados Intensivos. Sus mejores armas siempre han sido sus conocimientos, el amor y el servicio hacia los demás. Sin embargo, ahora el turno de pelear contra una enfermedad le tocó a él.

El especialista contrajo el virus cuando atendía pacientes sospechosos con coronavirus en la UCI de una clínica en el sur de Cali, y aunque no sabe cómo se contagió, porque asegura haber tenido todas las medidas de protección- Lo cierto es que le tocó cambiar de rol: de doctor a paciente, uno de esos que está muy bien informado sobre la enfermedad, y sabe que puede ser mortal. Tiene 64 años, pero afortunadamente su salud ha sido buena.

Una vez conoció que era positivo para Covid se mentalizó que saldría victorioso. El doctor Jorge Salazar es uno de los 678 trabajadores en salud que se han contagiado del virus en el país (61 en Cali). Padecer el Covid-19 fue para él una lección de vida.

Esta es su historia:

El 16 de abril, a las 5:30 de la tarde, cuando había terminado de trasladar a un paciente con sospecha de Covid-19 a la UCI, empezó a sentir sus manos heladas, y malestar en todo el cuerpo, lo cual le pareció extraño, pues aunque a diario está expuesto a los virus, casi nunca se enferma.

Al día siguiente consultó a la ARL. Tenía diarrea, malestar general, fuerte gastritis, vómito, pero no presentaba dificultad respiratoria. “Me dijeron que por los síntomas y por el antecedente de trabajar con este tipo de pacientes, podría ser coronavirus”, cuenta. Le tomaron la prueba y lo enviaron a casa mientras salían los resultados.

Aunque para entonces ninguno de sus pacientes había recibido la prueba positiva para Covid, desde el 8 de marzo atendía a personas con sospecha, y lo hacía con todas las medidas de protección que le proporcionó la clínica donde labora y otras más que él mismo adquirió; sin embargo, por sus conocimientos, ya presentía que lo que tenía era Covid. Por eso, desde ese momento decidió aislarse en un cuarto de su casa.

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Después de cuatro días de la primera consulta a la EPS, le tocó regresar. “Me sentía muy mal: perdí el apetito y el olfato. La comida ya no me sabía igual. No dormía. Es una sensación que no te provoca hacer nada. No te hayas”.

Al regresar a la EPS, le dijeron que su prueba había salido positiva.
“Ahí empieza una tormenta psicológica muy dura, porque te aislan y te meten en esa cápsula transparente que es como un ataúd de plástico, ¡eso es tétrico! Vi a otra persona que también la llevaron en lo mismo, estaba llorando, porque, claro, pensaba: ‘¡me morí!’. Uno debe tener calma y tranquilidad, mentalizarse que es algo pasajero y vamos a salir adelante”.

En un cuarto con doble puerta quedó aislado y confinado en una clínica. Estando hospitalizado, se enteró de que uno de los pacientes que atendió salió positivo para Covid-19.

“En algún momento pude no tener el tapabocas bien puesto; una de las medidas se me tuvo que haber pasado para que me contaminara”.

Estuvo hospitalizado cinco días. “Fueron horribles, no quiero volverlos a vivir”. Durante este tiempo llegó a tener oxígeno, los medicamentos antivirales que le aplicaban le aumentaban la gastritis, le producían diarrea y vómito. Perdió 12 kilos en cuatro días. No sabía qué era peor: si la cura o la enfermedad.

“Los especialistas, muchos de los cuales me conocían, entraban al cuarto y me decían: ‘Esto es terrible, no sé qué decirle, doctor, usted sabe más. ¿Qué quiere que hagamos?’ y con humildad les dije: ‘Ustedes son los galenos, yo soy el paciente’. Hasta que llegó un momento en el que me suspendieron el antiviral, porque era más el daño que beneficio lo que me producía. Es decir, solo yo iba a luchar con la enfermedad”.

Permaneció en la soledad del cuarto, batallando contra el Covid, atacado por fuertes dolores, incluso en un momento sintió cerca la muerte.

“Cuando uno ve la muerte de cerca no es lo mismo que cuando le hablan de ella. Usted piensa que su vida puede terminar en cualquier momento, cierra los ojos y no sabe si los va a volver a abrir. Te invade la desesperanza, la ansiedad, el miedo... Muchas de las personas no resisten y se mueren, pues no quieren luchar al ser más fácil estar bajo el yugo de una enfermedad de la que uno ignora el tratamiento ideal, de la que uno no sabe si se va a salvar o no”.

Los días se hacían largos y las noches, interminables. Los exámenes que le tomaban en un inicio no tenían los mejores resultados. Su saturación de oxígeno unos días estaba en 88, otros en 89 (cuando lo normal es entre 95-100), por lo que empezó a realizar ejercicios de respiración y poco a poco se fue recuperando.

“En la mañana me decían: ‘Doctor, su saturación de oxígeno es de 90, tiene 36 de temperatura, la frecuencia cardíaca y la función renal están mejorando’. Y yo pensaba: ‘Voy bien, ¡de esta salgo!’ Me daba ánimo”.

Después de cinco días en el hospital, los exámenes del laboratorio mostraron mejoría, ya no necesitaba oxígeno. Empezó a tolerar la comida. Tampoco se sentía mareado.

“No se imagina la alegría que da cuando me pude bañar por mi cuenta. Me dije que estaba ganando la batalla”.

Por la mejoría notoria en su salud, los especialistas le preguntaron: “¿Vos cómo te sentís si te mandamos para la casa?”. A lo que Salazar respondió: “Eso depende de ustedes, pero con la ayuda de Dios también saldré adelante”.

Justo la noche anterior, cuando le dijeron que le darían de alta, no pudo dormir. Recordó todo lo que había vivido esos días y cómo lo fue superando. 

“Fue una prueba de vida dura”.

Desde su cuarto escuchaba los aplausos cuando le daban salida a una persona con Covid. “Eso mismo me pasó a mí. Es muy emocionante ver que te aplauden, que te dicen: ‘Usted peleó, luchó, logró vencer la enfermedad’. Eso te levanta psicológicamente”.

Con fuerzas y ánimo retornó a casa con su familia. Se confinó desde el 28 de abril en una habitación desde cuyo balcón podía observar los árboles, oír los el canto de los pájaros... Ver el sol.

No tuvo contacto con su familia

“Ellos tocaban la puerta, me dejaban la comida y regresaban a sus habitaciones. Después de comer, yo tocaba la puerta para que supieran que iba a abrir y dejaba los utensilios afuera”.

Ya pasaron más de 14 días, y la segunda prueba de coronavirus le salió negativa.

“Yo soy un sobreviviente al Covid, porque tengo reserva orgánica. Fui deportista de alto rendimiento. Además, luché, siempre me preparé para vencer. Soy un guerrero. Me he hecho a la idea de que hay que vencer”. 

Las oraciones y el ánimo que le dieron su familia, colegas, amigos y pacientes fue para él lo más importante mientras superaba el virus.
“Algún día tenía que contar esta historia para que la gente no baje la guardia. La lucha contra el Covid es continua, se debe tener fuerza para salir adelante”.

Ya superada la enfermedad, está listo para regresar al campo de batalla, donde fue herido, y aunque de nuevo estará expuesto al virus, no tiene miedo. Su labor médica la retomará esta semana.

“Nacimos para servir y volveré a trabajar sin miedo... Esa es la vida mía. Dios pone sus guerreros en el campo de batalla y uno tiene que dar todo de uno ... y ayudar a los pacientes”.

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