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'Manolo', un hombre con una vida hecha a punta de arroz

Historia del único arrocero que a sus 91 años de edad no deja de emprender e innovar. Se llama Manuel Suso, fundador de Arrocera La Esmeralda.

29 de diciembre de 2013 Por: Francy Elena Chagüendo A. | Reportera de El País

Historia del único arrocero que a sus 91 años de edad no deja de emprender e innovar. Se llama Manuel Suso, fundador de Arrocera La Esmeralda.

Para la década del 50, cuando empezaron a llegar las multinacionales a Cali, Manuel Suso comenzó a construir la historia del único molino arrocero que hoy opera en el Valle del Cauca - de los 22 que tuvo la región.A sus 28 años se ganaba la vida como vendedor de seguros, vivía en Buga y tenía algunos conocimientos del negocio del arroz, pues su padre -un español que llegó a Colombia en 1918- tenía un pequeño molino en esa población.Esa fue la razón por la que varios empresarios de la época lo invitaron a ser socio de Arrocera La Esmeralda, más conocida por su producto arroz Blanquita. “Había ahorrado $15.000 y con eso entre a la empresa y luego compré las participaciones de los demás socios”, cuenta don Manuel Suso, quien acaba de cumplir 91 años y recuerda como ayer sus inicios con esta compañía que hoy tiene 63 años en el mercado. Pero ser empresario no había estado entre sus proyectos. Estudió filosofía en la Universidad Javeriana en Bogotá y tuvo una formación jesuita, paso por un internado de la Compañía de Jesús de Albán, en Cundinamarca y un seminario Jesuita en Santa Rosa de Viterbo, en Boyacá.Esta formación tal vez no le dio las bases para convertirse en un empresario, lo que aprendió con la experiencia, pero sí lo formó para ser un hombre humanista que marca la diferencia entre quienes lo conocen.Hecho a punta de arrozEl negocio del arroz en la década del 50 sufrió muchos contratiempos. Al Valle llegó la caña de azúcar y poco a poco los molinos fueron cerrando sus puertas.Don Manuel para esa época decidió trasladarse a vivir a Jamundí con su esposa para ahorrar dinero, y su sustento lo generaban con un criadero de gallinas “y vivíamos de esto, pero no cerraba el molino, tenía pocos trabajadores porque no había arroz en ese momento. En esa época, finales del 50, el municipio donde había más tuberculosis en Colombia era Jamundí, los trabajadores no tenían energía y me tocaba cargar y descargar bultos de arroz”, rememora.Hacia 1958 hizo parte del Concejo Municipal de Jamundí y de ese paso quedaron tres obras de las que se siente orgulloso: La creación del colegio de bachillerato y del hospital de Jamundí y la expansión de la infraestructura energética de Cali hacia esa población. De ahí fue que se desarrollaron algunas empresas en esa población.Hechos como estos muestran las principales cualidades de don Manuel, dice Jeffrey Fajardo director de la Cámara de Induarroz de la Andi, el ser siempre un líder comprometido con el desarrollo social de la región, de ahí que también participó en la creación y fortalecimiento de gremios como Fedearroz.Para todos quienes lo conocen, la búsqueda incansable de conocimiento ha sido una de las razones para ser un empresario de éxito. “Me propuse a no cerrar la compañía, a tener contacto directo con los agricultores, pagarles bien por el producto y ayudarles a seguir con el cultivo y nuestro molino fue creciendo”, recuerda con satisfacción.Juan Manuel Suso, su hijo mayor ,-hoy gerente de Arrocera La Esmeralda-, dice que entre las cosas que han llevado a su padre a consolidar la empresa, en medio de muchas dificultades, han sido el trabajo, la disciplina, la dedicación, la permanente búsqueda de nuevas soluciones y el nunca parar de estudiar.“Es una persona muy abierta y de avanzada, navega en internet, envía sus propios correos electrónicos, hace búsquedas, escucha a las demás personas para incorporar nuevo conocimiento”, cuenta Juan Manuel, quien destaca que gracias a eso la Arrocera La Esmeralda está al tanto de las más recientes prácticas agrícolas, siempre de la mano de los conocimientos que les podía brindar entidades como el Centro Internacional de Agricultura Tropical, Ciat, y científicos como Peter Jennings, una leyenda entre los investigadores del arroz y quien acompañó a don Manuel en muchos desarrollos. Esta estrecha relación con la investigación ha permitido que los costos de producción en Blanquita sean menores a los de cualquier otra empresa del sector y que la productividad sea el doble de la nacional, los agricultores de Jamundí y Cauca sacan 8 toneladas de arroz por hectárea y el promedio en Colombia es de 4,5 toneladas, logros que ha liderado el empresario vallecaucano y que los cuenta con inmensa alegría.“Nos hemos propuesto decirles a los agricultores colombianos que el futuro de la agricultura no está en los altos precios de los productos agrícolas sino en la mayor productividad por hectárea y al menor precio posible. Hoy producimos 60.000 toneladas al año de arroz”, dice don Manuel, más conocido como Manolo, entre sus amigos.Pensando en los demásCuando se habla de la historia del arroz en el Valle del Cauca y en Colombia siempre sale a la luz su nombre. “Él es la referencia del sector y conoce más que nadie los detalles de lo que pasó con los molinos que existieron en el Departamento”, asegura Edwin García, un investigador de Fedearroz, cuando se le consulta por la historia de este cereal en Colombia.Y es cierto, ha vivido casi un siglo y tiene toda esa historia guardada en su memoria gracias a una la lucidez que muchos jóvenes envidiarían y que se la adjudica a la actividad física y mental constante (hace ejercicio y lee mucho). Pero además tiene la fortaleza para seguir yendo todos los días a la arrocera, donde recorre las oficinas y las zonas de producción y comparte con los trabajadores con el mismo entusiasmo de los primeros días cuando inicio el negocio. Siempre con una sonrisa lleva a los visitantes a caminar por la fábrica y les enseña cada detalle, desde que llega el arroz hasta que se empaca.“Es un encantador, le gusta conversar, es paciente y su rutina diaria es recorrer la planta y hablar con la gente” dice una de sus empleadas, concepto que se repite entre sus colaboradores y amigos. Su vitalidad, es otro motivo de envidia y dice, que se la debe a que nunca se jubiló y le recuerda a sus amigos qué ese es el peor error de muchos.Su apasionamiento por la compañía es el mismo que siente por su familia y por la vida, y en especial por las personas que están a su alrededor y que puede ayudar. “Esta empresa no es para que unos nos volvamos ricos, es para prestarle un servicio al Valle”, es su consigna. Por eso sus empleados permanecen en la empresa hasta que se jubilan, mantiene el sistema de producción de trasplante de plantas que le da empleo a muchas mujeres cabeza de familia y con Blanquita están vinculados 485 agricultores del Valle y Cauca. Ahora además se están expandiendo a Tumaco donde hay fiebre de arroz después de que muchos perdieron sus cultivos de palma, en ese municipio.Tal vez el único momento en que su familia lo vio flaquear fue cuando en los noventa fue secuestrado su hijo mayor, pero aún así se mantuvo en su empresa, le dio la cara a la región y no se dejó amedrentar por los violentos.Laura Posada, una de sus nietas, dice que su legado es la enseñanza de que se puede ser feliz sirviendo y siendo útil a la comunidad. “Es un ser fascinante. Cada momento vivido es importante, cada instante lo sorprende. Ahora entiendo su sensibilidad ante la vida y su corazón generoso”.Todo un activista social. Juan Diego Valencia, gerente del Club Rotario de Cali, entidad a la que ha estado vinculado hace 40 años, opina que “Manolo” es una persona muy humana y de la más respetada por las nuevas generaciones. “Nunca ha parado de prepararse y de hacer una agricultura más eficiente y en lo familiar ha dejado un legado para que todos permanezcan unidos”.Es un defensor de los adultos mayores y desde que recuerda todo el arroz que cosumen los abuelos del Cottolengo, siempre lo ha regalado la empresa.Tiene la alegría del que ha vivido una vida plena y cuándo se le pregunta ¿cuál es el secreto? Entre sonrisas siempre contesta !Comer arroz Blanquita!Un año destacadoEste año la empresa Arrocera La Esmeralda recibó el premio Planeta Azul por el uso y manejo sustentable del agua en el cultivo de arroz”.La empresa implementó un método que involucra innovadora tecnología de láser para nivelar las piscinas de arroz y conservar el agua utilizada para la producción del grano.Asimismo, la organización Vallenpaz hizo el reconocimiento “Cosechas de Paz” por toda una vida al servicio del agro al empresario Manuel Suso Cárdenas. La SAG le entregó este año también la condecoración al Mérito al mejor agricultor 2013.

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