Economía
Colombia será un país de adultos mayores: vivirá una revolución de las canas
En pocos años, una de cada tres personas en las calles tendrá canas, frente a la actual proporción de una por cada diez.
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17 de ago de 2025, 09:25 p. m.
Actualizado el 17 de ago de 2025, 09:26 p. m.
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Columna de opinión
Por: César Pabón, director Investigaciones Económicas de Corficolombiana
Ese fue el grito de insurrección del exministro Rudolf Hommes frente a la falta de consideración hacia los adultos mayores en las políticas de emergencia durante la pandemia. Aunque su llamado pasó casi desapercibido, hoy su mensaje cobra más vigencia que nunca. En nuestra sociedad, las personas mayores son cada vez menos respetadas, viven con menor dignidad y enfrentan el edadismo —la discriminación por edad.
Esta exclusión se refleja, por ejemplo, en que solo uno de cada cuatro adultos mayores recibe una pensión, una situación que no cambiará con la reforma pensional. Pero el problema va más allá de lo económico: con frecuencia, los adultos mayores son invisibles para la sociedad e, incluso, en algunos casos, considerados un estorbo.
Esa invisibilidad, sin embargo, tiene los días contados. No solo por una cuestión de justicia social, como lo expresó el exministro, sino porque pronto dejarán de ser una minoría para convertirse en mayoría y, con ello, liderar las decisiones sociales y económicas. Vivimos más —más canas— y nacen menos niños —menos cunas—, lo que nos convertirá en un país de “viejos”.
En pocos años, una de cada tres personas en las calles tendrá canas, frente a la actual proporción de una por cada diez. El promedio de edad en Colombia pasará de 32 a 50 años, similar al de Japón, y con un ritmo de envejecimiento más acelerado que el que experimentaron Europa o Estados Unidos.
Esta revolución debe comenzar como una transformación económica. Todos los sectores productivos se verán impactados de forma transversal. Lo esencial será identificar y potenciar aquellos con mayor demanda, en lo que ya se conoce como la “economía plateada”. Muchos adultos mayores seguirán siendo consumidores activos. Por ejemplo, el gasto en salud ha crecido en las sociedades más viejas, especialmente en áreas como la enfermería, con gran potencial en Colombia. Además, los mayores desean mantenerse activos, viajar, entretenerse y aprender. Más que un estorbo, los “viejos” deben empezar a ser vistos como un activo. Para un país con tanta diversidad natural y cultural, esto representa una oportunidad evidente.
Sectores como la vivienda y la educación pueden verlo como una oportunidad siempre y cuando logren adaptase. Los colegios para mayores se deberán expandir, al igual que la demanda de viviendas diseñadas especialmente para esta población. Áreas intensivas en trabajo humano, como la agricultura o el comercio, deberán optar por la automatización o por estrategias que integren laboralmente a los mayores.

Esta revolución, por tanto, exige una agenda laboral. Si no actuamos, el país perderá más de tres millones de trabajadores. Aunque hoy los adultos mayores están más activos que nunca, la edad de pensión —57 años para mujeres, 62 para hombres— los excluye prematuramente del mercado laboral. Es urgente reentrenar y reinsertar esta fuerza de trabajo. Como dice el refrán: más sabe el diablo por viejo que por diablo. También se debe atraer talento del exterior, ya sea de nacionales retornados o de migrantes.
Naturalmente, el esfuerzo laboral tiene límites, debido a las restricciones físicas y mentales propias de las edades avanzadas. El ahorro, entonces, debe ocupar un lugar central en esta rebelión. El envejecimiento traerá costos crecientes que no podrán ser cubiertos por los pocos jóvenes, y mucho menos por el Estado. Productos financieros innovadores y seguros pueden ofrecer ingresos estables durante la vejez.
Un ejemplo es retomar la hipoteca inversa —anunciada también durante la pandemia, pero con escasa implementación—, considerando que, aunque muchos mayores no cuentan con ingresos regulares, más del 50 % posee vivienda propia.
Colombia necesita una auténtica revolución de las canas: un cambio profundo en la forma en que tratamos e integramos a las personas mayores. No se trata solo de justicia social. Es sentido común. Y de supervivencia ante la inminente nueva longevidad de nuestra sociedad.
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