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Transitar por los carriles exclusivos del MÍO es una de las infracciones más comunes en la ciudad de Cali. Muchos hechos de intolerancia se han generado entre los conductores y las autoridades al cuestionarlos por violar esta norma. | Foto: Jorge Orozco - El País

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¿Se acabó la cultura del civismo en Cali? El diagnóstico de los especialistas sobre el caos que vive la ciudad

La anarquía que vive Cali preocupa a los ciudadanos. ¿La migración y falta de liderazgo han contribuido?.

22 de mayo de 2022 Por: Redacción de El País

Los videos de vehículos invadiendo el carril del MÍO son cosa de todos los días en Cali, lo mismo que las agresiones entre ciudadanos o contra figuras de autoridad como policías o guardas de tránsito.

Hasta abril de este año se habían impuesto en la ciudad 97.766 infracciones (814 diarias), según el Observatorio de Movilidad Sostenible y Seguridad Vial. Estas fueron por transitar por sitios restringidos, no acatar las señales o requerimientos impartidos por los agentes de tránsito y no realizar la revisión técnico-mecánica en el plazo legal establecido.

La ciudad vive un caos y no solo en el tráfico. Se estima que entre el 5 % y el 10 % de los pasajeros diarios que mueve el MÍO se cuelan en el sistema, es decir, no pagan su tiquete. Metrocali calcula que eso representa unas 10.000 personas al día, lo que deja una pérdida de $ 24 millones diarios.

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Este año, la Policía ha impuesto 264 comparendos del Código Nacional de Seguridad y Convivencia Ciudadana, 57 de ellos por evasión de pago.
Además, ha impuesto 73 comparendos por comportamientos contrarios a la limpieza y recolección de residuos y escombros y malas prácticas habitacionales.

Desde el Dagma informan que una de las quejas relacionadas con la convivencia, que más se presenta en la ciudad, es el ruido excesivo.

La entidad ha impuesto, este año, cerca de 31 medidas preventivas que suspenden el uso de equipos de amplificación y, al mismo tiempo, ha iniciado 18 procesos sancionatorios administrativos a diferentes establecimientos de comercio por incumplimiento de la normatividad ambiental.

Aún así, el ruido, el desorden, la intolerancia y el irrespeto a la autoridad reinan en una ciudad que, décadas atrás, fue reconocida por su civismo y el sentido de pertenencia de sus habitantes. Hoy, situaciones como arrojar basura a la calle, no respetar las normas de tránsito, hacer ruido, colarse en el MÍO o ser intolerante se han vuelto cotidianas, e incluso, son comportamientos validados por el colectivo.

Para la Subsecretaría de Prevención y Cultura Ciudadana no se puede hablar solamente de los caleños, porque esta
es una ciudad que acoge gran variedad
de migrantes con sus costumbres.

¿Qué pasó en Cali?

Algunos investigadores coinciden en señalar que esta problemática se agudizó tras la pandemia y el estallido social registrado el año pasado.
Para Édgar Benítez, profesor e investigador del Departamento de Estudios Sociales de la Universidad Icesi, la cultura ciudadana en Cali está anclada a una idea de civismo, a un relato de ciudad que ha operado como un mito.

Pero, en la práctica, ese relato nunca ha sido tan así, pues sostiene que recientemente se presentó una ruptura de ese imaginario y, por eso, cada vez es más difícil decir que “somos una ciudad cívica”.

Las razones de este colapso tendrían que ver con el proceso histórico de segmentación urbana y la diversidad territorial y étnica de la ciudad, que han generado unas dinámicas sociales muy complejas.

Asimismo, hechos recientes como el paro nacional y las manifestaciones dejaron una sensación compartida de caos, de desorden, que resintió mucho la ciudad y, de alguna manera, “autorizó aún más el comportamiento por fuera de la norma, además de la pérdida de credibilidad hacia la autoridad”.

Y agregó: “Es difícil sostener la cultura ciudadana en medio del desempleo, la desigualdad y la pobreza”.

Por su parte, el profesor Adolfo Álvarez, director del Instituto de Investigación e Intervención para la Paz de la Universidad del Valle, indicó que en los últimos 20 o 30 años ha habido cambios muy fuertes de tipo social, económico, pero también políticos.

Proyectos micro en los barrios o en las cuadras: embellecimiento de un sector, que luego se vayan juntando a nivel de ciudad, pueden producir un efecto positivo, pero a largo plazo, dicen expertos.

“Cali terminó por recibir oleadas muy fuertes de migración de personas y grupos expulsados por la violencia, de tal manera que hoy es una ciudad con una diversidad muy fuerte, que se convirtió en riqueza, en valor, pero al mismo tiempo genera una gran complejidad social”, explica.

Adicionalmente, mientras en los años 60 y 70 Cali creció de la mano de una expansión económica formal, en los últimos 30 años, la fuerza de esta expansión se sustenta en la informalidad que se ha apoderado de calles y andenes, cambiando las condiciones de la ciudad.

A lo anterior se suma la incidencia de lo que algunos llaman la 'cultura' del narcotráfico, que impuso otras lógicas como las vías de hecho y la ley del más fuerte, conductas que fueron rompiendo reglas básicas de convivencia.

“Incluso, parte de la informalidad la controlan grupos ilegales que venden y cobran los espacios, y también los gota gota; estos son fenómenos de base presentes en la ciudad”, dice Álvarez.
Otro factor, agrega el académico, es la ausencia de liderazgo y gobernabilidad democrática, que se traduce en una baja capacidad institucional para planificar la ciudad y convocar a los ciudadanos en torno a unos acuerdos comunes sobre cómo me comporto o me muevo en ella.

“Un ejemplo de esto es el MÍO, que es un gran fracaso de política pública. El diseño del MÍO terminó incentivando el transporte privado y pirata”.
Igualmente, destaca el tema educativo, que no se resuelve con cursos o las famosas cátedras, sino a través de una formación profunda en cultura ciudadana y cultura democrática, que ayuden a interiorizar reglas básicas de convivencia y de respeto hacia el otro.

Derechos y responsabilidades

La cultura ciudadana implica unos derechos, pero también unas responsabilidades. En ese orden de ideas, el ciudadano no debería tener un policía en cada esquina para cumplir con obligaciones mínimas como respetar las señales de tránsito, recoger las heces de las mascotas, etc.

Al respecto, el profesor Enrique Rodríguez Caporali, director del Centro de Estudios Interdisciplinarios, Jurídicos, Sociales y Humanistas, Cies, de la Universidad Icesi, subrayó que previo a la pandemia y al estallido social se hacía evidente que no existía una propuesta de cultura ciudadana ajustada a los cambios que había experimentado la ciudad. “Luego del estallido es que esos desajustes en los valores y en las prácticas se agudizaron. Esto es una situación inédita para nosotros como sociedad y para la cual tampoco teníamos referentes culturales del cumplimiento de ciertas normas que deberían ser básicas, pero esto ya estaba desde antes”, recalcó.

Este vacío previo tendría que ver con la profunda transformación demográfica que ha tenido Cali, y que, sin embargo, no se ha visto compensada a nivel de la educación o de los liderazgos cívicos o políticos.

“Seguimos pidiendo ciertos valores, ciertas formas de estar en la ciudad que fueron exitosas antes, pero que ya no se ajustan a las realidades que hay hoy. Muchas de las soluciones que se plantean no corresponden con la población existente”, precisó.

El psicólogo Wilfer Alexánder Gómez, quien tiene una discapacidad y debe usar silla de ruedas, anotó que si bien la ciudad presenta algunas mejorías en el tema de inclusión para la población con diferentes tipos de discapacidades, en cultura ciudadana hay mucho por hacer. “Se han perdido los valores, en el colegio no se les enseña a los jóvenes qué es el civismo y eso ayudaba mucho porque creaba conciencia sobre el valor de la solidaridad, de ayudar al otro, pero aquí la gente siempre busca el beneficio propio y por eso no respeta, por ejemplo, en el MÍO, el espacio para la población discapacitada”, comenta.

De otro lado, Yuri Paola Molina Córdoba, subsecretaria de Prevención y Cultura Ciudadana, aseguró que no está de acuerdo con que se haya acabado la cultura ciudadana en Cali, porque esto implicaría que fuera una ciudad ingobernable y sin normas sociales.

Dijo también que, desde esta dependencia, entienden que hay que pensar en una ciudad multiétnica, multicultural y de nuevas ciudadanías debido a sus procesos migratorios.

“Podemos decir que Cali, a lo largo de los años, ha tenido una transformación de acuerdo a las dinámicas del conflicto armado, ya que empezamos a albergar mucha gente que ha traído consigo su propia cultura, costumbres y comportamientos”, señala.

Por eso, reiteró que los problemas de convivencia, falta de solidaridad e inseguridad se deben seguir trabajando desde la pedagogía. “La cultura ciudadana es un ejercicio de corresponsabilidades entre los diferentes actores de la sociedad. Por eso, debemos seguir fomentando las normas para cambiar las prácticas en el territorio”, puntualizó.

Problemas y soluciones

En el 2021, la Alcaldía realizó una encuesta que arrojó que los mayores problemas que perciben los habitantes de Cali son: baja tolerancia y respeto por el otro, poco sentido de pertenencia, discriminación de la diferencia étnica, género, nacionalidad, edad y también priorización de los intereses individuales sobre los colectivos.

Desde la Subsecretaría de Prevención y Cultura Ciudadana se han formado más de 1600 estudiantes de los semilleros de Cultura Ciudadana y unas 2000 personas en temas de pedagogía de cultura ciudadana.

En lo transcurrido del año, indicó Franklin Castillo, subdirector de Gestión de la Calidad Ambiental, han desarrollado cerca de 187 operativos de control de presión sonora y del ruido en las 18 zonas priorizadas de la ciudad, diez de las cuales se atienden con mayor frecuencia.

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