Las calles, el centro de la ciudad, los parques y el transporte público son los principales espacios en donde los colombianos se sienten totalmente inseguros. Mientras que los lugares en los que experimentan más seguridad son su casa, la iglesia o lugar de culto, el campo y la sede de su trabajo.

Los colombianos, señalan además, que en los últimos tres meses han sido víctimas principalmente de altercados en el tráfico vehicular o el transporte público (27 %); gritos (25 %), discusiones con familiares (21 %), discusiones con su pareja (20 % ) y de violencia psicológica (16 %).

Así lo revela el estudio ‘Percepción de las violencias cotidianas en Colombia’ realizado por la Universidad del Rosario, Cifras y Conceptos, El Tiempo y la institución Konrad Adenauer Stiftung, basado en una encuesta en la que se entrevistó a 1712 personas de 13 municipios delpaís, como Bogotá, Medellín, Cali, Buenaventura, Riohacha, Cúcuta, Villavicencio y Tumaco.

De acuerdo con el rector de la Universidad del Rosario, Alejandro Cheyne, “quisimos analizar qué sienten las personas en este contexto de violencia cotidiana y encontramos que los tres lugares donde los encuestados se siente más seguros son la casa ( 75 %); la iglesia o lugar de culto (50 %) y el campo (42 %). Los últimos lugares de confianza y seguridad los ocupan el transporte público (13 %), los parques (13 %), el centro de la ciudad (11 %) y las calles (10 %).

La investigación también indagó a los consultados sobre si alguna vez en su vida habían visto varias acciones agresivas en su cotidianidad.

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En el top cinco de estas violencias están:

1. Saber de alguien que no pueda estudiar por falta de plata (89%)

2. Que una persona es insultada o la han gritado en espacios públicos (87%).

3. Que roban a alguien en la calle (82 %) .

4. Que alguien no pueda acceder a servios de salud fácilmente (77 %).

5. Que golpean a una persona en la calle (77 %).

En esta lista de acciones agresivas los entrevistados destacaron, además, haber visto que alguien sea discriminado por su orientación sexual o de género (76); que a dos personas con el mismo trabajo se les pague cantidades diferentes (71 %); que alguien ridiculice o humille a otras personas por sus creencias (68 %); que alguien sea discriminado por su raza u origen étnico (67 %), que un individuo sea amenazado (63 %), que sea atacado con un cuchillo, navaja o arma de fuego (63 %) o que obliguen a otra persona a hacer algo en contra de su voluntad (44 %).

De acuerdo con la economista Katherine Aguirre Tobón, investigadora del Instituto Igarapé de Brasil y coordinadora de Amassuru, Red de Mujeres en Seguridad y Defensa de Latinoamérica y el Caribe, muchos de los medios destacan y analizan los delitos de alto impacto: homicidios, feminicidios, lesiones personales, crímenes contra el patrimonio, “es la visión ‘normal’ de lo que se considera violencia contra las personas”.

Por eso, resalta que la clasificación que se hizo en el estudio en mención “es muy innovadora”, ya que abarca no solo temas relacionados con la convivencia cotidiana como riñas, insultos, robos, golpes, sino que además tiene en cuenta la vulneración de algunos derechos, que son violencia y no son percibidos como tal por muchos ciudadanos. Igualmente, asegura, la investigación es interesante, ya que pone de presente esa arista más socieconómica, como el hecho de que un 89 % de encuestados haya manifestado que conoce a alguien que no tiene la capacidad de estudiar por falta de plata.

Son situaciones de diferente índole que se convierten en el ‘calvario’ nuestro de cada día. Así lo evidencia la docente Amira Cifuentes (nombre cambiado), que, aunque ella no ha sido víctima de esas violencias, sí ha sido testigo de algunas, como por ejemplo, ver robar en busetas, en el MÍO y en la calle. “Les raponean a las personas el bolso, los paquetes, eso sí lo he visto, pero sin navajas, cuchillos, nada de armas”.

La profesora también asegura haber sido testigo de gritos e insultos en estaciones del MÍO. “Cuando la gente va de mucho afán y el MÍO llega y cierra, he visto que la gente grita, alega, tanto la que está adentro del vehículo como la que está afuera. El que está en el interior, porque está muy lleno y le molesta tanta congestión, y el que está afuera, porque no se alcanza a subir. Eso se ve bastante, más que todo en horas pico y en estaciones como Universidades, que es una estación grande, pero en la que no hay mucha afluencia vehicular. Entonces la demora, la espera, hace que uno se ponga de mal genio, pero hay gente que es más agresiva y no le importa decir sus palabrotas y gritar a los funcionarios que están en la estación para colaborar”.

Las situaciones de violencia se experimentan de forma cotidiana mayoritariamente en la calle  (56 %), en la casa (31 %) y en el transporte público (22%). Preocupa sobremanera a los especialista las discusiones familiares y de pareja (41 %) de las que los encuestados manifestaron haber sido víctimas.

Para la psicóloga y terapeuta de pareja Ana Cristina Mallarino, “lamentablemente, el hogar que debería ser ese espacio de unión, de comprensión, de apoyo mutuo, de colaboración, se ha vuelto un campo de batalla. Sobre todo, hay efectos pospandémicos como la pérdida de empleo y crisis económica que aumentaron las violencias dentro del hogar...la cadena de violencia no para: el papá maltrata a la mamá, la mamá a los hijos, los hijos a las mascotas, todos terminan involucrados en mucha violencia. Y a esta se suma la violencia psicológica: aumentan los malos tratos, las malas palabras, las malas actitudes, porque la intolerancia en los hogares es cada vez mayor”.

De una situación así da testimonio Darwin Martínez (nombre cambiado), ingeniero caleño, quien comenta que la prima de su esposa y el marido de esta tuvieron recientemente un fuerte encontrón por celotipia. “No se llegó a los golpes, pero él se encegueció por celos y la maltrató psicológicamente con gritos, insultos y se fue de la casa un par de semanas. Ya después volvieron a estar juntos nuevamente. Es lo absurdo, que la mujer pase por esas cosas y vuelva como si nada”, se lamenta el profesional.

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Por qué tanta agresividad

Para los colombianos, entre las principales razones para que una persona actúe de manera violenta está el estrés o las situaciones dramáticas (39 %); el hecho de que la sociedad no tiene normas ni castigos suficientes
(30 %); a que el ser humano es violento por naturaleza (30 %) o porque es una manera de defenderse en la vida (27 %).

La docente caleña Aminta Cifuentes (nombre cambiado) es de las que se inclina por el estrés como explicación de la violencia cotidiana, pues comenta que cuando la gente está estresada, ya sea por razones económicas, sociales o laborales, pierde los estribos y no piensa con claridad, por eso se comporta de manera agresiva.

La psicóloga Ana Cristina Mallarino está de acuerdo con las principales razones que argumentan los colombianos frente al por qué de las violencias del día a día.

Para esta profesional, el estrés y la ansiedad se dispararon luego de la pandemia y cada vez que hay crisis económica, inestabilidad financiera se genera más violencia en el hogar y más intolerancia entre las personas.
Y es totalmente cierto, dice, que cada vez más se pierden las normas, el sentido de sociedad, de colaboración. Y otras de las causas de la agresividad, complementa, es el aumento del consumo de alcohol y sustancias psicoactivas que despersonalizan, sacan lo peor de un individuo y lo vuelven una persona agresiva, que reacciona más violentamente.

“Ningún tipo de violencia estaría justificada, pero estamos viendo que la ausencia de normas, valores, principios, el que cada quien haga lo que quiera, conducen a la anarquía. La justicia es débil. Lamentablemente, la gente no cree en las instituciones, las personas dicen que no hay justicia, que tienen que tomarla por sus propias manos. Todo eso aumenta los círculos de violencia, infortunadamente”, explica la psicóloga Mallarino.

Y efectivamente, tal como lo señala esta especialista, un gran porcentaje de colombianos no tiene confianza en las instituciones. El 61 % de los encuestados manifiesta que no confía en estas como recurso para la solución de conflictos o violencias. Solo acude o acudiría en busca de apoyo a la Policía el 52 %; a la Fiscalía, el 23 %; o a una Comisaría de Familia, el 20 %.

Para la experta en seguridad Katherine Aguirre es muy crítico ver que las instituciones públicas como la Policía tienen tan bajísimo nivel de aceptabilidad, pues solo la mitad de las personas acudirían a esta entidad cuando estén frente a un caso de violencia. Eso está relacionado hoy con una falta de confianza de los ciudadanos o que estas instituciones son ineficientes y no les van a resolver sus problemas”.

Otro de los aspectos que revela el estudio es que menos de la mitad de los colombianos (49 %) resuelve sus conflictos dialogando con los involucrados. De esta población, son más las mujeres (52 %) las que tienen gran disposición a la resolución del problema.

Según Aguirre, esto demuestra que en este sistema patriarcal se ha enseñado que los hombres deben ser fuertes, proteger a su familia, a su pareja, y generalmente lo hacen con mecanismos asociados con masculinidades violentas, entonces prefieren no solucionar el conflicto, pues en muchos casos los gestionan de manera agresiva.

“El estrés es un factor de riesgo”

Rodrigo Córdoba es médico psiquiatra. Actualmente se desempeña como profesor e investigador de Psiquiatría de la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad del Rosario.

¿Por qué las violencias en nuestro día a día?

Porque de hecho, nosotros somos primos cercanos del simio y lo que hemos conseguido es que nuestro cerebro tenga un grosor un poco más amplio en la corteza frontal, entonces, esos impulsos que emergen se pasan por ese filtro, en el cual está la razón y a veces este filtro no es suficiente y la gente actúa de una manera más primaria que reflexiva. En segundo lugar, es que esos frenos psicológicos, ideológicos, se ven alterados por cosas, por ejemplo, vemos que las personas bajo los efectos del alcohol se vuelven más violentas. Y lo tercero, es que esos fenómenos de violencia a veces adquieren un carácter de réplica social, y cuando desaparecen todos los elementos de control externo como la autoridad, el Estado, se vuelven más generalizados, más comunes.

¿El estrés qué tanto puede provocar reacciones violentas?

El estrés es un factor de riesgo para que las personas que tienden a la impulsividad se conviertan en individuos que pueden cometer conductas violentas.

¿El ser humano es violento por naturaleza?

No me atrevería a decir eso. Lo que sí me atrevería a decir es que los seres humanos en general pueden tener conductas violentas y trasgredir la norma.

¿Qué le indica que un 34% de los colombianos no resuelvan su situación de conflicto?


Que definitivamente hay situaciones emocionales asociadas, que muchas veces es por estrés alto o alguna patología asociada, que es muy probable que exista el consumo de alcohol o de alguna sustancia psicoactiva.

¿Por qué somos tan agresivos en medio del tráfico vehicular?

Porque el tráfico aumenta la situación de tensión o de estrés y un elemento estresor como el tráfico, la aglomeración, el calor, la pitada, los vendedores, eso termina siendo un factor de alto riesgo para tener una conducta de esa característica. Y eso no tiene distingo. Puedes ver al empresario de una gran compañía y al señor que maneja una buseta en la mitad de la calle altercando y muchas veces los ves yéndose a los puños, porque todo ese factor externo se convierte en un elemento de presión.

¿Por qué cree que en situaciones conflictivas la gente prefiera acudir a la Iglesia (62 %), a la familia (55%) y a los amigos (55 %)?

Porque la Iglesia en Colombia sigue siendo un factor aglutinador, las creencias religiosas están muy enraizadas en un alto porcentaje de los colombianos.De hecho la Iglesia ha planteado que hay justicia divina, es decir, allá arriba van a encontrar una posibilidad de reparar, de ser juzgados y perdonados.

Y con respecto a la familia y a los amigos es porque todos ellos son factores protectores. Donde hay afecto hay cohesión, por eso, sin duda, se acude más a ellos.

¿Qué aconseja a las familias, autoridades, colegios y otras instituciones para evitar tantas violencias en nuestro día a día y fomentar la paz?

Recomendaría tener la capacidad de entender que somos distintos, diversos, que tenemos la capacidad de escucharnos, de comprender que el otro puede tener una opinión distinta y que no tiene que ser como la mía para que valga, sino que debo tener la premisa de que algo que me dice el otro puede tener algo de valor o de validez, así creería yo, tendríamos una sociedad mejor. Si quiero hacer verdad absoluta de mi verdad, no tengo la disposición de escuchar los argumentos del otro.

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Recomendaciones

• Hay que empezar a formar o reeducar a nuestros hijos en principios y valores como el respeto, la colaboración mutua, el civismo, desde la casa, reforzar esto en el colegio y los sitios de sociaización. Hoy, asegura la psicóloga Ana Cristina Mallarino, se está permitiendo que los muchachos ataquen policías, que quemen un CAI y no pase nada. “Si no hay consecuencias negativas, los jóvenes no van a aprender a comportarse adecuadamente”.

• De acuerdo con la docente Amira Cifuentes hay que ser tolerante, tener empatía con el otro para saber qué le está pasando antes de juzgarlo. Se debe, además, mejorar las ofertas de empleo para las personas en general con el fin de que se vayan calmando algunas situaciones de agresividad que se están presentando.

• Al igual que exigimos al Gobierno que frene la corrupción, nosotros como ciudadanos tenemos que aplicar ese deseo en uno mismo, asegura el ingeniero Darwin Martínez. Cada persona tratar de dejar de ser corrupta: no saltarse las filas, dejar de darles dinero a los empleados de entes públicos como a los del Tránsito, a los policías, dejar de pagar por un puesto en la fila y madrugar más. “Mientras sigamos con la trampa, pensando en que se debe ser el más vivo, la corrupción será un tema de nunca acabar en el país”.

La paz, muy difícil de conseguir

De acuerdo con el estudio ‘Percepción de las violencias cotidianas en Colombia’, para el 63 % de los encuestados construir paz en el país “es muy difícil”. La Costa Caribe y el Occidente colombiano son las regiones en donde esa apreciación es aún mayor que la del promedio nacional, con un 72 % y 70 %, respectivamente.

Entre los cinco principales obstáculos para la consecución de la paz cotidiana en el país los colombianos manifestaron que en su orden son: la corrupción (50 %), la pobreza extrema (48 %), la desigualdad (46 %), el desempleo (39 %) y la falta de justicia (24 %).

Llama la atención que los encuestados de la región occidental piensan que en el primer lugar de estas barreras está es la desigualdad (52 %), le siguen la corrupción (50 %), la pobreza extrema (50 %) , el desempleo (46 %) y la falta de justicia (28%).

Para la especialista en temas de seguridad Katherine Aguirre, el hecho de que en la región de Occidente piensen que la desigualdad es la principal barrera para la consecución de la paz puede estar relacionado con un mayor conocimiento de esas desigualdades en el terrritorio. “En el Occidente hay una preferencia por políticas más progresistas o sea, hemos estado muy expuestos a procesos migratorios, al desplazamiento desde territorios como el Pacífico, entonces existe un mayor reconocimiento de la necesidad de poder resolver esas desigualdades sociales para garantizar la paz”.