Este lunes 12 de agosto en el mundo se celebra el Día Internacional de la Juventud. Aquel dato que apenas pareciera tener la relevancia suficiente como para que se publique en una nota breve de un periódico, en estos días de salto generacional es de suma trascendencia como para otorgarle dos páginas.
“La mente de los jóvenes de hoy marca el futuro de nuestra sociedad”, advierte Dolors Montserrat, quien fue Ministra de Sanidad de España, en el prólogo de un libro que intenta entender a los muchachos de hoy: ‘Generación Z, todo lo que necesitas saber sobre los jóvenes que han dejado viejos a los millennials’, de Núria Vilanova e Iñaki Ortega.
Porque los jóvenes actuales, así muchos los llamen millennials, no lo son. Se comportan muy diferente y se ubican en una nueva generación a la que los expertos en comportamiento han llamado Z: los nacidos a partir de 1994.
Frente a los millennials, tienen una diferencia radical: mientras los primeros nacieron entre los años 80 y principios de los 90, durante una era analógica que se transformaba hacia la digitalización, los Z nacieron en un mundo completamente digital. “Se han educado y socializado con Internet desarrollado”, se lee. Internet comenzó a hacerse masivo justo en 1994, con el primer navegador de uso abierto (Internet Explorer), lo que explica muchas cosas.
Para los Z, el celular, más que servirles para conversar, es la herramienta que les permite estar conectados 24/7 con el resto del mundo en todos los ámbitos de la vida: académico, laboral, social, cultural. El móvil – con datos ilimitados por supuesto - es el centro de su cotidianidad. Si las generaciones pasadas no despegaban su vista de la televisión, la mirada de los Z permanece sobre el smartphone, al punto que, dice la psicóloga María Isabel Valencia Rincón, los espejos parecieran en vía de desaparecer. El espejo moderno es una selfie.
Después de entrevistar a 600 jóvenes, los investigadores Núria Vilanova e Iñaki Ortega determinaron, por cierto, que Internet es la principal fuente con la que los Z se informan, muy por encima de la radio o la televisión. “Las redes sociales han superado a los blogs como fuente de información en todos los aspectos: para consultar información política, comprar ocio o consultar asuntos personales”.
Además, descubrieron un dato muy valioso para la industria y el comercio: a la hora de comprar, los Z se asesoran “entre iguales”. Si por decir algo desean un videojuego, miran videos de YouTube de otros muchachos que lo hayan jugado a ver qué tal. O hacen una consulta en una red social para conocer las opiniones de jóvenes de diferentes partes del mundo sobre un producto. De ahí el auge de los ‘influencers’.
En ese sentido – y en muchos otros - los Z son de mente abierta. Pueden tener una red de amigos tanto en Colombia como en la China o en Canadá, interactuar entre sí a través del PlayStation o el Xbox, no importa que jamás se hayan visto personalmente.
A diferencia de las generaciones pasadas, explica la psicóloga María Isabel Valencia, cuando los amigos de los jóvenes se limitaban a los compañeros del colegio o a los vecinos de la cuadra, el círculo de amigos de los Z traspasa fronteras.
No tener límites en cuanto a las relaciones multiculturales hacen que acepten a las personas de diferentes partes, creencias, orientaciones sexuales, color de piel. En los Z, por lo general, no hay manifestaciones de racismo, homofobia o xenofobia. No juzgan.
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“Se han acostumbrado a utilizar Internet para conocer los productos que desean comprar, sus funcionalidades y utilidades, saber cómo se adecúan a sus necesidades. Siempre están dispuestos a escuchar sobre los temas que les interesan”, se lee en el trabajo de Núria Vilanova e Iñaki Ortega.
Además, a la hora de comprar, bien sea una camiseta o una suscripción, “para los Z un producto es la experiencia tanto en el proceso de compra como en su propio uso. Para ellos lo importante es sentir, activar sus emociones, para poder compartir contenidos en la red. Una comunicación más eficaz para las marcas será la que transmita las bondades emocionales del producto”.
Si los millennials cambiaron el mundo con su manera de comportarse como consumidores y su relación con el trabajo, los Z están haciendo algo muy parecido. Las grandes empresas no escatiman recursos para estudiarlos y no perder clientes. Para satisfacer sus necesidades, las compañías, y sus servicios - ya lo saben - deben cambiar. Para contratar a un joven Z, y retener su talento, también.
La psicóloga Mara Tamayo, que trabaja con niños y adolescentes de entre 4 y 18 años, y quien se encarga de las entrevistas de admisión en algunas universidades de Cali, ha elaborado una especie de perfil de los jóvenes de hoy.
– La vida no es fácil para ellos porque es una juventud que es independiente, que marca y defiende un estilo de vida propio. Y eso a algunos adultos les fastidia porque no están preparados para manejarlo, entonces califican a los muchachos de soberbios o groseros. Aún estamos acostumbrados a los patrones de crianza de otras generaciones en los que había que hacer lo que dijeran los mayores. Las decisiones de la familia las tomaba solo el papá o la mamá. Ahora no es así. No es que los jóvenes no acaten las normas, sino que las cuestionan porque no tragan entero. No aceptan que deban obedecer solo por el hecho de que “es que soy tu papá o tu jefe”. El autoritarismo no funciona con ellos. Debes explicarles, darles razones. Si les dices “no puedes hacer esto”, siempre preguntan: ¿por qué?, o exponen sus argumentos. Son confrontadores, y eso no quiere decir que sea algo negativo.
La irreverencia es otra característica de los Z, debido, también, al Internet. Tras el acceso ilimitado al conocimiento, se hicieron autónomos. Ya no dependen de los papás o de un profesor para, por decir algo, resolver un problema matemático. Basta una búsqueda en Google.
Internet moldeó el carácter de los nacidos a mitad de la década del 90. Propiamente su intención no es ofender ni pelear con nadie, sino que por naturaleza responden para expresar su conocimiento o sus opiniones sobre algún asunto.
En muchos casos son los niños de 5 años los que les enseñan a sus papás a usar el Ipad o adjuntar un archivo por Wetransfer. En otros, esa autonomía les ha generado la conciencia de que su cuerpo les pertenece. Eso – dice la psicóloga María Isabel Valencia – lleva a que ni siquiera consideren preguntarles a sus papás si se pueden hacer un tatuaje.
El control sobre su cuerpo también los lleva a hacer ejercicio, a comer saludable – algunos Z pueden ser obsesivos con las calorías – y a cada vez alejarse más del licor. Las discotecas no están entre sus planes preferidos.
El acceso al conocimiento ilimitado les ha otorgado, también, el derecho a que sus ideas sean tenidas en cuenta, sin importar su edad o inexperiencia. No son de los que deciden callar porque “un mayor” toma la palabra. Internet les ha dado el derecho de publicar y decir lo que quieran, cuando quieran, como quieran.
– Es una generación de emprendedores. Más que a emplearse, aspiran a crear su propio negocio. Son creativos, multitarea, están en constante movimiento, tienen una idea diferente del significado del trabajo y de cómo debe hacerse. Cumplen objetivos, más que horarios. A los papás y a los gerentes hay que enseñarles que esta es una generación que hay que tratar diferente. No es que haya que dejarlos hacer lo que quieran, sino que se les debe dar la libertad - con un propósito, una responsabilidad - para que desarrollen sus actividades. Aunque son pocas, hay empresas contratando jóvenes para que desarrollen proyectos pero con la libertad de que trabajen desde su casa. Un joven de hoy metido en un escritorio de 8:00 a.m. a 12;00 p.m. y de 2:00 p.m. a 6:00 p.m., se enloquece. La formalidad en las empresas, aunque debe existir, debe modificarse para aprovechar el talento de los muchachos – dice Mara Tamayo.
Los Z, lo confirma la investigación de Núria Vilanova e Iñaki Ortega, no creen en el “presencialismo” laboral. Finalmente, con Internet, pueden trabajar desde cualquier lugar. Están acostumbrados a trascender los espacios físicos y las relaciones personales y laborales, con el botón ‘enviar’. Uno de sus lemas es que la vida no se puede esfumar calentando una silla. Los formalismos de las empresas, lo rígido, piensan, coartan su creatividad. En los colegios, en las universidades, esperan menos formalidades en la enseñanza, y más experiencias.
María Isabel Valencia, quien además de psicóloga es puericultora (experta en la crianza que debe darse a los niños durante los primeros años), dice que para la generación actual, más allá del dinero, el trabajo debe ser una fuente de placer.
María Isabel, en una presentación en Power Point, (herramienta que a los jóvenes de esta década les parece ya algo del pasado) también ha intentado captar ‘la foto’ de la generación Z. Su presentación se llama ‘Pensar, sentir, actuar líquidamente’, un guiño al filósofo Zygmunt Bauman quien definió a la sociedad de hoy como líquida: todo cambia, se mueve, se escurre rápidamente.
Según la ‘foto’ de María Isabel, los valores que rigen a los jóvenes de hoy son la popularidad, la fama (quieren ser reconocidos, son egocéntricos, por lo tanto suben su vida a Instagram) y la distención: el placer, no preocuparse demasiado, ‘hakuna matata’.
Pese a sus grandes potencialidades, y las enseñanzas que le están dando a la sociedad – priorizar los sueños por encima de matarse trabajando – el pretender ‘la vida en rosa’ los pone en problemas cuando enfrentan momentos de frustración.
– Todo se caotiza porque no tienen herramientas para manejar los problemas y son dados al ‘Pensamiento mágico pendejo’, una teoría del mexicano Odín Dupeyron: creer que todo es positivo, todo es lindo, que basta pedir y se te dará, basta decretar “soy millonario” y sucederá – dice María Isabel, quien en sus investigaciones ha detectado otra debilidad:
Los Z acostumbran a cortar las palabras, a comunicarse con emoticones. Así, a una película la llaman ‘peli’, o envían el emoticón de unas crispetas para decir “vamos a cine”. Eso ha llevado a que les cueste hablar en público y no alcancen profundidad no solo en lo que escriben, sino en otros aspectos de su vida.
La psicóloga familiar Annie Acevedo agrega, de otro lado, que esta generación está acostumbrada a la rapidez que ofrece Internet, y esa misma velocidad para subir una foto a Instagram la esperan en los demás asuntos de la cotidianidad. Todo debe ser rápido, fácil y además divertido, como la tecnología. Nunca está de más recordarles la dificultad que implica alcanzar grandes logros.
El exceso de conectividad es un arma de doble filo, agrega la doctora Acevedo: así como Internet les abre el mundo, puede aislar a los jóvenes. La adicción a la tecnología es un factor de depresión.
– Nunca había visto tantos adolescentes deprimidos, que en muchos casos se autolesionan, que no ven futuro, que se desaniman, que son muy sensibles. Es una generación muy frágil– dice la doctora Annie.
La incertidumbre es otra de las características de los Z. Nacieron en un mundo conectado pero también en crisis económica, con altas tasas de desempleo juvenil. Nacieron, también, en la era de los ‘fake news’, por lo que enfrentan otra amenaza: aunque están consumiendo montones de información, muchos de esos datos son falsos.
Eso, dice Carolina Piñeros Ospina, directora de la Red Papaz, y especialista en desarrollo familiar, hace que los adultos tengan una responsabilidad frente a esta generación: ayudarlos a ser críticos para no que no caigan en situaciones que los pongan en riesgo. El cibercrimen, el ciberbullying, los juegos virales con pruebas que implican agredirse, cada vez más se focalizan en los Z.
En el libro ‘Generación Z, todo lo que necesitas saber sobre los jóvenes que han dejado viejos a los millennials’, la entonces Ministra de Sanidad de España, Dolors Montserrat, ahora diputada del Parlamento, concluía: “Estamos convencidos de que una sociedad que incluye y potencia las capacidades de cada persona para conseguir la mejor versión de sí misma, es una sociedad mejor”.
Y usted, ¿a cuál de las generaciones pertenece?
Baby boomers:
Se les llama así a quienes nacieron tras la Segunda Guerra Mundial, entre 1945 y 1965. Se les atribuye ser los pioneros en hablar de asuntos como la igualdad de derechos para los homosexuales, los afrodescendientes, el derecho al voto y a la educación en igualdad de condiciones de la mujer. Disfrutaron, además, de una época de auge económico.
Generación X:
Son las personas que nacieron entre los años 60 y 80. Se dice que el nombre de esta generación se hizo famoso por el escritor Douglas Coupland, que en 1991 publicó una novela sobre los jóvenes de entonces que se llamaba así: Generación X. Los describen como consumistas, obsesionados con el éxito económico. Fueron los que conocieron los primeros – y gigantescos- computadores. También los que empezaron a jugar videojuegos.
Generación Y (millennials)
Son los nacidos entre los 80 y principios de los 90. Los llaman los inventores de la economía colaborativa, la alimentación sana, las más recientes revoluciones en las empresas y en la escuela. Fueron la transición entre un mundo analógico y uno digital. Los primeros en luchar por un equilibrio entre el trabajo y la vida personal.
Generación Z
También los llaman centennials. Son los nacidos entre 1992 y 2010. Los definió el auge del internet en todo el mundo. Los llaman los hijos de la tecnología, que debe estar presente – con conexión claro – en todos los ámbitos de la vida.