¡Del débil auxilio, del doliente amparo, consuelo del triste, luz del desterrado! Sin importar el credo que se profese, no hay una sola persona que no haya recitado una y otra vez este estribillo, que corresponde a uno de los Gozos de la Novena al Niño Jesús, una tradición que como pocas, se mantiene viva entre los colombianos.
La razón es que hace parte de esa época del año en la que cada ser humano parece que se torna precisamente más humano. Ese puñado de días en los que los abrazos y los buenos deseos predominan sobre el egoísmo y los intereses personalistas. El mes donde la palabra paz deja de ser una razón más para la confrontación política e ideológica y se convierte en un anhelo compartido, un querer genuino y colectivo.
Es una sensación de regocijo tan espléndida, sentida y real, que no en vano las tradicionales tarjetas de la temporada siempre han rezado casi al unísono: “Que el Espíritu de la Navidad dure todo el año”.
Y justamente ese es el reto que debería asumir cada colombiano: proponerse y esforzarse por lograr que día a día sus relaciones con los demás estén enmarcadas en el respeto, la solidaridad y el buen querer para sus semejantes. Principios y actitudes que sin duda nos encaminarían a formar parte de una sociedad más igualitaria y más justa.
No porque se trate de ocultar las diferencias ni de negar los problemas, sino porque permitiría que la discusión entre unos y otros se hiciera alrededor de los temas, no de las personas. Y porque se pensaría más en el bien común que en el propio.
¿Acaso no es ese el mensaje que desde hace 21 siglos se le envía cada diciembre al mundo católico desde el portal de Belén? ¿No es a lo que se refiere aquello de preparar nuestros corazones para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna? ¿Lo que significa el hecho de que la vida surja en un humilde pesebre, en medio de todas las carencias materiales, pero sobre abundado de amor y de esperanza?
Vale la pena entonces hacer un llamado para que, sin reparar en las creencias religiosas, la magia de la Navidad que envuelve a cristianos y no cristianos permita también que cada colombiano, adulto, joven, niño, hombre o mujer, reflexione un momento sobre su derecho y su deber de construir una mejor sociedad para todos.
Un país en el que predominen el deseo y la necesidad del bienestar común sobre todo aquello que nos divide como Nación y que nos aleja, por ejemplo, de la obligación de poner la vida por encima de cualquier otro interés, por más bien intencionado que parezca.
Solo así tendrán un verdadero sentido todos esos buenos deseos que tanto se expresan por estos días, pero que, a pesar de ser genuinos, tienden a estar más marcados por el consumismo y la superficialidad, que por los valores y los nobles sentimientos que inspira el nacimiento de Jesús, centro de toda la celebración cristiana.
Y solo así cada colombiano podrá sentirse dispuesto a construir una sociedad donde quepamos todos, a pesar de las diferencias y los problemas por solucionar. ¡FELIZ NAVIDAD!