En medio del desconcierto causado por el absurdo asesinato de Shinzo Abe, su ex primer ministro y la figura más importante en el manejo del Estado durante lo corrido del presente siglo, Japón continúa imperturbable el proceso que llevará a la elección de su parlamento el próximo domingo. No obstante las demostraciones de tristeza y dolor por la desaparición de un líder de excepcionales condiciones, el país del crisantemo sigue adelante en el cumplimiento de un proceso que renovará el mandato del partido del cual fue su jefe.

Lo primero que llama la atención del mundo es la facilidad para acabar con la vida de un líder que dejó su huella en la historia del Japón. Dos guardaespaldas proporcionados por el Estado como su ex primer ministro y unos cuantos efectivos de la policía local era todo el esquema de seguridad que acompañaba a Abe al momento en que fue atacado por un solitario personaje que disparó un arma hechiza a tres metros de su víctima.

En épocas en las cuales los atentados y la inseguridad están a la orden del día, el exministro cayó debido a las precarias condiciones de seguridad que lo rodeaban, las cuales no pueden ser justificadas en el hecho de que Japón sea el país con menos índices de violencia del mundo. Su victimario fue un hombre del común sin antecedentes, a quien no se le conocieron vínculos con ninguna facción política, aunque el día del crimen actuó de manera extraña y protestó contra el discurso del líder del partido Liberal Democrático, PLD, hasta que cometió el magnicidio.

Shinzo Abe fue un político extraordinario que durante su segundo mandato como primer ministro, entre el 2012 y el 2020, interpretó de manera exacta el momento que atravesaba su nación y produjo los cambios necesarios para reactivar la economía del Japón, infundirles confianza a los empresarios japoneses y devolverle a su país su papel como la tercera potencia económica del planeta detrás de Estados Unidos y China.

Nacionalista, hijo y nieto de dirigentes políticos, combativo y carismático, Abe impulsó la posibilidad de que el Japón recuperara su capacidad de defensa ante los desafíos que significan la turbulencia en el Asia, el vecindario de China y, en especial, de Corea del Norte. Aliado de Occidente, recuperó el sitio de su nación en el contexto mundial y se ganó el respeto de la comunidad internacional.

Todo eso explica el que haya durado ocho años en el cargo que debió abandonar por problemas de salud y en medio del agradecimiento de sus connacionales. Lo cual hace aún más lamentable el que haya sido asesinado de manera tan fácil, cuando adelantaba una pequeña concentración en Nara, una ciudad intermedia al oeste del Japón y en medio de la incredulidad de sus connacionales y del mundo.

Luego de realizar sus exequias en las cuales lo llenaron de honores y reconocimientos, los japoneses siguen adelante con el proceso electoral que se realiza el próximo domingo. Pero queda claro que con la desaparición sorpresiva de Shinzo Abe, el Japón ha perdido a uno de sus más importantes líderes de la posguerra, artífice de su recuperación y símbolo de su democracia.