Con un crecimiento del Producto Interno Bruto cercano al 10% al finalizar el 2021, Colombia empieza a experimentar un sensible cambio positivo en sus expectativas de desarrollo. Este debería ser el momento para estimular las transformaciones que se requieren para enfrentar problemas crónicos como la informalidad, el desempleo y los obstáculos que impiden el desarrollo de la sociedad y el impulso a la iniciativa generadora de progreso.
El cierre del año también trajo una importante noticia: la reducción del desempleo al 13,7% a 31 de diciembre, lo cual muestra una recuperación notable que, no obstante, ha sido insuficiente para reconstruir los empleos perdidos por la pandemia. Según el Departamento Nacional de Estadísticas, aún quedan por recuperarse una cifra cercana a los 1,3 millones de puestos de trabajo, lo cual completaría los 22,28 millones de empleos con los cuales se cerró el 2019.
Sea como fuere, la crisis vivida entre el 2020 y parte del pasado año destruyó muchos emprendimientos y afectó a empresas, además de traer transformaciones de todo orden en el trabajo en todas partes del mundo, y nuestro país no fue la excepción. Por ello, lo que debería seguir es el esfuerzo por adecuar las condiciones necesarias para impulsar el trabajo y ese emprendimiento que da origen a las llamadas medianas y pequeñas empresas, las grandes generadoras de empleos en Colombia.
Ello empieza por revisar las condiciones y requerimientos que el ordenamiento laboral fija para crear puestos de trabajo formal. Está visto que, además de las actividades ilícitas, la rigidez de la legislación y la imposibilidad de cambiarla han sido grandes impulsores de la informalidad expresada en millones de colombianos que no tienen acceso a la seguridad social, no aportan a los fondos de pensiones que aseguran sus ingresos en el futuro y engrosan los sistemas basados en los subsidios que debe asumir el Estado.
Por supuesto, la resistencia a ese cambio hace que la brecha del empleo formal en Colombia se agudice lo cual dificulta también la posibilidad de crear políticas públicas y de largo plazo para enfrentar el desafío del desempleo. Y de paso, el desempleo se convierta más en un asunto de diferencias ideológicas que en el desafío que debe asumirse para lograr que el crecimiento económico se transforme en la solución que requiere la sociedad para ofrecer oportunidades de progreso a sus integrantes.
Hace unas semanas se conoció el informe de la última misión sobre empleo en Colombia. Lo cierto es que el país está saturado ya de propuestas para generar trabajo formal, y lo que falta es decisión política para adoptar los cambios estructurales que reclaman el mercado laboral y la necesidad de resolver los problemas sociales que acarrea el inmovilismo. Ojalá, la renovación que producirán las elecciones tanto en el Congreso como en la Presidencia de la República se aproveche para realizar los cambios y las necesarias transformaciones que en materia laboral han propuesto esas misiones y se pueda aprovechar la capacidad de recuperación que han mostrado la sociedad colombiana y su economía.