Cali necesita una salida al mar que esté acorde a sus realidades del momento y a las proyecciones sobre su futuro. Es el reclamo de la ciudad que debió ser resuelto con la obra que pagaron los ciudadanos a través de la contribución de valorización. Con el proyecto descartado al parecer por sus altos costos e inviabilidad y sin explicar aún cómo cumplirán con la ley que autoriza esos cobros, es tiempo de que lleguen las soluciones definitivas.

Fracasado lo que en su momento se denominó megaobra y nunca se inició, ahora se habla sobre alternativas para conectar a la capital del Valle con el Pacífico, de estudios que no existen y de un presupuesto que no puede calcularse en la forma improvisada que se hizo para justificar su cobro, hace once años. Lo que se necesita es acabar con la especulación y que se dedique el esfuerzo a planear con seriedad los proyectos que demanda la capital vallecaucana.

Esa es la función de una administración municipal, en una ciudad afectada por su crecimiento y a la cual no se le ofrecen las soluciones que requiere. Con el paso del tiempo la situación se ha vuelto más crítica en la actual vía al mar. Entre la inseguridad, el caos vial, los desórdenes durante los fines de semana, hay premura por encontrar soluciones que sean viables y que se puedan realizar.

En primer lugar se tiene que definir la opción que brinde la comunicación más fluida entre la capital del Valle y el occidente del departamento, especialmente hacia Buenaventura. Y que además tenga en cuenta las características del vecino municipio de Dagua, donde hoy hay una población cada vez más creciente que se desplaza a diario hacia Cali.

El corredor vial que se defina tiene que garantizar la fluidez, facilidad y seguridad a quienes la usan. No se puede ignorar que la vía al mar desde la capital del Valle es la mejor opción para el transporte particular, de carga y de pasajeros que se moviliza desde el suroccidente colombiano hacia el principal puerto del país. Una razón más para resolver el problema en que se ha convertido la salida al mar.

Y ante todo, hay que cumplirles a los caleños que confiaron en la viabilidad de un proyecto que fue incluido en el paquete de las 21 Megaobras, aprobadas y gestionadas hace 14 años precisamente por quien hoy es el mandatario de la ciudad y debe de nuevo tomar las decisiones sobre la vía que conecte a Cali con el Pacífico. Los ciudadanos pagaron por ello a través del sistema de valorización y no se movió ni un metro de tierra ni se menciona en el CAM.

La experiencia del incumplimiento no puede repetirse. Ahora hay que encontrar las soluciones y buscar la salida que más beneficie a la capital del Valle, a las 200.000 personas que habitan los barrios de las laderas, a las 10.000 que viven en la zona rural y a los 8000 vehículos que a diario transitan por una carretera construida hace más de 50 años y ya obsoleta.

Cali no puede seguir improvisando la construcción de su futuro. Para lograrlo, se requiere que desde Planeación Municipal, la Alcaldía y el Concejo se promueva la voluntad política que permita encontrar las soluciones.