Cien días completó el intento de Rusia por tomarse a Ucrania, miles de personas, la mayoría civiles inermes, han muerto, decenas de miles más fueron heridas y millones han sido desplazadas. Es el resultado de un intento más de Vladimir Putin por recuperar el imperio que a sangre y fuego impuso el comunismo de la fracasada Unión Soviética luego de la segunda guerra mundial.

Todo empezó justificado por Putin en el apoyo a los separatistas prorrusos que según él controlaban la región del Dombás, vecina a su frontera. Antes, en el 2014, había invadido la península de Crimea, apropiándose de ella como si fuera parte de Rusia. Ahora, el fondo de su invasión está en su obsesión de absorber de nuevo a Ucrania como parte de lo que hoy se llama la Federación Rusa, nacida tras el derrumbe del comunismo en 1991.

Para Putin y su régimen, la libertad de Ucrania es impensable y su posible ingreso tanto al Tratado del Atlántico Norte, la organización creada por Europa y los Estados Unidos para responder a la amenaza soviética, como a la Unión Europea, un imposible. Por eso desató una invasión que en su momento denominó “operación militar especial”, y no es más que una guerra de invasión que destruye a Ucrania y causa la peor de las tragedias ocurrida en el viejo continente en el último siglo y a partir del pasado 24 de febrero.

Su primer intento fracasó, debiendo cancelar el asedio a la capital, Kiev, y retirar sus tropas derrotadas del norte y centro de Ucrania. Pero se ha concentrado en el ataque furioso y arrasador contra las provincias de Donetsk y Luhansk, así como en la toma de la zona costera frente al mar Negro. Centenares de ataques contra Mariúpol y otras ciudades han culminado con su destrucción, dejando muerte y desolación en escuelas, hospitales, edificios de habitación y todo lo construido para el bienestar del pueblo ucraniano.

Aunque la ayuda internacional a Ucrania ha sido constante, y tanto las sanciones como las medidas de aislamiento contra Rusia están golpeando también al pueblo ruso, Putin, prevalido de su poder nuclear y de su superioridad bélica, insiste en su ofensiva, en su guerra de invasión contra quienes sus connacionales consideran como sus hermanos. Y no parece haber asomos de alguna negociación que lleve a terminar lo que inició y no parece tener posibilidades de finalizar.

Entre tanto, la invasión ha revivido el temor de occidente al totalitarismo y la violencia que representa el presidente de Rusia. Por ello, la neutralidad que durante décadas simbolizaron Suecia, Dinamarca, Finlandia y Noruega desapareció. Así mismo, Alemania aumenta de manera notoria su inversión en defensa y a la vez entrega apoyo militar a Ucrania para su defensa como lo hacen los Estados Unidos y muchos otros países al entregarle misiles y armamento de punta para luchar contra sus invasores.

Cien días de insania han transcurrido desde que Putin ordenó la guerra contra Ucrania, basado en su obsesión de reconstruir el imperio soviético. Y se espera que la conflagración no termine en una guerra en la cual se comprometa de nuevo el futuro de la humanidad.