Luego de muchas especulaciones sobre las causas políticas por las cuales el Presidente de los Estados Unidos no recibía en forma oficial al de Colombia, el pasado jueves se produjo el encuentro en la Casa Blanca.
Además de celebrarse los doscientos años de estrechas relaciones entre los dos países, allí tuvieron lugar declaraciones que deben mejorar una alianza necesaria para enfrentar los riesgos que contra la democracia se están presentando en América.

La reunión se produjo días después de la visita de una comisión del gobierno estadounidense a Caracas y el consecuente diálogo con representantes de la dictadura encabezada por Nicolás Maduro. Ello significa un cambio sustantivo en las relaciones de ambos países, causada sin duda por la necesidad de enfrentar los problemas, en especial en el suministro de petróleo, que causa la invasión de Ucrania por orden de Vladimir Putin, aliado y socio de la Venezuela que rige la dictadura a la cual Estados Unidos desconocía hasta ese momento.

Pero también era evidente que se trataba de una posible negociación con el régimen que, además de causar la peor tragedia humanitaria del continente al expulsar millones de venezolanos de su país, protege los grupos terroristas que atacan a Colombia en las fronteras y al narcotráfico que ha encontrado la ruta segura para enviar cocaína a los países consumidores. Ante esa realidad, parecía más que posible que el Gobierno colombiano reclamara sobre lo que es un viraje que altera de manera importante las relaciones de gran parte de la comunidad internacional.

Sin embargo, todo pareció quedar claro, a juzgar por la reunión entre los presidentes Iván Duque y Joseph Biden el pasado jueves en Washington, y por los anuncios que la acompañaron. Aprobación del proyecto de ley presentado por un senador sobre la declaración de Colombia como Aliado principal extra Otan, lo que lo convierte en uno de los tres países latinoamericanos que con esa categoría tienen acceso a ciertos privilegios, la promesa de aumentar el apoyo de los Estados Unidos para enfrentar la crisis migratoria, la entrega de dos millones de vacunas contra el Covid-19, fueron anuncios que se entregaron a los medios de comunicación después del encuentro.

De todo ello, y según expresaron los participantes en el encuentro, quedó fortalecida la relación, bicentenaria ya, de Colombia y los Estados Unidos. Aunque hubiera sido apropiado conocer lo que va a ocurrir con Venezuela y la protección que brinda a quienes son amparados por la dictadura de Maduro, o la manera en que se fortalecerá el combate al narcotráfico, la reunión y las fotos que la testimonian dan por terminadas las especulaciones sobre una mala relación entre los dos mandatarios, producto de la política electoral en los Estados Unidos.

Después de la cita del pasado jueves, todo quedó bien y en muy buenos términos. Fue una oportunidad para acercar a dos aliados y, de paso, para reducir la distancia que se ha ido acrecentando entre Estados Unidos y los países latinoamericanos que han sido tradicionales amigos y socios de la gran potencia mundial.