De nuevo y como lo habían anticipado las elecciones previas realizadas hace dos meses, las urnas derrotaron al kirchnerismo en Argentina. Es la crisis que lleva treinta años sin solución, en la cual el populismo y las confrontaciones ideológicas han impedido encontrar soluciones.
El que fue uno de los países más ricos del mundo a mediados del siglo pasado padece hoy los peores males: un desempleo enorme, la inflación que supera el 50% anual, donde la devaluación cabalga ante la poca capacidad de generar divisas y el enorme peso de una deuda pública que destruye la estabilidad y la tranquilidad necesarias para resolver el empobrecimiento crónico de una población cuyo nivel de vida fue ejemplo en América Latina
Pero la causa final no está en el endeudamiento. Como pocas naciones en el mundo, Argentina ha sido víctima de un populismo persistente que gasta sin control y para el cual no hay límite en usar el crédito al costo que sea, así ello signifique sacrificar el futuro de la nación. O dedicarse cada cierto tiempo a declarar la quiebra, la incapacidad de pago y después culpar a los banqueros y al Fondo Monetario Internacional de ser los causantes del ‘default’.
Detrás de todo eso está la filosofía del peronismo, explotada en las últimas tres décadas por la hegemonía que montaron el fallecido expresidente Néstor Kirchner y su esposa Cristina, un entramado al cual hay que sumarle el acaparamiento de los poderes públicos y la corrupción rampante. Semejante poder, disfrazado de política socialista, fue derrotado por una coalición de derecha hace tres años encabezada por Mauricio Macri, cuya presidencia no pudo enderezar el rumbo del Estado ni devolverle la confianza a la inversión privada que ha huido de la incertidumbre que promueve el socialismo siglo XXI de los Kirchner y sus aliados.
Por eso fue elegido Alberto Fernández, quien llevó a la vicepresidencia a Cristina, lo cual le permitió a él ser presidente y a ella recibir el fuero que le evitó ir a la cárcel por múltiples acusaciones de corrupción. Dos años después, y ante el fracaso de ese populismo que arrastra al pueblo argentino a la pobreza y a su Estado a una nueva quiebra, el pasado domingo los argentinos derrotaron en las urnas al peronismo de los Kirchner, arrebatándoles el control del Congreso por primera vez desde 1983, eligiendo como mayoría a una oposición diversa en la cual se destaca el movimiento del expresidente Macri.
Por sorprendente que parezca, el presidente Fernández proclama una victoria y llama a un acuerdo “patriótico” a los opositores, en tanto la vicepresidente reclama la suya. Y Argentina continúa el camino hacia la quiebra, hacia la enésima renegociación de su impagable deuda y hacia la desesperanza de no encontrar salidas.
Es una nación en busca de soluciones que estén por encima del populismo y la política estéril para poder regresar a la generación de empleo y de riqueza, a tender los niveles de tranquilidad y prosperidad que los argentinos conocieron durante el Siglo XX. Ojalá sus dirigentes políticos puedan entender el mensaje que les enviaron los argentinos el pasado domingo.