Mientras Occidente se debate en las debilidades y contradicciones de la democracia, China sigue adelante y cierra filas alrededor de Xin Jinping. Es la diferencia entre los modelos de gobierno basados en la libertad de elegir y aquellos cuya base está en el poder de una sola visión y la vigencia de sus dirigentes a cualquier precio.

La diferencia está más que clara. Las democracias se basan en el debate entre quienes gobiernan y quienes se oponen, entre mayorías y minorías que son citadas con frecuencia a elecciones para renovar la representación de las sociedades, y en la separación de poderes que hace posible el control para evitar los abusos del poder.

China por su parte viene de un modelo totalitario, donde existe un solo partido, está proscrita la oposición y la Justicia es un apéndice más de los gobernantes. Ese partido establece una hegemonía y quienes la dirigen suelen quedarse temporadas largas en el poder. Además, y contrario a las dictaduras comunistas que existieron en el país asiático y que todavía subsisten en algunas partes del planeta, China desarrolló el capitalismo de Estado con el cual se ha convertido en la segunda potencia mundial, lo que a su vez le permite avanzar en el terreno militar y geopolítico del mundo.

Por todo ello, quien sea capaz de controlar ese régimen puede llegar a tener un poder casi ilimitado. Como ahora, cuando Xi Jinping es secretario general del partido, jefe de Estado y presidente de la Comisión Militar Central de China. En otros términos, el poder absoluto.

Y todo da a entender que se prepara para quedarse allí hasta su muerte, como lo hicieron Mao y Deng Ziao Ping. De acuerdo con la resolución del Partido Comunista de China que realizó su pleno la semana pasada, el país ha obtenido “logros históricos y se ha sometido a una transformación histórica”, y como lo hizo con sus anteriores líderes, produjo “la inmensa transformación de ponerse en pie, hacerse próspera y convertirse en una nación fuerte”.

Según el comunicado que cerró esa cita, el partido “llama a todo el partido, todo el ejército y a la gente de todos los grupos étnicos a unirse alrededor del Comité Central con el camarada Xi Jinping como su núcleo, para poner en marcha la nueva era de socialismo con características chinas”. No hay duda entonces sobre la intención de continuar con el culto a la personalidad que hace de Xi Jinping un personaje legendario, intocable y eterno.

“Estamos convencidos de que el Partido Comunista y el pueblo chino aumentarán las grandes glorias y victorias de los últimos cien años con glorias y victorias aún mayores en el nuevo viaje que nos espera”, dice el comunicado. Es una notificación rotunda de las intenciones que tendrá el poder en China.

Todo indica que habrá Xin Jinping para largo rato y seguirán acciones como el totalitarismo que ahogó a Hong Kong, el asedio a Taiwán y el fortalecimiento de la capacidad bélica de China, al lado de su enorme influencia en la economía mundial. Y entretanto el mundo democrático continuará su intento por defender las libertades a pesar de la debilidad que le pueda ocasionar su debate permanente.