Ante la amenaza de narcotráfico que tiene en la venta en las calles uno de sus más prósperos negocios, el desmantelamiento en Cali de una banda compuesta por 46 personas y con ramificaciones en el Valle, el Quindío y cinco departamentos más, es un éxito de la Policía Nacional que debe destacarse. Pero también es la demostración del poder que ha alcanzado el llamado microtráfico como generador de violencia y muerte en las comunidades.
La captura de esa cifra de delincuentes, inédita por su s dimensiones, se produjo en el marco de la ‘Operación 100 días con el narcotráfico’, iniciada a finales del mes de mayo pasado, la cual se extenderá hasta septiembre próximo en la región. En ella se ha ido descubriendo el entramado de una organización que deriva sus acciones hacia el sicariato a través de las tenebrosas ‘oficinas de cobro’, los créditos ‘gota a gota’ en los cuales invierten sus utilidades, el tráfico de armas y toda clase de delitos.
Es todo un conglomerado de delincuencia que al parecer también tiene que ver con la financiación y pago de algunos de los grupos que produjeron el vandalismo y los bloqueos en Cali durante los aciagos días comprendidos entre el 28 de abril y mediados de junio. En este caso, su motivación no fue originada en razones políticas o por sentimientos de solidaridad con la protesta social, sino la explotación del caos que demandaba la concentración de la Fuerza Pública en la recuperación de la tranquilidad para ampliar sus tentáculos y las ventas de las drogas ilícitas.
‘Los flacos’ se llamaba la temible organización que fue puesta a disposición de la Justicia para su procesamiento. Con ello, la Policía logra un resultado importante al poner en acción su capacidad de inteligencia y acción contra las organizaciones criminales que se han enquistado en la vida de ciudades como Cali y causan iguales o peores males a la sociedad que los grupos dedicados a la explotación de la cadena del narcotráfico en las zonas rurales. Son verdaderas empresas que se disputan a sangre y fuego el control del negocio, a la vez que reclutan jóvenes, convirtiéndolos en delincuentes y en carne de cañón.
Uno de los aspectos más inquietantes del microtráfico es la insensibilidad que la sociedad ha desarrollado con respecto a la venta y consumo de estupefacientes. Quizás porque se ha convertido en un espectáculo normal, o por el temor que despierta su capacidad de destrucción, los ciudadanos prefieren guardar silencio, así sus hijos caigan en el consumo o sus barrios se transformen en campos de batalla entre los criminales que aprovechan ese silencio y las dificultades de las autoridades para combatirlos.
Por ello es tan importante destacar que la Policía haya logrado desmantelar esa banda de delincuentes, lo que debería extenderse hasta tanto se acabe con ese enemigo que se camufla en las comunidades, causando desastres irreparables. Y por eso es tan necesario exigirles a las autoridades locales que proporcionen los recursos necesarios para enfrentar lo que es una enorme amenaza para la sociedad caleña, para su seguridad y para la salud de miles de jóvenes.