El privilegio que tiene Cali de estar en un valle y al pie de la cordillera por la que bajan los vientos del Pacífico, capaces de llevarse el aire contaminado a su paso, ya no aplica para la ciudad. Los niveles de polución se aproximan a puntos críticos, peligrosos para la salud humana, situación que demanda de la intervención de las autoridades ambientales así como de la concientización de sus habitantes, llamados a cambiar hábitos cotidianos para salvaguardar su bienestar.

En el barrio La Flora, al norte de la capital del Valle, las más recientes mediciones de la calidad del aire arrojan que el sector está a 28 puntos de llegar a índices considerados como perjudiciales para el cuerpo humano por la Organización Mundial de la Salud. Si entre 0 y 50 esos niveles son buenos, y entre 51 y 100 entran en la categoría de moderados, a partir de 101 pueden tener efectos graves para poblaciones vulnerables.

Como lo reveló el informe publicado ayer por El País, en La Flora el Índice de Calidad del Aire marca 72 puntos, y preocupa que en otras seis estaciones distribuidas por toda la ciudad, la marcación esté por encima de 50, nivel en que deberían tomarse acciones para evitar que las partículas contaminantes permanezcan en el ambiente.

Si Cali se sentía tranquila al compararse con Bogotá y Medellín, donde en varias ocasiones en años recientes ha sido necesario declarar la emergencia por polución, y muy lejos de Santiago de Chile o Ciudad de México que se encuentran en el top de ciudades más contaminadas de Latinoamérica, es prudente que empiece a prepararse. Creer que aún hay tiempo o ser indiferentes frente a esa realidad es potenciar el riesgo para los caleños.

La polución en la capital del Valle es generada principalmente, de acuerdo con el Dagma, entidad encargada del medio ambiente local, por el parque automotor. Con 756.000 vehículos, de los cuales 235.000 son motos, circulando por las calles hoy, es lógico que se presente una mayor emisión de gases contaminantes, que dañan la calidad del aire.

El problema es que mientras no exista un Sistema de Transporte Masivo eficiente o alternativas diferentes para la movilidad, la tendencia a usar carros particulares se mantendrá. Por ello se deben buscar otras soluciones que sean eficaces para compensar la contaminación actual.

La siembra de árboles es la primera. No se entiende que una ciudad con el clima privilegiado de Cali y con sus condiciones geográficas, esté muy por debajo de la media recomendada de arborización y en zonas verdes. Hay que doblar el número de especies plantadas hasta alcanzar el millón, y de paso garantizar la protección del Parque Natural Farallones que cumple una función vital en la oxigenación.

En manos de entidades como el Dagma y la CVC, así como en la concientización y el compromiso de los caleños, está la posibilidad de mejorar la calidad del aire en la capital del Valle. Aún se está a tiempo de reversar los índices de contaminación y regresar a los estándares mínimos que garanticen la salud pública en Cali.