Superando las conjeturas sobre la debilidad que pueda mostrar, y no obstante la combinación de la inflación y las naturales controversias en épocas electorales, la economía colombiana sigue dando muestras de su solidez y de su capacidad para generar el crecimiento que se requiere en el camino de la recuperación social. Sin embargo, no es momento para bajar los brazos e ignorar los riesgos que existen.

Según el Departamento Nacional de Estadísticas, Dane, Colombia registró un crecimiento del 7,6% durante el mes de enero del presente año. Así mismo, la bonanza que atraviesa el petróleo y los buenos precios del café en las bolsas internacionales se reflejan también en la reducción del endeudamiento público, del déficit fiscal y el mejoramiento sensible de la balanza comercial, lo que también han llevado a una baja sensible de la devaluación de nuestra moneda.

Son pues buenas noticias que han mantenido la confianza de los inversionistas y de los mercados internacionales en nuestro país, no obstante las dificultades y las secuelas que dejaron la pandemia del Covid-19, la parálisis prolongada por más de un año y los estallidos de violencia que se presentaron durante el primer semestre del 2021. Más aún, el clima de nerviosismo que ocasionan las elecciones que se están llevando a cabo no ha sido obstáculo para mantener esa perspectiva, tan necesaria para poder recuperar lo que se perdió en los dos años anteriores.

De otra parte, los riesgos y amenazas generadas por factores externos como la invasión de Rusia a Ucrania o el alza de los insumos y productos alimenticios importados, siguen presionando la inflación en la canasta de productos básicos, golpeando con rudeza los bolsillos de las familias, en especial las de menores recursos. Así mismo, el desempleo y la pobreza siguen mostrando indicadores muy preocupantes para la sociedad, lo que obliga a redoblar los esfuerzos y a tomar las decisiones que sean necesarias para superar el desafío que significan.

El actual es pues un momento de grandes cambios que deben tener respuestas oportunas y adecuadas para proteger y consolidar los progresos logrados hasta ahora y que sin duda aún no son suficientes, como lo demuestra la urgencia de erradicar la corrupción de la vida nacional. Para ello es menester mantener una estabilidad en las políticas económicas y en la defensa de instituciones como la libre empresa, alejadas de los cantos de sirena que el populismo utiliza para seducir electores, aún a sabiendas de que son mentiras o imposibles.

Regresando a la campaña electoral en curso, y ante la natural controversia que genera el debate de las propuestas, es el momento para enviar el mensaje que necesitan los colombianos. Amenazar las pensiones o poner en duda el respeto a la propiedad privada, declarar la guerra a la industria petrolera, a la actuación de la banca y de los sectores productivos puede ser un recurso efectista que quizás atraiga votos y la atención de los medios de comunicación. Pero debe tenerse claro que con ello se está causando incertidumbre, lo cual repercute en la confianza que necesita el país.