Tres proyectos de infraestructura fundamental para Colombia y que se localizan en el Valle, aguardan por años que el gobierno central los termine o los lleve a cabo. Es la respuesta que reciben el departamento y el país a pesar de los compromisos que se han expresado o incluido en programas de gobierno que no se cumplen.
El primero y más simbólico de lo que son las relaciones del centralismo con la región Pacífica, es la terminación de la vía entre Buga y Buenaventura. Décadas enteras se ha llevado finalizar una doble calzada ofrecida y prometida por cuatro gobiernos, asegurada ante los gremios, las entidades representativas de la región, los gobernadores y gobernadoras y los congresistas que han hecho parte de los bloques parlamentarios. A pesar de ello, aún faltan 35 kilómetros que, se espera, sean comprometidos con una concesión que según se informa desde la Agencia Nacional de Infraestructura, será adjudicada en los primeros días de agosto.
Y entre tanto, la vía muestra deterioros que, como la falla geológica que con frecuencia produce derrumbes y hundimientos a la altura del kilómetro 89, son sometidos a rellenos que no solucionan el problema. Pero sí se aplaza la obligación de construir el viaducto que resolverá los inconvenientes, para lo cual son los peajes que se pagan a lo largo de la inconclusa carretera.
El segundo, y tal vez más importante por su impacto en el comercio internacional y la viabilidad de los puertos que se han venido desarrollando en Buenaventura bajo el compromiso de sucesivos gobiernos nacionales, es el dragado del canal de acceso a la bahía. Es la clave, no para el Valle sino para el desarrollo de la ciudad más importante de Colombia sobre el Océano Pacífico y para la competitividad del país.
Demorarlo como se ha hecho con promesas seguidas de argumentos a veces inexplicables, implicará no tener capacidad para recibir los buques que hoy navegan por el Océano del Futuro y en el cual circula la carga del mundo. Y por si fuera poco, favorece a los puertos del Ecuador, púes la carga que entra y sale de Colombia deberá llevarse allá, ante la imposibilidad de vincularnos con las tendencias navieras del planeta.
Y el tercero es la construcción de la vía Mulaló Buenaventura, comprometida en 2014 mediante una alianza público privada y paralizada durante años por una agencia del gobierno nacional. Ahora, el concesionario renunció debido a las increíbles dilaciones oficiales, se espera una demanda por incumplimiento que golpeará las arcas públicas, en tanto que la obra se desvanece porque en Bogotá parece considerarse apenas como una obra regional de poco impacto.
Quizás las vicisitudes de estas obras, o su fracaso, sean la mejor radiografía de lo que está ocurriendo a los compromisos con nuestra región, al parecer fallidos. Ahora, tocará aguardar a que el nuevo gobierno se instale, revise sus prioridades y defina su plan de inversiones para ver si se compromete a realizar o terminar lo que no se ha podido hacer durante treinta años a pesar de su importancia nacional y sin duda, también regional.