Como sucede con el área urbana de Cali, en los corregimientos y veredas de la ciudad hay problemas que reclaman la atención de las autoridades municipales. Son 40.000 habitantes a quienes hay que escuchar y brindarles las soluciones que demandan.
El pasado 12 de febrero ediles y voceros de los 15 corregimientos y 85 veredas le presentaron al Concejo de la ciudad sus inquietudes por lo que sucede en la zona rural y reiteraron la necesidad de que se atiendan asuntos prioritarios ignorados por largo tiempo. Solventar esos reclamos no requiere de transformaciones impresionantes, pero sí de voluntad para destinar los recursos que sean necesarios y de buena gestión para ejecutar las obras requeridas.
Cada corregimiento tiene sus particularidades, pero hay coincidencias recurrentes que denotan el abandono o la indiferencia que han sufrido.
El acceso al agua potable, el mal estado de las vías, las carencias de puestos de salud, las deficiencias que presentan algunas instituciones educativas o la falta de transporte público permanente son los principales. Que hoy se presenten esas falencias en servicios esenciales para una comunidad y en territorios que hacen parte de Cali, no tiene justificación.
A esos problemas se suman los de las invasiones ilegales que no parecen tener freno en la ciudad. Golondrinas, Montebello, Pance, Felidia, El Saladito o La Buitrera son blanco permanente de quienes convirtieron en un negocio la toma ilícita de tierras, muchas de ellas pertenecientes al municipio o que deben estar bajo su protección.
Como sucede en el resto de la ciudad, la inseguridad también afecta a la zona rural. No hay un corregimiento o una vereda donde sus habitantes no se sientan desprotegidos y a merced de la delincuencia, o de los desmanes que ocasiona la falta de control en algunas vías como la carretera al mar o las que llevan a Cristo Rey, a La Buitrera y a Pance, especialmente los fines de semana cuando se aglomera un turismo mal concebido y sin organización.
La mayoría de los corregimientos de Cali se encuentran en zonas de reserva o de protección natural, están ubicados en las cuencas hidrográficas de seis de los siete ríos que bañan a la capital del Valle y adolecen del cuidado que demanda su patrimonial natural.
Reconociendo que se hacen algunos esfuerzos para su conservación, el deterioro es evidente y se refleja en el estado de esas fuentes de agua que abastecen a los corregimientos y principalmente a la población urbana. Son años pidiendo soluciones que no terminan de llegar.
Entendiendo los propósitos de desarrollo que tiene el gobierno municipal, debería primero escuchar a las comunidades rurales.
Resolverles sus problemas es con seguridad más sencillo y menos costoso que realizar otros programas en los que se ha obstinado la administración local, como el de Cali Inteligente, y se atendería a una proporción muy importante de la comunidad.
A quienes viven en los 15 corregimientos y 85 veredas de Cali hay que hacerlos sentir parte de la sociedad. En eso también consiste hacer el ejercicio de soberanía.