Luego de las dificultades producidas por la pandemia del Covid-19 y las medidas que debieron tomarse para proteger a la humanidad, ahora viene la reapertura de la actividad económica y social. Aunque los datos de crecimiento en Colombia son un respiro y muestran una recuperación amplia y sorprendente, lo que se inicia es un proceso lleno de riesgos.

Sin duda, llegar al 10,6% de crecimiento en el Producto Interno Bruto es una buena señal de la capacidad que tiene la economía colombiana y de lo acertado que han sido las medidas monetarias y fiscales para proteger a empresas y familias de la incertidumbre que significaron los más de diez meses de parálisis en los cuales se destruyeron miles de empleos y de emprendimientos. Es lo que se ha dado en llamar la resiliencia, la cual también se reflejó en el resurgimiento de la demanda que aún se ve en los lugares turísticos en todo el país.

Pero también afloraron señales que indican alertas sobre lo que puede suceder si no se actúa con oportunidad para enfrentarlos. Está en primerísimo lugar el crecimiento de la inflación que llegó al 5,6% anual, algo que no se veía hace muchos años y que golpea ante todo los ingresos de los colombianos de menores recursos, lo que puede llevar a problemas de mucho mayor calado, en especial de orden social.

El que haya existido liquidez suficiente para enfrentar ese aumento en los precios, y que se haya decretado un incremento del 10% en el salario mínimo para el 2022 no significa que el problema se haya solucionado. Hoy, el país es un gran importador de productos alimenticios y materias primas, lo que le hace muy sensible a fenómenos como la devaluación de su moneda y el problema que afecta al transporte y la logística en el mundo, lo que se traduce en una inflación importada que debe ser manejada con sumo cuidado.

También está la inflación producida por el exceso de liquidez que impulsa la demanda y en consecuencia el alza de los precios en productos de primera necesidad y servicios que no pueden ser ofrecidos en similar proporción. Y además del regreso de impuestos suspendidos a causa de la pandemia, está el aumento que se presenta en bienes y servicios atados a las tasas de inflación o en muchos casos al salario mínimo que se define a final de cada año, lo que en el 2022 significará incrementos notables que no pueden calificarse como sorpresivos.

Para enfrentar ese fenómeno, la autoridad monetaria empezó a elevar las tasas de interés para tratar de frenar la demanda por la vía de congelar el exceso de liquidez: Sin embargo, ese propósito no se cumple en muchas ocasiones, menos aún cuando el país está expuesto a la inflación importada que se combina con la devaluación. Por ello es necesario llamar al cuidado que debe tenerse para controlar en lo posible lo que puede ocasionar dolores de cabeza más graves como la recesión y la pérdida de capacidad adquisitiva que se logró con el incremento del salario mínimo.

En resumen, Colombia puede celebrar la reactivación en el segundo semestre del 2021, pero no debe ignorar los riesgos que enfrenta para consolidar su recuperación en el 2022.