Retomo unas palabras escritas hace ya años, un 23 de diciembre, dedicadas a mi mamá en su último día. Murió el 24 al amanecer. Fecha simbólica, cargada de sensaciones indefinibles, imborrables.

Esa noche, 23 de diciembre, la tengo grabada como una segunda piel. Casablanca, la casona El Faro de la tribu iluminada, como en sus mejores días. Un pesebre extraño con bueyes gigantes y ovejas enanas, una Virgen pálida y un niño demasiado rosado, una cascada de papel de aluminio que aterrizaba en un espejo disfrazado de lago.

Un enorme Papá Noel, cantando en la puerta de entrada, la cabeza de un reno de felpa, cientos de tarjetas navideñas acumuladas a través del tiempo en las mesas; el comedor gigante lleno de buñuelos, natilla, desamargado y hojaldres hechos por Anita, que nos acompañó toda la vida, todo como si tú misma, ya frágil, lo hubieras organizado. Este año lo organizamos para ti.

Esa noche nos entregaste todo. Tu corazón ya agotado, pero repleto de amor, nos regaló sus últimos latidos. Reíste, brindaste con champán, recitaste poemas; tu favorito: ‘Muñequita de trapo’:

Muñequita de trapo,

De la cara plateada,

Quién pudiera ser toda de trapo,

Sin alma y sin nada.

Acariciaste a tus biznietos con ternura infinita; sonaban los villancicos, era tu despedida y tú lo sabías. En ese adiós final, lleno de tu estilo y elegancia espiritual, nos inundaste de amor.

La vida sigue su curso. Y tus nietos tienen hijos, la tribu crece y crece. Yo sé que los sigues y los cuidas. Tu presencia jamás me abandona. La ‘muñequita de trapo’, a la que dedicaste tu poema, la tengo en mi cuarto. Todas las noches le mando un beso en tu nombre; lo mismo con Pío, como le decíamos a mi papá, que nos dejó precisamente en un Día del Padre en el Solsticio de verano; lo siento cada noche con unas góticas de su colonia favorita para sentir su olor.

Todos los diciembres me debato entre la alegría infinita de estar con mis hijos, nietos y esa tribu extendida, y la nostalgia pegada al ombligo, como un timbre que no se apaga; nostalgia de ausencias extendida a amigos del alma que dejan un vacío que nadie ni nada puede llenar.

Diciembre y sus velitas, sus luces encendidas, villancicos, fiestas, siempre alegres y tristes. Fin de otro año que se va, también como otra colcha llena de retazos, de colores unidos por instantes, instantes de vida, lo único que realmente tenemos seguro. No los desperdiciemos, llenémoslos de amor.

Mañana 24 brindaremos y continuaremos el camino, haciendo camino al andar. Nuevos amaneceres, atardeceres dorados, lluvias, soles y lunas; ilusiones, reencuentros, proyectos…

Estrenar cada día, con gratitud y energía, espantando fantasmas, temores, rabias y rencores; impidiendo que la oscuridad se infiltre silenciosa y taimada; recordando siempre que si escogemos bien nuestros pensamientos, sentiremos así las emociones y las actuaciones. Esa es la verdadera libertad; la salida está hacia adentro, no nos equivoquemos de puerta, no vale la pena. ¡Feliz Navidad!