El presidente Gustavo Petro ha viajado a China con tres objetivos principales, todos ellos favorables a los intereses de nuestro país. La renegociación de la deuda externa, la corrección del déficit comercial con el gigante asiático y el ferrocarril Barranquilla - Buenaventura. El más urgente de los tres es la renegociación de la deuda, contraída alegremente por nuestros anteriores gobernantes, seducidos por el boom del endeudamiento promovido a escala planetaria por la decisión de la Reserva Federal de Estados Unidos de mantener en cero el tipo de interés del dólar desde la crisis económica de 2008.

Hoy esos intereses han subido al 5% y es probable que sigan subiendo, trayendo consigo un brutal encarecimiento de nuestra deuda externa que afecta negativamente el presupuesto nacional. Especialmente, los rubros de inversión y gasto social. Supongo que Petro espera que el gobierno chino sea lo suficientemente comprensivo como para ofrecernos ahora el alivio que no nos ofrece el Fondo Monetario Internacional.

En cambio, el desequilibrio en el intercambio comercial con China creo que solo se puede resolver en el largo plazo. Cuando el país se reindustrialice y sea capaz, no solo de sustituir la importación de productos industriales extranjeros por los de producción propia. Eso toma su tiempo, porque supone reparar el daño devastador causado a la industria nacional por tres décadas de neoliberalismo. El ferrocarril Barranquilla- Buenaventura está en una posición intermedia: tomará tiempo hacerlo desde luego, pero la decisión se puede tomar hoy mismo. De hecho, habría que tomarla ya para que este calendario comience a rodar. Y es el momento de hacerlo.

En primer lugar, porque este ferrocarril encaja en la Iniciativa de la Franja y la Ruta, la estrategia china de construir vías de comunicación por todo el mundo con el fin de propiciar el comercio y desarrollo económico. En segundo lugar, porque Petro es el primer presidente del país en darse cuenta que Colombia tiene que aprovechar en su beneficio el acceso al Atlántico y al Pacífico. ¿Y qué mejor manera de hacerlo que construyendo un ferrocarril que los una?

Los beneficios son incalculables. Van desde el estímulo de la economía nacional que supondrán la enorme inversión necesaria para construirlo hasta el hecho de que el tren es más eficiente y muchísimo menos contaminante que el camión y el carro. Para Cali y el Valle será una bendición.