Hace unos días la gobernadora Clara Luz Roldán (a propósito, felicitaciones por el éxito de los Panamericanos Junior) le impuso a mi colega y amiga Beatriz López una distinción por su vida y obra dedicada al ejercicio del periodismo, dentro del premio Gerardo Bedoya Borrero, en que también fueron galardonados mi condiscípulo Mario Alfonso Escobar, un excelente comentarista deportivo, y la señora Nilsa López de Espejo, alma y nervio del Periódico El Tabloide de la ciudad de Tuluá.
Me resulta muy difícil referirme a Beatriz sin tener en cuenta la carga afectiva que me ha unido a esta celestina de mis pinitos en el ‘maldito oficio’.
Hace como cincuenta y tantos años escribía una hoja diaria en medio de las clases de derecho del doctor Leonidas Chaux Mosquera en la Universidad Santiago de Cali ubicada en la hoy sede de Proartes.
Mi pasquín tuvo tanto rechazo por parte de mis compañeras de pupitre que no alcanzaba a circular en todo el salón porque siempre alguna energúmena adoratriz la rompía en mil pedazos, profiriéndome toda suerte de regaños por los atrevidos comentarios que osaba perpetrar y que despertaban por igual odios y aplausos entre mis condiscípulos.
Seguramente y por ello, a mi compañero Álvaro Mejía López se le ocurrió enviarme a este periódico con no sé qué recomendación y allá me recibió Beatriz, por entonces editora de la página Femenina -creo que la primera en el periodismo nacional- y me pidió como por no dejar un artículo sobre cualquier cosa (el Trío Montecarlo en Japón) y le gustó y lo publicó.
Fue así como resulté ser el único varón -probado eso sí- que compartió espacios con Aura Lucía, María Antonia, Aurita, Clarita y la mismísima Beatriz que me apoyó en mis locuras, contra quienes condenaban que un mozalbete, flaco y desgarbado compartiera manteles con tan preclaras damas.
Así pues, nació este gacetillero que lleva medio siglo dando lora y la que falta y todo -repito- a esta irresponsable amiga, hoy retirada de su pasión, en una determinación que no comparto y así se lo hice saber cuándo supe que su columna no iba más.
Beatriz López, como ninguna otra persona, no solo conoce nuestro periodismo y ha sido testiga de excepción de nuestra historia reciente sino que, y lo más importante, ha sido también un referente moral habida cuenta su rectitud y su talante que harta falta le hace ahora y más que nunca a nuestra atribulada y huérfana Cali.
Desde aquí, yo insisto y no desisto en solicitarle a Beatriz que vuelva a nuestras páginas editoriales. De verdad, esta parroquia la necesita.
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Posdata: Todo parece indicar que lo de la minga va a estar controlada. Será la prueba de fuego del secretario de Seguridad, Carlos Soler, quien se ha comprometido a garantizar el orden público en unión con los estamentos militares en pleno y la veeduría y el apoyo del Ministerio de Defensa Nacional.
De no ser así, tocará barajar de nuevo las estrategias de seguridad y convivencia aplicando los correctivos a que haya lugar y con las impredecibles consecuencias que ello conlleve.