Sergio Fajardo tiene un modo tan particular de hacer política que incluidos los que algo sabemos de esa actividad, nos cuesta trabajo entenderlo. Hace cuatro años, Colombia habría escapado de padecer este inicuo gobierno de Iván Duque, si el inteligente matemático hubiese aceptado la propuesta de César Gaviria de participar en una consulta para escoger candidato de la socialdemocracia para presentarlo en la primera vuelta. Sergio se negó, se fue solo a esa confrontación en la que obtuvo suma importante de votos, pero como no aceptó el apoyo liberal, le dio paso a Duque, que triunfó en la segunda por el temor que infundía Petro.
Allí Fajardo desperdició oportunidad única de ser presidente de Colombia, que ahora pretende de nuevo, con muchas dificultades.
Tengo en alta estima a Fajardo. Fue excelente alcalde de Medellín y magnífico gobernador de Antioquia, y en ambos despachos dejó su impronta de buen administrador, sin que nadie pueda decir que tuvo mínima falla ética.
Este hombre siempre vestido de jeans y con el pelo ensortijado, registra mayor intención de voto que Galán, Robledo y Cristo, sus émulos en la Coalición, pero su obcecada postura de cerrarle el ingreso a Alejandro Gaviria para que compita en ese espectro político, pone en riesgo la opción de centro porque dividido no llega a buen puerto. Una cosa es irrebatible: ningún candidato de centroizquierda triunfa sin los votos liberales.
He sido crítico contumaz de César Gaviria por la errática conducción que le ha dado al Partido Liberal en los últimos cuatro años, en los que ha hecho causa común con Álvaro Uribe, que es lo peor que puede hacer un liberal. ‘Amangualarse’ con el más recio adversario de la ideología liberal no tiene explicación válida. Pero soy pragmático, y por eso creo que, en estos momentos cruciales para Colombia, los votos rojos que controla Gaviria son necesarios para derrotar a Petro y, desde luego, ‘al que diga Uribe’.
Es posible que alguien esté detrás del tinglado que se le ha montado a Fajardo para sacarlo a sombrerazos de la contienda presidencial. Tiene investigación en la Corte Suprema de Justicia porque siendo gobernador firmó un documento en el que se cambiaba una deuda en pesos por una en dólares con un banco colombiano. Eso no tiene ni pies ni cabeza.
Endilgarle detrimento patrimonial del departamento y enriquecimiento ilícito a favor de terceros, es un despropósito. Según esa teoría, muchos presidentes, gobernadores y alcaldes estarían en idénticos problemas porque nadie es vidente para saber las fluctuaciones futuras de la divisa norteamericana. Fajardo ha explicado suficientemente esto y por eso la CSJ debe absolverlo.
Y el lío de Hidroituango tiene más de política que de búsqueda de justicia. Dice el Contralor General, Carlos Felipe Córdoba, que Fajardo y otras personas naturales y jurídicas deben pagar más de cuatro billones de pesos por los desastres de la hidroeléctrica, cuya entrada en funcionamiento está por verse.
Si el contralor no revoca la resolución acusatoria, no sería Fajardo el único perjudicado. Es el país entero el que tendría que asumir las consecuencias, porque si a los contratistas comprometidos no los sacan de ese lío, pues simplemente se negarán a continuar con el proyecto, y no habrá empresa nacional o extranjera que se le mida a seguir con ese gigante de la ingeniería.
Por eso Fajardo saldrá bien librado de ambos procesos.