Hace quince días Kendrick Sampson fue arrestado en Cartagena en un episodio que en las redes, ese reino de la realidad alternativa, calificaron de brutalidad policiaca. En el video que se divulgó se ve que un policía lanza un puño a Sampson, desenfunda su arma, vuelve y la enfunda y se lo lleva esposado. Hay un momento en que Sampson mira hacia quien lo está filmando desde la otra acera, aunque se supone que es un evento casual y debería estar más bien preocupado porque la agresión que dice está en curso.
Para lo que es la brutalidad policiaca el incidente fue menor, no así sus repercusiones mediáticas que incluyeron la transformación de la identidad de Kendrick Sampson para presentarlo como ‘activista’ líder del movimiento Black Lives Matter (BLM) y en una celebridad del cine. Todo por la incapacidad o la pereza de los medios de comunicación para verificar hechos; por no constatar la información se han creado unos en las redes que permiten que la falta de seso de un policía en el arresto de Sampson, éste haya sido convertido en ícono de la brutalidad policiaca colombiana, líder de Black Lives Matter y estrella de cine, sin ser nada de eso.
El abuso de fuerza oficial tiene tanto de largo como de ancho. El policía actuó como un tonto al golpear al norteamericano y fue un imbécil al sacar su arma para enfundarla al instante, pero más tonto es calificar eso como “brutal golpiza” como tituló El Tiempo. Equiparar este hecho al de George Floyd o Javier Ordóñez trivializa la lucha contra un fenómeno real de abuso de la fuerza policial. Si en vez de actuar con la cabeza caliente, el policía hubiera seguido el protocolo con Sampson, la noticia hubiera sido que fue arrestado por andar con un sujeto al que la policía vinculaba con la distribución de drogas, no que fue víctima de abuso policial.
Respecto de quién era el arrestado, los medios tomaron como cierto que era ‘activista’ de BLM y le añadieron que era ‘estrella’ de cine.
Si se busca en internet ‘líderes BLM’, no arroja ninguna referencia sobre Sampson. Si se incluye su nombre saldrán unos post de su cuenta de Instagram diciendo que fue agredido en una manifestación, que recibió 7 disparos de balas de goma y haciendo declaraciones desde su apartamento mientras come. Hay también un post en el que literalmente se mete en una nota periodística a unos policías en Los Ángeles y logra volverse el centro de la información que luego mueve por sus redes haciéndose propaganda. Pero la indagación sobre su posición y participación en el liderazgo de BLM no hay nada, puro humo.
Lo de estrella de cine es hilarante. Los medios dijeron que era “reconocido” por varios papeles en importantes series de TV (The Flash, Vampire Diaries) y algunos llegaron a calificarlo de “estrella” y “celebridad” de Hollywood. Pero una chequeada de 10 minutos a Internet Movie Database arroja lo siguiente: Kendrick Sampson, de 32 años, participó en 5 de los 171 episodios de Vampire Diaries, en 13 de los 90 de How to get away with murder y en 3 de los 139 de The Flash. En la miniserie Gracepoint tuvo el papel de novio de un personaje secundario. Su último proyecto fue un piloto para una serie que no fue aprobada para su primer capítulo. Huele a fracasado.
Ni estrella, ni líder, ni víctima. El mundo alterno de las redes le dio a Kendrick Sampson una vida de importancia y talento que la realidad le niega.