Ha sido motivo de discusión el discurso del presidente Petro en el Cauca. Sobre lo que dijo y lo que quiso decir han surgido intérpretes espontáneos y expertos en descifrar la mente del gobernante. Las explicaciones no pedidas parecieran indicar que el Ministro de Hacienda era el destinatario; explicaciones que en lugar de apaciguar el debate lo avivan, confirmando su carácter autocrático, que con esfuerzo pretende disimular.
“El principal rival del Gobierno, está en su interior. Es un enemigo interno representado por creencias, maneras de pensar y no simplemente por personas que al final lo que producen en concreto es que no se permitan los cambios a pesar de que el presidente quiera.
Proponemos la reforma agraria y alguien dice no, no se pueden comprar las tierras. Entonces pasan dos, cuatro, ocho meses o un año, y se nos fue el tiempo”, señaló.
El día anterior, el ministro Ocampo, interrogado sobre la propuesta del Presidente de comprar las tres millones de hectáreas de tierra para la reforma agraria, con títulos de deuda pública, TES, había dicho: “No sé si el Presidente dijo eso o no, en todo caso desde el Ministerio de Hacienda se tiene claro que no se puede hacer, o sea, no se pueden comprar tierras con TES”. Precisó, sin embargo, que había que buscarle financiación.
Fue Troya, pues no era la primera vez que Ocampo aclaraba o contradecía al Presidente y a sus locuaces y creativos ministros.
Desestimó intervenir el Banco de la República y hace poco fue enfático en decir que no impondría un control de cambios ni gravaría los ingresos de capital. Similar ocurrió respecto a lo dicho por la viceministra de Energía, a quien corrigió sobre la iniciativa incomprensible de no explorar más petróleo y gas.
Lo que no calculó el Presidente es que Ocampo, más allá de la controvertida tributaria, goza de respeto nacional e internacional y que si algo no está dispuesto a tolerar alguien de los quilates del Ministro es que lo cuestionen en público; él se ha convertido en el único recodo de tranquilidad y confianza en el Gobierno; no en vano se acuñó la frase de ser el adulto responsable en medio de un equipo a la deriva que da palos de ciego.
Petro trató entonces de enmendar la plana. Trinó que el famoso enemigo interno “es el acumulado de normas y pasos hechos en la administración nacional durante décadas para defender intereses particulares poderosos e impedir los cambios en favor de la gente” y que quienes interpretaron sus palabras como una crítica a Ocampo buscaban sembrar cizaña. Luego añadió que nunca le envió un ‘vainazo’ al ministro de Hacienda.
Estas explicaciones, no pedidas, fueron peor. Calificar de enemigas ‘a las normas’, que él contribuyó a gestar y juró defender, por imperfectas que sean, acaso no es cuestionar el Estado de Derecho. Hizo bien el exministro Juan Camilo Restrepo en preguntar cuáles son las normas que según Petro entorpecen el cambio, ¿las de la regla fiscal, las que protegen la propiedad privada o las que dan independencia al Banco de la República?
Este episodio, de una serie que inicia, evidencia unos problemas serios en el Gobierno que de no corregirse podrían destruir no solo a varios sectores económicos, sino al país. Es hora de poner orden en casa, de precisar el alcance de algunas políticas y, en especial, de no seguir haciendo anuncios a la espera de que el Ministro de Hacienda los corrija.
Si esto es empezando y con Ocampo, la perspectiva de un Gobierno sin el funcionario, dando tumbos, con anuncios irresponsables y mensajes incendiarios, es una tragedia.