Sigue la Parca accionando su guadaña para llevarse a las grandes luminarias del cine. Ahora la emprendió con la legendaria actriz Diane Keaton, quien tuvo la suerte de que Francis Ford Coppola la incluyera en el reparto de El Padrino, que a mi juicio y al de muchos otros cinéfilos es la mejor película de todos los tiempos.

A Diane Keaton le dio el famoso director el papel de Kay Adams, la novia y luego esposa de Michael Corleone, interpretado por Al Pacino, el extraordinario actor que ahora con más de 80 años sigue triunfando en el cine.

El papel de Keaton en la película sobre la poderosa familia mafiosa, cuyo líder Vito Corleone, interpretado por Marlon Brando, fue un acierto inmenso. Ya el consagrado actor era prenda de garantía, tal como resultó con su interpretación del gran capo, que le valió el Óscar de la Academia.

El papel de Diane Keaton fue más que secundario porque su personalidad lució como polo a tierra de su marido, que en principio estuvo alejado del accionar criminal de su padre y hermanos, para terminar luego del atentado que se le hizo a este, ingresando al negocio familiar hasta llegar a convertirse en sucesor de don Vito.

Luego del destacado papel de Keaton, entró a su vida artística y sentimental ese genio del cine que es Woody Allen, inmenso como director e inmenso como actor. Filmó con ella dos películas perfectas, Annie Hall y Manhattan; con la primera ganó el Óscar a mejor actriz. De ahí en adelante se convirtió en una de las actrices destacadas de Hollywood y con Faye Dunaway y Katharine Hepburn, fue la actriz con más películas en la lista de las 100 mejores del American Film Institute.

La recordaré por siempre, vestida con ropa masculina, que en ella lucía muy bien.

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Admiro mucho a los valientes, a aquellos que hacen cosas que yo no sería capaz de hacer. Los más valientes que registra mi memoria son los 9 liberales tulueños que suscribieron la carta a don Roberto García-Peña, a la sazón director de El Tiempo, denunciando que el personaje de la famosa novela de Gustavo Álvarez Gardeazábal, seguía asesinando a sus copartidarios en ese municipio, a sabiendas de que al suscribir ese mensaje estaban firmando su sentencia de muerte. A raíz de esa carta fueron vilmente asesinados Aristides Arrieta, Andrés Santacoloma y su hijo Alfonso. Ignacio Cruz escapó de morir, pues sobrevivió a un balazo que le destrozó la dentadura.

Tan valiente como aquellos copartidarios míos es María Corina Machado. Discrepo del concepto negativo que de ella tienen algunos, acusándola de haber pedido apoyo internacional para derrocar la dictadura de Nicolás Maduro.

Hay que situarse en el escenario en el que ha actuado la política venezolana desde la época del dictador Hugo Chávez, y luego con su discípulo Nicolás Maduro.

En las condiciones que enfrentaba Machado, cualquiera hubiera hecho lo mismo, y todos sabemos que la dictadura venezolana solo saldrá del Palacio de Miraflores con el respaldo extranjero, como es posible que ocurra próximamente, porque el presidente Trump no puede hacer regresar los barcos, submarinos y miles de militares, sin cobrar la presa que motiva ese desplazamiento bélico estadounidense. Esa presa es Maduro, y no creo que el inquilino de la Casa Blanca haga regresar esa poderosa fuerza naval sin llevar a una cárcel gringa al dictador venezolano.

María Corina Machado es reconocida hoy en el mundo entero como la heroína merecedora del Premio Nobel de Paz.