El libro Armero, de Mario Villalobos Osorio, se erige como un testimonio plural que, desde la memoria y la narración testimonial, reconstruye uno de los episodios más devastadores de la historia reciente de Colombia: la erupción del Nevado del Ruiz en noviembre de 1985.
Más allá de la crónica de un desastre natural, la obra se configura como un tejido narrativo en el que confluyen voces diversas que revelan tanto la dimensión humana de la catástrofe como las fracturas sociales y políticas que la rodearon.
El socorrista transformado para siempre tras su diálogo con Omaira Sánchez, encarna el tránsito de la experiencia individual hacia el símbolo colectivo: la figura de Omaira no es solo una víctima, sino una metáfora de la fragilidad y, a la vez, de la resistencia ante lo inevitable.
El niño arrebatado en un albergue introduce la problemática de la vulnerabilidad y la desprotección en medio del caos institucional, mientras que el vulcanólogo empírico pone en evidencia la tensión entre el saber académico y los conocimientos locales, mostrando cómo la obstinación y la experiencia no formal pueden convertirse en herramientas de salvación.
Finalmente, el voluntario que anuncia al mundo la desaparición de un pueblo entero subraya la función del testimonio como acto fundacional de la memoria colectiva.
Desde una perspectiva literaria, Armero no se limita a narrar hechos; construye un espacio de reflexión en el que se entrelazan el dolor, el heroísmo y la resiliencia, pero también las preguntas éticas e históricas sobre la responsabilidad del Estado y la gestión de las ayudas.
La tragedia, ‘anunciada’ en múltiples informes previos, se convierte en un punto de inflexión para pensar el lugar de la palabra frente al desastre: recordar no es solo un ejercicio de evocación, sino un compromiso con la verdad y con la dignidad de quienes quedaron atrapados bajo el lodo.