Amor y esfuerzo. Esa es la alquimia de nuestra esencia como vallecaucanos. Ponemos el alma a las cosas. A cada cosa. Así ha quedado contado en la historia del departamento. Y así también quedó contado en la segunda edición de Marcas de Corazón, homenaje de El País y Q’hubo a las iniciativas y emprendimientos regionales que a través de sus productos y servicios hoy hacen parte de nuestras vidas.

Una serie de relatos que desde ángulos inéditos mostraron las historias que los clientes generalmente nunca alcanzan a ver detrás de una marca; entonces las narraciones contemplaron todo lo que ocurre en un espectáculo tras bambalinas: el origen de una idea, la obstinación de la fe, la creación en su génesis, los sacrificios, la entrega, la perseverancia, el compromiso, los riegos, las apuestas. En resumen, podría decirse, esos relatos fueron una suerte de mirada íntima del otro lado del telón.

Un recorrido que permitió destacar esfuerzos que se remontan hasta 150 años atrás en la historia regional, de la mano de visionarios que desde entonces lucharon por ayudar a transformar el departamento. Un compendio de luchas particulares para buscar soluciones universales. Un dossier de ejemplos que ratifican la pujanza que nos caracteriza biológicamente. De eso se trató esta vez Marcas de Corazón.

Aunque hoy llegamos a la última estación de este viaje, no es necesariamente un punto final. La historia de este departamento y de su gente es tan grande, que todavía faltan muchos viajes para que pueda ser contada con la justicia que lo amerita. De manera que es posible que el itinerario, muy pronto, vuelva a empezar de nuevo.