La diversidad sexual y la identidad de género son —sin duda—, uno de los principales debates en la agenda social del siglo XXI, una cuestión que estuvo marginada a lo largo de la historia. Solo en las últimas décadas la población LGBTIQ+ ha obtenido, en algunos países de Occidente, el reconocimiento de sus libertades y derechos, lo que contribuyó a la visibilización y reivindicación de la cultura Queer, cuyas expresiones en el arte, la moda, los estilos de vida y pensamiento están influyendo de forma global en publicaciones académicas, periodísticas y literarias, y con mayor impacto en la industria del entretenimiento, básicamente con producciones de cine y televisión.

Pero el impacto de lo queer, su aceptación masiva y popularidad, conlleva riesgos en otros contextos, puesto que en las naciones más conservadoras —donde se condena la diversidad por medios legales—, se incrementa la persecución a quienes identificados por los avances internacionales en libertad sexual y de género buscan formas de manifestarse y exigirlas en sus propias comunidades. De este modo, entre el impulso global y la represión local, entre la esperanza de observar cómo el mundo amplía sus concepciones de la diversidad humana y el miedo a ser condenados en estados represivos, las personas LGBTIQ+ enfrentan nuevos retos para ejercer su civilidad con garantías de igualdad y dignidad.

Sobre esta paradoja, entre obtener derechos en unos países y despertar la intolerancia en otros, el periodista sudafricano Mark Gevisser hace una profunda investigación en su libro ‘La línea rosa, un viaje por las fronteras queer del mundo’, un ambicioso reportaje donde retrata las vidas de personas con identidad de género diversa: homosexuales, lesbianas, transexuales, no binarios, quienes cruzaron “la línea rosa” y sobreviven en contextos adversos, mientras luchan por generar cambios culturales. A través de la historia de Aunty, quien se considera mujer a pesar de tener cuerpo de hombre, y que en 2009 tuvo que salir exiliada de Malaui (país centroafricano) donde había sido humillada y condenada por casarse con un hombre; el periodista describe una geografía aún muy desconocida donde se libran batallas por la diversidad humana. También están las historias de un refugiado gay de Uganda, grupos de adolescentes trans y no binarios en Estados Unidos, de los kothis “corazones de mujeres en cuerpos de hombres” que atienden un templo sagrado al sur de India, de una pareja de madres lesbianas en México y otra de transexuales en Rusia, o la vida de los palestinos queer en Tel Aviv, y de la población LGBTIQ+ en Egipto, entre otras culturas, en las que la identidad de género tiene sus propias dinámicas y que buscan fortalecerse como un movimiento global.

Mark Gevisser nació en Johannesburgo (Sudáfrica) en 1964, es coeditor de la revista Defiant Desire: Gay and Lesbian Lives in South Africa y colabora con medios internacionales como The Guardian, The New York Times, Granta, The Wall Street Journal, entre otros. Para escribir ‘La línea rosa’, el periodista viajó por el mundo durante siete años, documentando con honestidad y empatía, las vidas de personas que luchan por el reconocimiento de su identidad y el acceso a los mismos derechos de todo el mundo.

—¿Cuál fue el motivo que desencadenó la escritura de este libro?

Podría señalar el año 2009, cuando me casé con mi pareja, después de 20 años juntos. Ya era legal y mi pareja había recibido una oferta para trabajar en las Naciones Unidas en Europa, eso me permitía acompañarlo con una visa de esposo. Entonces, se me ocurrió que por fin tenía los derechos que cualquier persona debería tener. Pero, poco después, leí en un periódico acerca de una pareja de Malaui, quiénes contrajeron matrimonio en una ceremonia pública y, como consecuencia, fueron procesados por romper las leyes en contra de la homosexualidad. Mientras yo pude ir a París por casarme con un hombre, ellos fueron sentenciados a 14 años de trabajo forzado, después un juicio humillante en su propia nación. Es así como la expresión “línea rosa” llegó a mí, una línea que divide mi experiencia en Sudáfrica y la experiencia de esta pareja, unos kilómetros más al norte del continente.

El concepto me sirvió para intentar entender lo que parece ser una nueva dinámica geopolítica en la que las personas utilizan los derechos LGBT para luchar sus batallas políticas. Es decir, por un lado de la Línea Rosa, hay personas que aseguran que las personas queer son agentes externos que están destruyendo los valores tradicionales y la soberanía cultural; y por el otro lado, hay personas que sienten que las personas LGBT necesitan ser salvadas de estos sistemas opresivos y punitivos. La idea del libro es entender cuál es la experiencia que cada persona podría tener con su propia Línea Rosa.

—En su libro tiene un especial cuidado por los pronombres que escoge para describir las orientaciones de género, ¿podría compartir algunos consejos sobre cómo usar el lenguaje al momento de hablar de la población LGBT?

Es muy complicado para mí dar consejos a personas que trabajan con un idioma tan generalizado o enfocado en el género, como es el español. Me di cuenta de esto cuando estábamos trabajando en la traducción de este libro. Es mucho más sencillo de generalizar el lenguaje en inglés de lo que sería en español u otra lengua romance. No puedo darte consejos sobre cómo hacerlo, pero te agradezco por intentarlo. La razón por la que es importante preguntárselo, es precisamente por la dinámica que estaba describiendo: en el mundo de hoy son otros quienes les dicen a las personas LGBT y queer quiénes son. Son otras personas quienes les dicen que son agentes externos, que destruyen valores tradicionales, son otros los quienes dicen que son víctimas y deben ser salvadas.

En otras palabras, parece que las personas LGBT y queer se convierten en peones que han perdido la habilidad de hablar por sí mismos. Por otro lado, tenemos que por siglos, las personas LGBT han sido invisibles y por fin están comenzado a hacerse notar y a hablar por ellos mismos. Dentro de este contexto, en que otros hablan por ellos y en el que ellos mismos están tomando la batuta y se expresan por sí mismos, es donde el trabajo de los periodistas es muy retador, en especial si se trata de género, pero esto es un reto que debemos aceptar si queremos que la sociedad sea justa.

Otro consejo sería no ver al fenómeno LGBT como algo nuevo que amenaza las tradiciones, sino como algo que hace parte de ellas. Por ejemplo, tenemos expresiones de diversidad aceptada social y culturalmente desde la época Precolombina, como son los muxes en México, para quienes esa cultura tenía un lenguaje que entendía la fluidez de género.

—Hay una paradoja que define la lucha por los derechos de la población LGBT y es que a mayor visibilidad, también incrementa el rechazo y los riesgos de persecución…

Puso el dedo justo en el dilema de la política LGBT, que consiste en cómo tú puedes garantizar la visibilidad de tus derechos, pero al mismo tiempo las consecuencias de esta visibilidad pueden ser una reacción negativa a esos derechos. Retomando a esta pareja en Malaui, que tuvieron una ceremonia en público, con ellos el Estado usó la ley que nunca había sido aplicada en adultos que tomaban una decisión consensuada, sino que atendía casos de menores de edad que de pronto veían con comportamientos homosexuales. Este es un ejemplo muy claro de la reacción que surge cuando las personas reclaman su visibilidad, pero son reprimidos por ello.

Algo que me ayuda a entender este dilema, es lo que me contó una activista ucraniana, pues en la revolución de 2013 en ese país, las personas LGBT empezaron a revelar su orientación sexual y en este contexto muchos les decían que no deberían llevar la bandera arcoíris, porque para ellos la sociedad ucraniana no está lista aún para aceptarlos. Ella me dijo: “estoy de acuerdo en que la sociedad ucraniana no está preparada para esto y veo cómo esto puede causar una reacción negativa, pero no podemos hacer nada al respecto, vivimos en una era globalizada donde la gente de Ucrania, o cualquier otro país del mundo, puede entrar a internet y ver lo que está sucediendo en otras partes del planeta”.

En esta era de globalización, la gente puede viajar a otros lugares y regresar con ideas que conocieron. Así que es muy difícil controlarlos, y menos evitar que reclamen sus derechos y visibilidad, por lo que tenemos que entender que en la expansión de los derechos LGBT habrán reacciones negativas. En este sentido, recuerdo una hermosa expresión de Martin Luther King, que dice: “el arco del universo moral es largo, pero se inclina hacia la justicia”. Esta es una idea sobre que las cosas siempre están progresando y es muy importante que todos lo creamos. Siempre habrá acción y reacción, a veces se tomarán dos pasos hacia adelante y uno hacia atrás, pero tenemos que entender y aceptar que este péndulo existe cuando se habla de los derechos sexuales y actos de género.

Francamente, este péndulo aún existe debido a que las religiones abrahámicas y monoteístas plantean que la homosexualidad es un pecado, y por eso siempre existe la posibilidad de que el derecho religioso gane, generando pánico moral en contra de los derechos LGBT. Obviamente por esto, es importante que las personas que viven en estos contextos trabajen en conjunto con las comunidades de fe, sean cristianos, musulmanes, judíos, etcétera, para que al ser visible no se te vea como una persona diferente o externo, sino que vean a una persona como ellos.

—¿Qué impacto tiene la guerra Rusia-Ucrania en la población LGBT?

Acerca del conflicto en Ucrania, se puede decir que los primeros misiles que Vladimir Putin envió a tierras ucranianas, eran misiles homofóbicos. ¿Por qué digo esto? Porque en 2013 y 2014, cuando Ucrania expresó su interés de unirse a la Unión Europea, y querían un referendo para saber si el país debería unirse a Europa o debía mantener la influencia rusa, el Kremlin financió una campaña gigante cuyo argumento principal eran pancartas o anuncios publicitarios por toda Europa que decían: “la Unión Europea representa el matrimonio del mismo sexo”. Además, en la televisión rusa podías escuchar la expresión: “el camino a Europa es por el culo”. Así que desde el principio de esta batalla con Ucrania, Rusia ha dicho: “estamos luchando para liberarlos del matrimonio del mismo sexo y del Orgullo Gay”.

Por esto, los ucranianos LGBT están luchando desde dos perspectivas o dos formas: la primera por defender su país, ya sabes, por determinación patriótica, y además están luchando también por su determinación sexual, porque ser colonizados por Rusia significa que las leyes ucranianas serán como las de Rusia, en donde la homosexualidad y la promoción de la diversidad es ilegal. Es una batalla particularmente esencial para los ucranianos de la comunidad LGBT. De hecho, se ha visto un movimiento interesante durante este conflicto, en donde muchos ucranianos que están luchando desde la primera fila de batalla como soldados, como desde los centros de apoyo, están revelando su orientación sexual diversa, diciendo prácticamente: “somos soldados ucranianos que luchamos por la libertad de nuestro país, así como por nuestra libertad como personas LGBT”.

Esto es muy importante y será fascinante ver cuando Ucrania gane la guerra, y nótese que lo afirmo: sí, la ganará, y quiero ver si ese espacio reclamado y ganado por los ucranianos de la comunidad LGBT se va a mantener y será respetado, o si por el contrario, va a ver una reacción negativa una vez esta situación bélica se haya sobrepasado.

—¿Hay forma de reconciliar la diversidad de orientación sexual y género con la religión?

Creo que hay un desafío particularmente nuevo cuando hablamos de identidad de género, porque de hecho pienso que las religiones tradicionalmente monoteístas, han hecho un progreso significativo aceptando a las personas LGBT. Mira, por ejemplo, los comentarios del Papa Francisco sobre la homosexualidad. Esto es muy motivador. Sin embargo, el mismo Papa, quien se ve muy liberal cuando se ha hablado de homosexualidad, ha realizado comentarios muy duros en referencia a la identidad transgénero. Él lo ha descrito como una canalización ideológica que está en contra de los planes divinos de Dios.

“Dios hace al hombre y a la mujer. ¿Quiénes somos nosotros los humanos para cambiar el plan divino de Dios?”, es la postura religiosa. Así que esto complica mucho la batalla por los derechos LGBT, en especial en sociedades en donde estas religiones son muy fuertes.

Ahora, si me preguntas, en mi criterio ¿cuáles son las soluciones? Una en la que puedo pensar, es mirar la forma particular de las creencias, como en Latinoamérica, donde el catolicismo es sincrético, con raíces de culturas indígenas y africanas que son más tolerantes o que aceptan mejor esto.

Ye he mencionado lo que sucedía con algunas culturas Precolombinas, por eso es importante hacer entender a la gente que la fe se debe practicar sincréticamente y no desde el fundamentalismo. No la religión al pie de la letra, sino tomando también distintos elementos de nuestra cultura y de nuestra región.

Otra solución, que puede ser más útil y tener una potencial consecuencia positiva, es que cuando un sacerdote o una fe en particular conoce que un miembro de su comunidad es queer o transgénero, y que la respetan por su devoción y ética, entonces creo que existe la posibilidad —es solo una posibilidad, no una certeza— de que sus propias ideas puedan cambiar un poco y lleguen a ser más flexibles. Esto es un riesgo para las personas queer que han crecido dentro de un contexto religioso, porque revelar esta información puede provocar que sean víctimas de terribles terapias de conversión.

Personalmente no crecí en un contexto religioso, por lo que para mí es más fácil criticar la religión en ese sentido, pero para las personas que son muy devotas y que pasan por un conflicto de identidad sexual versus religión; creo que esta puede ser una opción, porque cuando estas personas han sido ejemplares, en cierta forma, pueden ablandar esa reacción negativa que podría tener la comunidad religiosa en torno a ellos.

—¿Cómo los medios y el entretenimiento global han sido aliados en lo que denomina “la guerra cultural trans”?

Daré un ejemplo que lo dice todo. He viajado a 22 países y en muchos de ellos he conocido a alguien, usualmente una persona transexual o que hace parte del espectro trans, quienes han tomado de la cultura popular la motivación y la fuerza que necesitan para apropiarse de ser quiénes son. La cultura popular ha permitido que las luchas por los derechos LGBT se expandan a nivel global y nos recuerda que todos somos criaturas híbridas en esta era de la digitalización.

De acuerdo a esto, el papel de los medios ha sido muy poderoso, en especial en las formas en que Hollywood, las series de tv como ‘Orange is the new black’, han representado a esta población. Incluso con la revelación de Caitlyn Jenner como una mujer transexual, que previamente había sido deportista olímpico y el esposo de la mamá de las Kardashian, fue una noticia gigante hace unos años, que los medios de entretenimiento trataron con empatía y ayudaron a dar visibilidad a esta comunidad, así como a fortalecer este lenguaje global. Sin embargo, como ya lo comentamos, esto se puede convertir en un arma de doble filo.

A pesar de los riesgos, hemos visto un aumento en la visibilización de la población LGBT, lo cual garantiza que las personas que se sientan identificadas, sepan que hay más como ellos, pero también hace que las personas que no están de acuerdo con esto, encuentren más motivos. Puedo decir que gracias a los medios y la era digital en la que estamos, una persona en cualquier país puede ver series como ‘Modern family’ y entrar en contacto con estas temáticas, comprobando que se puede convivir con normalidad, esto hace que sea más fácil la exposición a la realidad de la comunidad LGBT, pero que al mismo tiempo pueden ser vistas por personas que estén en contra de esos pensamientos.

—¿Podría compartir algunos consejos para contar historias de la población LGBT desde el periodismo?

Además de ejercer como periodista, también enseño periodismo, y en mis clases hago énfasis en tres elementos esenciales que debemos tener para ejercer esta profesión: la curiosidad, la persistencia, y la más importante, la empatía.

El consejo que puedo darle a mis colegas es que pongan en las historias sobre la población LGBT, la misma curiosidad y empatía que a cualquier otro tema. Y esto significa intentar entender cómo las personas viven sus vidas, y usar tu plataforma como periodista no necesariamente para abogar por ellos, porque no es el trabajo de un periodista, sino para representarlos en todas sus formas, diversidades y complejidades. En toda su humanidad.