Fernando Londoño González. Ese es el nombre que aparece en la cédula que cuelga de su cuello como un carné de trabajo. Es su primera cédula desde que abandonó su casa a los 12 años y empezó a vivir en la calle. Hoy tiene más de 40 años y, con voz ronca, afirma que su sueño es limpiar los ríos de Cali.

“Aprendí a aceptar la realidad… Aprendí a expresarme, pedir una cosa sin necesidad de vulgaridades y agachar la cabeza cuando te dicen la verdad en la cara. A mí no me importaba nada, pero hoy quiero otra oportunidad”, dice Londoño González, quien ha sido ayudado por la Fundación Samaritanos de la Calle.

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Reconoce, además, que está en un proceso de transición entre dormir en la calle y una cama. Entre dejar su adicción a las drogas e iniciar sus primeras clases de bachiller.

Según el último Censo de Habitantes de Calle de 2021 que presentó el Dane, en Colombia hay 34.901 personas en esas condiciones. De estas, 4749 habitan en Cali, lo que la convierte en la segunda ciudad con más presencia de habitantes de calle después de Bogotá, donde hay más de 9500.

Según el Dane, de los 1121 municipios
de Colombia, 392 reportan presencia de habitantes de calle y 729 no tienen esta situación.

El informe también reveló que el consumo de sustancias psicoactivas fue la principal razón por la que muchos iniciaron su vida en calle (33,5 %), y le siguen los conflictos familiares, con el 25,7 %.

El director del Dane, Juan Daniel Oviedo, explicó: “Prácticamente nueve de cada diez habitantes de calle son hombres. Lo que nosotros estamos viendo es una población relativamente joven, específicamente entre 24 y 34 años, que se ha venido fortaleciendo”.

La capital del Valle no ha sido ajena a esta situación, que se ha agravado después del 2020. De acuerdo con María Fernanda Penilla, secretaria de Bienestar Social, “la pandemia dejó fuertes impactos emocionales y psicológicos, sumado a los problemas de pobreza, lo que termina por asociarse con el fenómeno de habitante de calle”.

Pese a las cifras del Dane, la funcionaria afirma que es posible que en la ciudad haya entre 7000 y 8000 personas que duerman en los andenes y puentes. “Cada día recibimos alrededor de 800 personas en nuestros puntos de atención, sumados a los más de 2200 que asistimos en el territorio mensualmente”, detalló la Secretaria.


Penilla agregó: “Creo que uno de los problemas sociales de Cali que más toca fibras en la ciudadanía es el del habitante de calle, y lo digo porque no pasa un día sin recibir mensajes en los cuales me piden que recoja a estos habitantes. Debemos tener en cuenta que son seres humanos. Nuestra función es proteger los derechos fundamentales de cada persona”.

En estos momentos, hay ocho puntos de atención para habitantes de calle en los barrios Sucre, San Bosco, Santa Elena, El Piloto, Hogar de Paso Sembrando Esperanza y el Centro de Orientación San José Obrero (para quienes ya realizaron su proceso de superación de vida en calle). Si bien algunos cuentan con servicios básicos, como aseo personal, lugares de reposo y atención médica, otros buscan fortalecer la resocialización de las personas.

Otras ciudades que más presencia
de habitantes de calle tienen son: Medellín (3000), Barranquilla (1500), Bucaramanga (1400) y Cúcuta (1200).

Libia Fanny Mina, directora del proyecto de Samaritanos de la Calle, cuenta que “no solo buscamos dignificar al ser en la atención básica, sino también las condiciones necesarias para transformar su vida, si están dispuestos a ello. Esto lo hacemos para que reconozcan sus propias habilidades, las desarrollen y hagan cambios en su vida”.

Para Alberto Benítez Rangel, quien fue habitante de calle, su plan de vida es completar su especialización en psicoanálisis, psicología educativa, clínica, laboral y neurolingüística en una universidad argentina. Mientras espera su graduación, en un mes, tras una serie de cursos virtuales, continuará su labor como educador terapéutico de Samaritanos de la Calle.

“Este proceso funciona porque a mí me funcionó, pero la vaina que tiene mucho peso es si la persona tiene la decisión de cambiar o no. Mire que uno aquí encuentra otros vínculos de amor, con los más de 100 habitantes de calle con los que uno duerme y comparte cuarto”, reflexiona Benítez, de 61 años.

El educador terapéutico recuerda que empezó a habitar la calle en 1996 a raíz de la adicción a los alucinógenos y “una familia disfuncional con muchas normas, de la que me rebelé”. Empezó a dormir en la calle 19a con Autopista Sur y solo hace cinco años empezó su transición hacia otra vida, cuando visitaba los hogares de paso de Santa Elena y San Bosco.

“La rehabilitación es una decisión personal, ya sea aquí o en el mejor centro de atención del mundo”, sentenció el futuro psicoanalista, quien no deja de asentir con seguridad.