En el corazón del Pacífico nariñense, un grupo de mujeres decidió darle un giro a la adversidad. Se hacen llamar Asomefama: 12 mujeres y un hombre que con ingenio, esfuerzo y perseverancia transforman lo que antes era basura —las cabezas y cáscaras de camarón— en harina rica en nutrientes y en un producto innovador que hoy comienza a abrirse paso en el mercado.
“Somos mujeres cabeza de hogar, berracas, que estamos con nuestros hijos. Esto nos ayuda a avanzar y a sacarlos adelante”, cuenta una de las integrantes de la asociación, quien recuerda que aunque han tocado muchas puertas que se cerraron, también encontraron otras que se abrieron.
El proceso no ha sido fácil. De hecho, Asomefama recoge dos veces por semana cerca de 200 kilos de desechos, lo que suma unos 800 kilos al mes que ya no terminan en el mar. De esa cantidad, obtienen en promedio 300 kilos de harina seca que se comercializan de manera artesanal.
“Ese es nuestro aporte al medio ambiente. Lo que antes se desechaba, hoy lo convertimos en algo útil”, dicen con orgullo.
La cadena de producción arranca con la recolección y el lavado del material, luego viene la separación, la deshidratación en hornos, la molienda y finalmente el empaque. Pero las socias sueñan con más: quieren adecuar una planta propia que les permita cumplir los requisitos de Invima y escalar su producción.
El camino no ha sido fácil. Muchas de ellas eran amas de casa o trabajadoras informales que jamás habían pensado en hablar de modelos de negocio, ni mucho menos de negociar con inversionistas.
Sin embargo, con el acompañamiento de la Alianza Bioversity International y el CIAT, estas mujeres han cruzado fronteras: pasaron por un bootcamp en Palmira, recibieron mentoría científica en economía circular y llegaron hasta Bogotá para presentar su propuesta ante empresarios y autoridades.
“Antes veíamos las cáscaras como un problema, ahora son nuestra oportunidad”, dice Jaqueline Sevillano, una de las líderes del proyecto, mientras explica el proceso de recolección y transformación.
Su voz refleja no solo orgullo, sino la certeza de que están construyendo una historia distinta para Tumaco.
El programa CircularEconomy4Colombia (CE4C) ha sido clave en este impulso, integrando a la academia, al Gobierno y a aceleradoras de negocios.
Gracias a esta red, iniciativas como Camharina empiezan a ser visibles en escenarios nacionales y se consolidan como ejemplos de innovación con impacto social y ambiental.
En Tumaco, las cáscaras ya no flotan sin rumbo en el mar: se han convertido en un símbolo de resiliencia y futuro.
Innovación y tradición desde las costas del Pacífico
A la harina de camarón se suma otro producto que ha despertado entusiasmo: la camarina, una salsa tradicional del Pacífico que potencia los sabores del pescado, el pollo o incluso la carne de cerdo con vegetales.
“La camarina es tradición, territorio y amor. Es un producto tan especial que realza cualquier plato. Es esencial en la cocina del Pacífico”, dice una cocinera tradicional de Tumaco.
El valor de esta iniciativa no solo es ambiental y gastronómico, también es social. La camarina y la harina de camarón representan el sustento de varias familias de Tumaco.
“Es el sostenimiento y mantenimiento de nuestro sistema familiar. Con este trabajo podemos vivir dignamente”, afirma otra integrante.
Organizaciones que acompañan el proceso reconocen el potencial del emprendimiento.
“La labor que ellas hacen es muy buena, pero aún es pequeña. Requieren maquinaria, infraestructura y acceso a laboratorios para caracterizar el producto y dar el salto hacia el registro Invima”, explica un vocero de una ONG de desarrollo que apoya a Asomefama.
Pese a las dificultades, la motivación sigue intacta.
“Ya alguien nos dijo por ahí: ‘Ah, yo ya conocía tu producto’. Eso motiva mucho. Nos hemos equivocado en el camino, pero aquí estamos, avanzando”, cuentan entre risas.
Hoy, Asomefama no solo transforma residuos en harina y sabores en memorias: también convierte la esperanza en motor de vida.