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El pasado oculto de los rincones de Cartago

A lo largo de 470 años de vida, la Villa ha acumulado un invaluable tesoro cultural que encierra la historia de sus vías, parques y zonas más importantes. Cartagohoy desentraña el pasado del Parque La Isleta y las carreras 4 y 5, entre otros sitios urbanos.

30 de agosto de 2010 Por: Cartago Hoy

A lo largo de 470 años de vida, la Villa ha acumulado un invaluable tesoro cultural que encierra la historia de sus vías, parques y zonas más importantes. Cartagohoy desentraña el pasado del Parque La Isleta y las carreras 4 y 5, entre otros sitios urbanos.

Con casi medio siglo de existencia, y siendo una de las primeras ciudades fundadas en Colombia, son muchas las historias interesantes que Cartago atesora y que hoy pueden ser aprovechadas para catapultar a la ciudad como un destino de turismo histórico y cultural.Según Fernando Rodríguez, integrante de la Fundación Luna de Turismo, este hecho cobra vital trascendencia ahora, cuando los visitantes gustan de hallar las identidades perdidas de las culturas que la globalización ha ido desapareciendo paulatinamente.“Lo que los viajeros piden actualmente es que, mientras les muestran los atractivos de una ciudad, una calle o un edificio, les estén contando cuál fue la historia de ese lugar, los detalles curiosos, mejor dicho, relatos humanizados. Esto es lo nuevo en turismo cultural”, precisó.En este sentido, es importante que los ciudadanos conozcan no sólo cómo se fundó y tomó su nombre la Villa de Robledo, sino los procesos sociales y culturales que tuvieron que darse para que sus vías, sus parques y sus lugares más atractivos fueran lo que propios y visitantes contemplan hoy. Por tal motivo, Cartagohoy le cuenta el pasado curioso y glorioso que ocultan sitios tan importantes de la ciudad como las carreras 4 y 5, el Parque La Isleta, el Aeropuerto de Santa Ana, el Estadio Alfonso López Pumajero y el Parque Arana Justín, más conocido como el de Los Brujos.Aeropuerto Ethel Ángel de Sanín El aeropuerto de Santa Ana, que desde los años 30 intenta despegar, le debe gran parte de sus avances al trabajo de quien le dio su verdadero nombre, Ethel Ángel de Sanín.Así, después de que el terminal aéreo tuvo sus primeros vuelos con Scadta (llamada luego Avianca), de dejar de funcionar por periodos, de tener llegadas y despedidas de aerolíneas, fue una junta administrativa cívica encabezada por Ethel la que se apersonó de él y logró muchas de sus mejoras actuales.“Doña Ethel fue una matriarca que desde la década de los 50 dedicó su vida a gestionar obras para el aeródromo, todo por amor a Cartago, ya que nunca cobró nada. Bajo su gestión en la junta se consiguió la pavimentación de la pista y la construcción de la torre. Por eso el Concejo le puso su nombre al lugar”, señaló Carlos Franco.Comenzó como una islaEl Parque La Isleta tuvo rostros muy diferentes en su pasado, los cuales no pueden compararse con lo que ven hoy los cartagüeños.Como su nombre lo indica, La Isleta nació como una especie de isla natural de tierra y vegetación, rodeada por un brazo del río La Vieja. El lugar era tan llamativo que le construyeron un puente para que allí se hicieran los mercados los fines de semana.“Era un sector de reunión colectiva. Allí la gente iba a comprar sus productos y a socializar. Tanto así, que durante mucho tiempo prosperaron carreras de caballos, peleas de gallos, competencia de encostalados y juegos de azar. Esto duró hasta 1940, cuando hicieron el muro de contención para secar el brazo del río, construyeron el Club del Río y adecuaron la isla como un parque”, relató Luis Carlos Franco.Para que el parque no perdiera su total identidad, construyeron una especie de lago con forma de río para que los novios, los niños y las familias se divirtieran montando en canoas. Pero, según Franco, se cometió el error de no hacérsele desagüe al lago y el agua con el tiempo se pudrió, por lo que lo secaron en 1982. Las calles Real y del Pecado Hoy día, las carreras 4 y 5 son las principales arterias vehiculares que atraviesan la ciudad. Pero en el pasado fueron algo más, pues constituyeron el corazón mismo de la vida diurna y nocturna de los cartagüeños.Cuentan los historiadores que desde sus inicios hasta 1940, la Carrera 4, hoy llamada Pedro Rubiano Sáenz, fue el lugar más trascendental de la urbe, pues reunía el hospital, el Colegio Académico, las farmacias, el Liceo Cartago, la zona comercial e incluso la cárcel.“La Carrera 4 era la calle real, la vida del municipio. Allí estaban todo el comercio, conformado por misceláneas donde se vendía de todo en un mismo lugar, tanto granos como telas. Luego, cuando Cartago creció, llegaron extranjeros atraídos por su progreso y pusieron en otros sitios comercios especializados, por ejemplo, ventas exclusivas de sombreros. Ahí, la calle real fue perdiendo vitalidad”, explicó el historiador Marco Tulio Suárez.El opuesto de la calle real fue la Carrera 5, en la cual se celebraban todas las actividades ocultas y nocturnas de la ciudad, tanto así que se ganó el nombre de la Calle del Pecado.“Hasta 1960, la Carrera 5 o Calle del Pecado estaba poblada de grilles, bares, prostíbulos y demás sitios nocturnos que dejaron historia como El Triángulo, Estudio 20, Kaxata o Xococo. Fue una zona de tolerancia tan famosa en su tiempo, que venían viajeros de Armenia y Pereira para rumbear. Muchos de esos sitios sólo eran oscuridad. Entraba la gente sólo a ‘tocar’ a tientas porque no se veía nada. Incluso el sitio de Hoteles Cartago, en el pasado, fue un grill”, señaló el historiador Luis Carlos Franco. De hipódromo a estadioEl Estadio de Santa Ana, llamado oficialmente Alfonso López Pumarejo, inició en el Siglo XIX como un lote baldío que tomó vida gracias al asentamiento de gitanos en carpas que se dedicaban a la marroquinería y la fabricación de calzado, según relató Marco Tulio Suárez.“Con el paso del tiempo, en el lugar se empezaron a desarrollar carreras de caballos que tomaron tanta popularidad que en la década del 30 se construyeron unas graderías primitivas para que la gente observara. Hasta carreras de automóviles se alcanzaron a ver en el populoso sector”, explicó el historiador.Finalmente, a mediados del Siglo XX, el Municipio vio la posibilidad de aprovechar ese espacio como un escenario deportivo y mandó a encerrar las graderías, convirtiéndose en el actual estadio Alfonso López Pumarejo.El parque de los mil nombresUbicado en uno de los barrios más antiguos de la ciudad, como es Collarejos, el llamado popularmente Parque de Los Brujos tiene tantas historias y leyendas como nombres en su pasado.Según Carlos Franco, en un principio era una zona verde donde habitaban monos de pelaje blanco en su cuello, razón por la cual tomó el nombre de Collarejos. Luego, cuenta Marco Tulio Pérez, en esa especie de potrero se asentaron los herreros para hacerles las herraduras a los caballos que pasaban por allí. Se construyó entonces, por los años 50, un pequeño espacio a manera de parque primitivo y se empezaron a hacer fritangas y ventas de comida.“El parque de El Herrero, le decían a este sector. Finalmente, en los años 70, cuando murió el líder comunal Lucas Arana Justin, el parque adoptó oficialmente ese nombre, que es el que tiene actualmente”, recuerda Suárez.Sin embargo, manifiesta Franco, las gentes le empezaron a llamar Parque de Los Brujos desde los años 60, debido a que el lugar estaba lleno de practicantes de brujería y de curas al mal de ojo.

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