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Video Reconciliación fue un proyecto que reunió excombatientes, víctimas y residentes en zonas vulnerables para crear dos cortometrajes en torno a la paz y el reconocimiento. | Foto: Raúl Palacios / El País

COLOMBIA

Mujeres excombatientes y víctimas le apuestan al perdón y reconciliación

Video Reconciliación es un proyecto que reunió a excombatientes, víctimas y residentes en zonas vulnerables para crear dos cortometrajes en torno a la paz y el reconocimiento. Historia.

22 de noviembre de 2018 Por: Valeria Martínez Lores - Reportera de El País

Libertad. Un estado que llega mediante el perdón y el reconocimiento interno. Así fue para Ana Milé Angulo y Yenny Castro, quienes hace dos años se unieron al proyecto Video Reconciliación, una estrategia que integró a excombatientes, víctimas del conflicto y mujeres habitantes en zonas vulnerables del Valle del Cauca.

Ana Milé, proveniente de una vereda de Tumaco, cerca al río Chagüí, a los 13 años fue arrebatada de las manos de su madre por un grupo guerrillero que operaba en la zona.

“Usted tiene que irse con nosotros”, le dijeron. A partir de ese momento vivió diez años con la guerrilla. “Fui a parar a esa vida que jamás pensé tener. Me llevaron y cuando mi papá, que no estaba en la casa, fue a buscarme al campamento, lo amenzaron y me cambiaron de sitio. Así fue siempre”.

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Cuando empezó el proyecto Video Reconciliación, hace dos años, uno de los pasos fue identificarse con las demás mujeres. A pesar del miedo a ser juzgada, Ana Milé fue la primera en contar su historia. En “liberarse”, como ella lo describe.

Llegó al proyecto a través de su psicóloga. “Me dijo que había un proyecto que se estaba gestionando con mujeres de diferentes poblaciones, algo muy bonito, y yo acepté”, expresó la madre de una niña de 4 años.

En el proceso de Video Transformación se pretendía formar a estas mujeres en herramientas audiovisuales para contar sus propias historias. El resultado fueron dos microdocumentales de 13 minutos producidos por ellas mismas.

El primero se llama ‘Una segunda oportunidad’, que trata sobre iniciativas comunitarias de reciclaje en el barrio Llano Verde de Cali. El otro es ‘Mujeres reexistiendo’, que habla de la violencia que enfrentan las que migran del campo hacia las ciudades.

Vea aquí 'Una segunda oportunidad'

Mientras Ana cuenta su historia, a su lado está Yenny, una mujer de pelo corto que le da ánimo y sonríe cuando lo necesita. Yenny, como Ana, también sufrió el flagelo del conflicto armado, pero desde otra arista.
Yenny Castro es del Charco, Nariño, y desde sus 18 años trabaja como líder comunitaria con niños, mujeres y adultos mayores. En 2007 fue desplazada junto con sus siete hijos y su esposo por los constantes enfrentamientos de grupos armados en la zona.

Yenny salió con su familia de la vereda Pambilero y llegó a un albergue ubicado en el centro de Cali, algo que no representó una buena experiencia para ellos.

También se asentaron en la invasión Playa Alta, donde la violencia y la drogadicción entristecían los días. En las mañanas, Yenny trabajaba con la comunidad de El Vergel y en la tarde se dedicaba a la venta de chontaduro.

Ser líder comunitaria siempre representó una amenaza. “A una líder la mataron enfrente de mi casa, había otros líderes que querían estafar a la gente, y yo me opuse a eso”.

Pero no fue la única adversidad que tuvo que enfrentar. Una de sus hijas fue reclutada en el lugar y a Yenny le tocó huir con el resto de su familia. Al poco tiempo se enteró que su ‘pequeña’ era obligada a cobrar vacunas y regresó por ella. Puso la denuncia y las amenazas no se hicieron esperar, por lo que Bienestar Familiar optó por llevarse a sus otras dos hijas a hogares sustitutos. Apenas hace tres meses pudieron volver al lado de su madre.

A pesar de todo, Yenny logró mantener su liderazgo. “Para mí el proyecto me ha servido como una herramienta para tener más fortaleza en los momentos de crisis y continuar luchando por mi familia y por la comunidad”.

Vea aquí 'Mujeres reexistiendo'
El aprendizaje

Video Reconciliación significó sororidad y reconocimiento para sus participantes. “Aprendí cosas muy bonitas de otras mujeres que han pasado por situaciones peores que las mías y que siguen teniendo esperanza”, afirma ahora la nariñense.

Hoy se consideran una familia, pero al igual que para Ana Milé, lo más difícil fue presentarse. “Lo más fuerte fue cuando llegamos, porque recordamos todo lo que nos había pasado, hasta lo más mínimo”, cuenta Yenny.

Las 28 mujeres, junto con las talleristas y demás colaboradoras del proyecto, construyeron su nuevo objetivo y destruyeron su temor a ser juzgadas.

Estas experiencias quedaron plasmadas en un documental realizado por la directora y creadora de la metodología Video Transformación, Sylvia Mejía, el cual será presentado por el canal regional Telepacífico a finales de este mes.

“Me encontré con mujeres que fueron capaces de diluir las fronteras entre grupos antagónicos, que lograron un nivel de reconciliación y de amor que va a durar mucho tiempo. Fueron receptivas con las cámaras y crearon un entusiasmo enorme. Es como si se hubiera confabulado el universo para que nos juntaramos”, sostiene Sylvia.

A Yenny le gustó aquello de entrevistar y ponerse ante las cámaras; a Ana Milé le sorprendió el manejo de los equipos de grabación y el rol de periodista que le tocó asumir, algo que nunca imaginó, pero que también desempeñó con lujo de detalles.

Así fue como ellas se liberaron. Las heridas que aún seguían abiertas fueron cerradas a través del taller. Los miedos fueron derrotados a través del diálogo y el ejercicio colectivo. El perdón y el reconocimiento las restauró, las hizo quererse y entenderse. A la pregunta ¿quién soy?, respondieron con su presente. El ‘video’ fue su camino a la libertad.

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¡Hoy todas somos una sola!

Se encontraron las unas con las otras, intercambiaron margaritas y se fundieron en un abrazo que dejó atrás el dolor y le abrió espacio al perdón. Un acto simbólico que tuvo lugar durante la clausura del proyecto, realizada en la mañana de ayer en el Hotel DannCarlton.

Todas desfilaron por una tarima y tres de ellas se acomodaron adelante. Hubo lágrimas y reconciliación. Mujeres diferentes que alzaron sus voces para decir: “¡Hoy todas somos una sola”.

Maria Eugenia Viveros, excombatiente, lideró el grito que cerró el acto simbólico del programa Video Reconciliación, donde las 28 presentaron los dos cortos audiovisuales que realizaron de manera colectiva.
“Sentí emoción, ganas de llorar y me sentí libre”, dice sobre el muy duro proceso que ayer clausuró.

“Yo era una persona con muchos temores debido al rechazo de las personas. Por lo que estuve en el conflicto, pensaron que era violenta, rencorosa, que atentaría contra la integridad de otros”, afirma Maria Eugenia, quien ya disfruta del ‘regalo’ de tener seguridad en sí misma.
“Este proyecto me ha servido demasiado. Si seguimos o si queda aquí, yo me siento muy agradecida. Quiero seguir adelante y estos conocimientos que me brindaron a mí, entregárselos a otras mujeres”, concluyó.

Una por una fueron recibiendo su diploma mientras las otras aplaudían. Se certificaron como mujeres con compromiso, liderazgo y sentido social para la construcción de paz en su comunidad y en su familia.

Mientras, el lugar lucía adornado con los recuerdos dejados por el proyecto. Pinturas hechas por ellas mismas que expresaban sentimientos. Campos, casas, paisajes y familias fueron dibujados con colores.

Posteriormente se realizó un panel con tres mujeres que formaban parte del programa y dos delegados.

Allí, Paola Andrea Villanueva expresó que mientras haya reconciliación y se entienda que “si la compañera nos hizo daño, no fue intencionalmente, podemos tener nuestro corazón limpio”.
Mujeres empoderadas con incidencia política, que se sujetaron de sus derechos para sobrevivir a un conflicto que les arrebató la tranquilidad que hoy recuperan.

Al finalizar, todas resaltaron la libertad que obtuvieron a través del perdón y pidieron que el proyecto se pueda extender a otras mujeres.
Con un aplauso se cerró el evento. Las 28 participantes se pararon de sus sillas. Se tomaron fotos, rieron como amigas, bromearon y se abrazaron. “Ya no nos define el pasado. Nos define el presente, como mujeres somos una”.

- Este proyecto fue una iniciativa de la Misión de Apoyo al Proceso de Paz, (MAPP- OEA), la Agencia Colombiana para la Reincorporación y Normalización (ARN), la Unidad de Víctimas, la Secretaría de Paz de Cali y la Ruta Pacífica de Mujeres.

- Un aporte a la reconciliación, financiado por la República de Corea, donde desmovilizadas, víctimas y residentes en zonas vulnerables se fortalecen como sujetos políticos que aporten a escenarios de paz, según se indicó.

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