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Decenas de personas han sido halladas muertas en el ‘Tapón del Darién’, una densa selva tropical en la que miles de migrantes aguardan para cruzar hacia Panamá y seguir su ruta hacia EE.UU. | Foto: Foto: Colprensa/El País

Editorial

La migración ilegal

Ni la responsabilidad ni las soluciones se le pueden endilgar a una sola nación. La respuesta debe ser conjunta si se pretende acabar con el negocio en que se convirtió la migración ilegal

1 de mayo de 2023 Por: Editorial

Abrazar el sueño de un mejor futuro, con oportunidades y una vida más digna es lo que impulsa a la mayoría de inmigrantes ilegales a arriesgarse en un viaje que puede ser tan incierto como peligroso. El problema no es solo de los países que reciben esa ola migratoria, también lo es para aquellos que se convirtieron en lugares de tránsito en ese propósito, como Colombia. Por ello las soluciones deben ser conjuntas e integrales.

Las imágenes suceden a diario. En la frontera de México con Estados Unidos miles de personas llegadas desde cualquier rincón del mundo tratan de cruzar los límites a como dé lugar, aún a costa de su integridad. De ello se aprovechan los que solo pueden denominarse como mercaderes de la muerte, mafias que se lucran de ese sueño americano, secuestran, violentan, están al servicio del narcotráfico, para quienes la vida vale tan poco que no importa para dejarla tirada en el camino muriendo de sed o asfixiada en contenedores olvidados en cualquier carretera.

La travesía comienza en algún país de Centroamérica, Suramérica, el Caribe o en lejanas naciones del África o del Asia, y quien la emprende sabe o lo han convencido de que lo más difícil es llegar de manera directa al destino soñado. Por ello, en el recorrido se incluye a Colombia, que es eslabón de esa cadena hasta ahora irrompible y de efectos perversos.

De los miles que llegan a nuestro país, casi siempre a través de las fronteras con Ecuador o Venezuela, cientos no alcanzan ni siquiera a pasar el primer obstáculo, el Tapón del Darién, esa selva hasta hace poco impenetrable, que desemboca en Panamá. En Colombia la migración ilegal también se convirtió en un negocio mortal en el que poco importa la vida, mientras las autoridades se muestran incapaces de detener ese fenómeno, que en no pocos casos cuenta con la complicidad de funcionarios del Estado.

Para quienes logran superar el paso colombiano, les esperan meses de tortuoso camino por Centroamérica antes de llegar a la frontera final en México. Basta ver las noticias diarias para conocer las tragedias que entonces allí se producen y de las aberraciones cometidas por los llamados ‘coyotes’, al servicio de las mafias que manejan el paso limítrofe.

Ni la responsabilidad ni las soluciones se le pueden endilgar a una sola nación. La respuesta debe ser conjunta si se pretende acabar con el negocio en que se convirtió la migración ilegal y brindarles a quienes no tienen alternativa diferente que buscar un menor destino en otras latitudes, la posibilidad de hacer un proceso conforme a las leyes.

En ese sentido pueden funcionar iniciativas como los Centros Regionales de Procesamiento anunciados por el Gobierno de Estados Unidos para Colombia y Guatemala, que empezarán a funcionar este mes y abrirán las puertas a los interesados en llegar legalmente como refugiados, pretenden la reunificación familiar o quieren acceder a puestos de trabajo en esa nación.

Al Estado colombiano le corresponde ahora endurecer su política migratoria y actuar con decisión para defender las fronteras, evitar que la situación crezca y se agrave aún más. E impedir que la alternativa brindada por los Centros de Procesamiento se convierta en otra compuerta que atraiga a la migración ilegal que usa el territorio nacional como camino de paso.

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